PAN Y CIRCO
Por: Francisco Ruiz, RuHe.

Aprovecharé el cumpleaños número 59 de Andrés Manuel López Obrador para traer a colación al tabasqueño, aunque tengo muy claro que un personaje como él no requiere de este tipo de ocasiones para hacerlo. Y es que a sus casi seis décadas de vida, el ex jefe de gobierno capitalino sigue dando férrea batalla.

No es que Obrador sea un viejo, sino que ha luchado durante muchos años, cuenta con una vasta experiencia, algo digno de admiración, siempre bajo la misma línea, con las mismas miras y los mismos argumentos.

El dos veces ex candidato presidencial, ha sido y es reconocido como el presidente de muchos, respetable y bienvenida la opinión de todos –por algo buscamos un ambiente plural-, sin embargo hay que reconocer los límites.

Durante su “gobierno legítimo”, excusé su actuar bajo el amparo del modelo de un “gabinete a la sombra”, creado por los ingleses y adoptado por vez primera en México por el entonces candidato panista Manuel Clouthier, “el Maquío”.

Más sí lo analizamos desde la perspectiva actual, Andrés Manuel hace tiempo que dejó de presidir dicho “gobierno”, y sumándole que la anterior contienda no fue cerrada como la del 2006, hoy creo que la libertad de llamarle por el mote de “presidente” lleva encerrado solo el placer de hacerlo, ya no hay simbolismo, tan solo es una muestra de fanatismo y desapego a la realidad. En política hay que evolucionar, no podemos aferrarnos a lo que no es.

Aunque bien cabría la posibilidad de que el de Macuspana adopte ese título nuevamente al frente del futuro partido político, uno que esta por dar nacer. Probablemente debajo de sus mangas tiene visiblemente escondida la intención de dirigir a MORENA, encontronazo que vendrá entonces con el aun jefe de gobierno Ebrard, quien se vislumbra ya como dirigente del sol azteca. Dos presidentes partidistas buscando la Presidencia de la República, ideologías convergentes, posturas e intereses contrapuestos, gran dilema para los de “izquierda” el que se viene.

Reconozco en López Obrador aun gran líder social, un aguerrido defensor de sus ideas, a un nacionalista empedernido, inteligente y en ocasiones, sólo en ocasiones, cauto. Congruente con sus principios, leal a sus convicciones. Noble labor, cercana a la gente, lejana de la política. Héroe de muchos, pesadilla de otros, pero así es la democracia en la que se debe dar cabida a todos.

Lo dije antes y lo sostengo ahora, AMLO es un soñador, un soñador que necesitamos para hacer contrapeso con la fría realidad que nos absorbe y nos lastima. Y como por hoy se trata de darle un respiro y no tupirlo con críticas por celebrar su natalicio, hablaré de sus propósitos a corto plazo en una próxima edición de mi columna. Buenas tardes.

POST SCRIPTUM

Transcribo algunos fragmentos de uno de los discursos que más disfruto de AMLO, uno que describe a la perfección quién es y en qué cree:

“…El propósito central de nuestro movimiento, es la transformación del país… con la revolución pero de las conciencias, con este cambio de mentalidad que afortunadamente ya se inició, y vamos a lograr esa transformación con organización y mucha participación ciudadana…
 
…Este movimiento de transformación nacional ya nadie lo detendrá, porque no depende de una persona, porque ha llegado el tiempo de cambiar de a de veras, porque de la resistencia surgirán las opciones para renovar y construir… la nueva forma de hacer política y una sociedad menos desigual y más humana…
 
Mantengamos con firmeza nuestras convicciones. Todo depende de que cada uno asuma su responsabilidad y de que nunca perdamos la fe en lo que estamos defendiendo y lo que nosotros representamos para el destino de nuestra Patria.
 
Tenemos la razón moral, la razón política y la fuerza del pueblo, ese es el principal recurso, el tesoro de nuestro movimiento y la principal riqueza de nuestro país. Conquistemos el derecho a ser libres y hagamos de México un país verdaderamente democrático…”

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Nota Importante: las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.