MÉXICO 19 ABRIL 2016 (LA SILLA ROTA).- Veinticinco años después de que el ingeniero mexicano Heberto Castillo propusiera la creación de “ventiladores gigantes” para dispersar la contingencia que aqueja al Valle de México, el problema de la dirección e intensidad del viento sigue siendo una de las principales razones por las que el ‘aire chilango’ se ha convertido en una amenaza latente para la salud.

Ello, aunado a los 30 millones de litros de combustible que se consume todos los días para el uso del automóvil y a las 70 mil industrias que rodean la ciudad, principalmente del Estado de México e Hidalgo.

De acuerdo con el Programa para Mejorar la Calidad del Aire (Proaire) 2011-2020 y datos de la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México, las zonas industriales del Estado de México como Xalostoc, Tlalnepantla y Naucalpan; la refinería de Tula (Hidalgo) y las zona industrial del norte capitalino, como Vallejo, continúan siendo las principales fuentes generadoras de partículas suspendidas del tipo PM10 o PM2.5, es decir, óxidos de nitrógeno y óxidos de azufre, elementos que son arrastrados por el viento hacia el centro y sur de la capital del país.

Y en la denominada Zona Metropolitana del Valle De México se tienen registradas al menos 5 mil 146 unidades industriales, consideradas como fuentes puntuales “de emisión de contaminantes”, según el documento.

Sin embargo, según el Inventario de Emisiones de la Zona Metropolitana del Valle de México, por jurisdicción de 2012, en todas las emisiones medidas, el Estado de México registra mayores índices de contaminación, pues tan sólo en 2012, la ciudad generó 6 mil 552 partículas de PM10, mientras que el Estado de México emitió 23 mil 335.

Tan sólo el 4 por ciento del sector industrial (206 establecimientos industriales) contribuyen con un 80 por ciento de las emisiones del tipo PM10 y con el 85 por ciento de las PM2.5, óxidos de nitrógeno y óxidos de azufre, respectivamente.

Lo que indica que los esfuerzos para controlar dichas emisiones de estos contaminantes deben dirigirse principalmente a esos establecimientos, ubicados en la zona norte de la ZMVM.

En cuanto al tipo de emisiones SO2, los que usan combustibles líquidos como el diesel o el gasóleo, se tiene registrado que  tan solo el 3 por ciento de la industria (154 establecimientos) contribuye con la generación de un 74 por ciento.

Y finalmente, el 3 por ciento de la industria registrada en la ZMVM (154 unidades industriales) contribuye con el 81 por ciento de las emisiones de Compuestos Orga?nicos Vola?tiles (COV) y Compuestos Orga?nicos Totales (COT).

El informe Proaire también destaca que los autos particulares producen una emisio?n de 11.9 millones de toneladas equivalentes de CO2, lo que representa el 23 por ciento de las emisiones de la ZMVM; los rellenos sanitarios con casi 8 millones, 16 por ciento del total; y la combustio?n en el sector habitacional que aporta 4.7 millones, es decir el 9 por ciento de las emisiones equivalentes de CO2.

 “La contaminación sí viaja”

Al respecto, Tanya Müller, titular de la secretaria de Medio Ambiente de la capital del país, explicó que la contaminación sí viaja, razón por la cual es necesario inspeccionar zonas industriales, principalmente en el Estado de México e Hidalgo.

"La contaminación sí viaja, lo que se está generando en otras entidades, hasta Hidalgo, le llega a la ciudad. Obviamente medir esta cantidad es difícil, pero sí identificas cuáles (contaminantes llegan)", reconoció.

Durante una entrevista televisiva, la funcionaria destacó la necesidad de una regulación de la industria en toda la megalópolis (Edomex, Tlaxcala, Puebla, Hidalgo, Morelos y CdMx).

 “No es que no haya industria, sino que esa sea limpia y que tenga los equipos para recuperar, digamos, sus emisiones contaminantes", dijo.

Ventiladores gigantes, “solución” hace 25 años

Hace dos décadas, el líder social, Heberto Castillo, planteó ante el Senado de la República, la posibilidad de construir un sistema de inmensos ventiladores en las partes altas de la ciudad para hacer circular el aire en el Valle Metropolitano.

La propuesta resultó criticada y calificada como descabellada, sin embargo, la Universidad de Pensilvania reconoció que era viable.

Incluso, en la década de 1990 el entonces secretario de Medio Ambiente capitalino, Alejandro Encinas, retomó la idea pero fue descartada pues era necesario quemar petróleo para conseguir que los ventiladores funcionaran, lo que contaminaría más el ambiente.