*.- Como víctima del delito, comparte sus experiencias para prevenir que no se repitan
Tijuana BC 12 de octubre de 2014 (AFN).- A la edad de 21 años y siendo madre soltera, la colombiana Marcela Loaiza soñaba con ser una bailarina profesional reconocida a nivel internacional, sin embargo al presentarse su “oportunidad” para salir de la pobreza, ese sueño se convirtió en una pesadilla, pues nunca imaginó que terminaría convirtiéndose en una víctima más de la trata de personas.
Loaiza, quien actualmente radica en Los Ángeles, California, visitó Tijuana para compartir su experiencia como prostituta forzada en Japón, a jóvenes universitarios, con la finalidad de “abrirles los ojos” e invitarlos a no confiar en cualquier persona que les ofrezca riqueza y fama.
La colombiana narró que debido a su “formada figura” de joven veinteañera, un día un hombre se presentó con ella como un "cazador de talentos", y que estaba interesada en ella ya que su belleza y talento la llevarían muy lejos, por lo que la invitó a llamarlo en cuanto se decidiera a formar parte de “las grandes estrellas”.
Posterior a eso, Loaiza comentó que la invitación la había emocionado demasiado, sin embargo fue un momento de necesidad económica lo que la impulsó a llamar al hombre y decirle que aceptaba que él fuera su manager.
Señaló que el hombre le consiguió una visa, le entregó un “préstamo” de 500 dólares más 200 extras como viáticos, la interrogó sobre su familia o alguna relación con elementos de la policía de Colombia, a lo que ella contestó que no existía tal relación; situación que dijo “ahora entiendo porqué me lo preguntaba”.
Continuando con su experiencia, Loaiza señaló que luego de una semana de haberle entregado su visa, el hombre la llamó diciéndole que preparara sus maletas porque viajaría a Japón, donde sería su primera presentación como bailarina profesional.
Dijo que al salir de su casa en dirección al aeropuerto no se despidió de su mamá ni de su hija, sólo tomó una maleta con ropa y documentos, a pesar de sentir un temor y una emoción porque “mi sueño se estaba haciendo realidad”.
Recordó que al llegar al aeropuerto de Medellín, el hombre le hizo entrega de su boleto de avión para que saliera a Japón, donde ya estarían esperándola para llevarla a descansar a un hotel de cinco estrellas, y posteriormente subiría a un escenario.
Marcela manifestó que al llegar a Japón fue recibida por un grupo de personas que portaban su fotografía, entre ellos una mujer también de origen colombiano que se abalanzó sobre ella y la llamó “hermosa” en repetidas ocasiones, y le prometía que “con esa figura y esa carita llegará usted muy lejos”.
Ocho meses de prostitución
Un día después de haber arribado a Japón, la misma mujer “paisana” que la trató amablemente a su llegada, la levantó a base de patadas y jalones, le arrebató su visa y la obligó a vestirse como prostituta y trabajar como tal a cargo de la mafia Yakuza; la amenazaron con que además de pagar los 500 dólares tendría que pagar 500 mil dólares, y de esa manera la dejarían regresar a Colombia.
Señaló que a pesar de su constante negatividad a prostituirse, durante ocho meses realizó todo tipo de acto sexual “que se imaginen y no se puedan imaginar”, y que en ese tiempo atendió a más de seis clientes por día, “uno tras otro”, al igual que lo hacían aproximadamente 30 jovencitas de diversas nacionalidades.
Detalló que todos los días, al terminar su jornada laboral eran llevadas a un departamento en donde las desnudaban y las habrían de brazos y piernas para revisar que no ocultaran dinero en alguna parte de su cuerpo, incluso recordó que a una de sus compañeras le encontraron dinero que ocultaba en la vagina, por lo que le quemaron dicha área con colillas de cigarro, y sin atención medica fue obligada a sostener relaciones con varios clientes.
En una ocasión, recordó, se encontraba en la vía pública al igual que sus compañeras, cumpliendo con su obligada labor, y observó como la mafia de Japón a bordo de motocicletas realizaban una “cacería” de prostitutas, como manera de apoderarse de esa vialidad dominada por los Yakuza.
En ese momento señaló que una de sus compañeras la tomó del brazo y corrieron para ocultarse al interior de un contenedor de basura, en donde “miró lo más horrible”, ya que a base de constantes golpes con una cadena los integrantes de la mafia asesinaron a otra de sus compañeras, que había caído al suelo mientras intentaba ocultarse.
“Nosotras observábamos a través del espacio que había quedado abierto, yo la veía ahí tirada mientras su sangre nos salpicaba en el rostro, ella miraba hacia el contenedor en donde nos ocultábamos, sentía que me miraba”, dijo Loaiza, mientras con lagrimas en los ojos solicitó un aplauso para la occisa.
Asimismo, recordó que en una ocasión ella terminó en el hospital con dos costillas rotas y el rostro desfigurado, ya que un cliente la obligó a tener sexo de diversas maneras hasta llegar al extremo de golpearla hasta casi matarla, sólo por placer.
A pesar de sus múltiples heridas, indicó que a dos semanas de ser dada de alta del hospital fue obligada a continuar trabajando.
Su liberación
Loaiza recordó que luego de ocho meses un cliente que a diario la contrataba le ayudó a escapar, ya que ella mantenía una postura negativa a sostener relaciones con él, por lo que le ofreció ayuda y la citó en un restaurante de hamburguesas donde le entregó un cambio de ropa y una peluca para que pasara desapercibida y no fuera descubierta por sus captores, además de que le entregó un mapa en el que estaba marcado el camino para llegar al consulado de Colombia en Japón.
Indicó que al llegar al consulado tocó las puertas del edificio de manera desesperada y llorando, temerosa de ser descubierta, pero que a pesar de ser de noche una persona que allí trabajaba le abrió las puertas y la apoyó para que regresara a Colombia, luego de conocer su situación.
Al regreso a su país, señaló que posteriormente de haber platicado con sus familiares de lo que le había ocurrido, se acercó a las autoridades correspondientes para interponer una denuncia, sin embargo estas mandaron su caso al archivo muerto.
Al notar que no había autoridad que en verdad atendiera su denuncia, manifestó que comenzó a sentir culpabilidad por lo sucedido, por lo que tomó la decisión de continuar con la prostitución como una “escort” (acompañante), hasta que obtuvo apoyo psicológico.
Diez años después de lo sucedido, Marcela escribió el libro “Atrapada por la mafia Yakuza” en el año 2011, obra que superó las ventas esperadas y formó parte de los primeros diez ejemplares más vendidos a nivel Latinoamérica.
Actualmente, Loaiza realizó diversas giras en países de America Latina y Estados Unidos para compartir su historia, manteniendo la esperanza de que algún día los gobiernos trabajen en algún programa que ayude a eliminar las redes de tratas de personas en el mundo.
Actualmente es presidenta de la Fundación Marcela Loaiza, a través de la que brinda atención y apoyo a mujeres u hombres que han sido víctimas de la trata de personas, para que sea más factible su reintegración social.
Loaiza invitó a los jóvenes tijuanenses a no dejarse engañar por cualquier persona, mucho menos si son personas que conocen a través de una red social, o que, de la nada, les prometa riqueza o fama.