TIJUANA BC 29 DE ENERO DE 2014 (AFN).- Durante la segunda mitad de la primer década del siglo XXI la incidencia delictiva en la franja fronteriza sufrió un repunte considerable, provocada por la falta de empleos, controles migratorios de Estados Unidos aunado a su alto consumo de drogas, lo que provocó que fuera más difícil el tráfico de enervantes.
Lo anterior, lo manifestó Vicente Sánchez Murguía, investigador del Colegio de la Frontera Norte (COLEF), durante la presentación del libro “Violencia e inseguridad en los estados fronterizos del norte de México en la primera década del siglo XXI”, realizada en conocida universidad de la ciudad.
El Investigador explicó que detectaron diferentes manifestaciones de violencia desde Tamaulipas hasta Baja California, marcado por el pico de violencia entre los años 2005 y 2010, aunque reconoció que no fue algo que inició en dichas fechas, sino que ya existía y se agravó de manera considerable en algunos sitios a comparación de otros.
Sobre lo que motivó estas situaciones, el co-autor de la publicación advirtió que fue debido a la descomposición social, creada debido a que gran parte de los jóvenes en edad laboral no tenían una oportunidad de obtener ingresos lícitos, situación que fue aprovechada por delincuentes que les ofrecieron, y lo continúan haciendo como una alternativa para obtener dinero rápido y fácil.
Aunado a la vecindad con el país que cuenta con el mercado principal en el consumo de drogas, la política de control fronterizo que mantienen las autoridades migratorias de la Unión Americana, provoca que se haga más difícil el tránsito de enervantes, por lo que la actividad ilícita se desarrolla en territorio nacional.
Esto último crea un contraste, ya que mientras Ciudad Juárez fue catalogada como de las más violentas a nivel mundial, El Paso, Texas fue de las estadounidenses más seguras.
Por lo anterior, en esos lugares la población se vio en la necesidad de migrar hacia las vecinas ciudades de Estados Unidos, principalmente las clases medias y grupos vulnerables que se vieron amenazados, de manera temporal junto con sus familias, asimismo se notó la presencia en la mayoría de dichas regiones, organizaciones profesionales dedicadas al crimen, las cuales fueron permitidas por la debilidad de las instituciones para hacerles frente.
Asimismo, se encontró una fragilidad en las organizaciones de la sociedad civil, las cuales tenían el temor de manifestar el rechazo a la violencia de manera abierta y por consecuencia no realizaron acciones para enfrentarla de manera activa y presionar al propio gobierno para obligarlo a que reestructurara los cuerpos de seguridad.
Estos hechos ayudaron a que en la actualidad se cuente con un tejido social más activo de las organizaciones referidas.
Al cuestionar a Sánchez Murguía sobre las ciudades con el mayor número de crímenes, precisó que el primer sitio fue para Ciudad Juárez, seguida por Monterrey y después esta ciudad, destacó que la segunda referida fue un fenómeno, ya que de ser un área metropolitana con registros similares a cualquier otra, se disparó en cuanto a la incidencia delictiva.