Columnista de la SillaRota: MIGUEL ÁNGEL LARA OTAOLA
Ilustración: Peter Schrank, The Economist
A su vez, esta será la primera vez en que el Parlamento Europeo elegirá al nuevo Presidente de la Comisión Europea, encargado de dirigir la Unión y representarla hacia el exterior. Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa de 2009, el Consejo de Europa, tomando en cuenta los resultados de las elecciones, someterá a consideración del Parlamento una propuesta para designar al nuevo Presidente. Los partidos políticos aprovecharon esto como una oportunidad y decidieron presentar candidatos para dirigir el máximo órgano ejecutivo de la Unión. El actual presidente, el ex primer ministro portugués, José Manuel Barroso (nombrado en 2004 y reelegido en 2009) dejará su encargo en octubre de este año.
De esta forma, la próxima presidencia de la Comisión Europea dependerá de la composición parlamentaria que resulte de estas elecciones. De acuerdo con las más recientes encuestas de opinión, los partidos con más posibilidades de obtener una mayoría y la Presidencia de la Comisión, son el Partido Popular Europeo (PPE), de centro-derecha, y el Partido Socialista Europeo (PSE), de centro-izquierda. El primero, propone como candidato al político luxemburgués Jean-Claude Junker, veterano en asuntos europeos activo incluso desde la firma del tratado de Maastricht (o de la Unión Europea) en 1992.
El Partido Socialista propone a Martin Schulz, quien ha sido eurodiputado desde 1994 y actualmente preside el Parlamento Europeo. Finalmente, en un distante tercer lugar se encuentra la Alianza de los Liberales y Demócratas (ALDE), quien propone a Guy Verhofstadt, ex primer ministro de Bélgica y líder de los parlamentarios europeos liberales.
No conocemos el resultado de las elecciones. Sin embargo, de lo que podemos estar seguros es que la crisis económica y su consecuencia, la desilusión con el proyecto Europeo, jugarán un papel importante el próximo 22 de mayo. Mientras el crecimiento real de la economía en la Europa de 28 países fue apenas de 0.1% en el 2013, la tasa de desempleo en la zona euro alcanzó el 11.8 por ciento.
En España, una de las principales víctimas de la eurocrisis, el desempleo llega al 25.3% entre la población económicamente activa y al doble de esa cifra entre los jóvenes.
Estos datos duros hacen eco en el sentir ciudadano. De acuerdo con la última encuesta (marzo, 2014) de la organización Eurobarómetro, 58% de los encuestados piensa que la situación económica en la región es mala o muy mala, mientras que 65% considera lo mismo de la situación en sus propios países. En España, el porcentaje de los encuestados que comparten esta opinión es nada menos que 96 por ciento. Este aspecto económico también se refleja negativamente en los niveles de apoyo a la Unión Europea: de acuerdo con el sondeo, 59% de la población en la región tiende a no confiar en la Unión.
Un dato preocupante es que este sentimiento de descontento y desconfianza hacia la Unión Europea podría traer un aumento en la simpatía hacia partidos antieuropeos (en el mejor de los casos) o hacia partidos antiinmigrantes y de extrema derecha (en el peor de ellos). Las encuestas ya apuntan en esa dirección. Al parecer, el grupo de los “No Inscritos” donde normalmente se encuentran partidos como el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen en Francia, la Alianza para el Futuro (BZÖ) de Joseph Bucher de Austria y el Partido Nacional Británico (BNP) de Nick Griffin del Reino Unido, podría pasar de 30 a 99 escaños. Con ello, tendrían fuerza suficiente para formar un grupo político o ‘bancada’, y así tener acceso a recursos económicos y a espacios en comités legislativos.
El crecimiento en la fuerza electoral de estas posiciones ideológicas es alarmante. Esto no es sólo alarmante por sí mismo, sino también por los efectos que puede tener. El aumento de la presencia de estos partidos en el Parlamento también obliga a negociar con ellos y por lo tanto a incluir algunos de sus puntos y necesidades. Los principales partidos necesitarán del apoyo de otros grupos para alcanzar mayorías que permitan legislar. Y no solo eso, ésta necesidad de alianzas y apoyos también podría estar presente en la integración de la próxima Presidencia de la Comisión. He aquí la relevancia de las próximas elecciones.
Apenas hace unos meses, Anne-Sophie Leclere, ex candidata del Frente Nacional para las elecciones municipales en Francia, comparaba a Christiane Taubira -ministra de Justicia de origen guyanés- con un mono. Estas expresiones de discriminación, que desafortunadas veces se traducen en políticas públicas o en acciones, son completamente inadmisibles. La Europa de la igualdad y la libertad no puede permitirse esas expresiones y mucho menos representantes populares que las emitan. Europa debe ser sinónimo de inclusión, no de exclusión. Confiemos en que la razón triunfe en estas próximas elecciones.
Twitter: @malaraotaola