*.- Teresa Perfecto concluyó un sueño iniciado hace 19 años
Por Enrique García / Carlos Breitling

TIJUANA BC 20 DE SEPTIEMBRE 2019 (AFN).- Hace 19 años la tijuanense Teresa Perfecto Huerta tuvo un sueño. Hoy, a los 73 años de edad, no solo cursó la secundaria y acreditó estudios de bachillerato, finalmente concluyó su licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana. “Ahora yo también soy cimarrona”, dijo orgullosa luego de recibir la acreditación de estudios correspondiente en la ceremonia de graduación.

Ese sueño fue alimentado por el deseo constante de aprender, y ello se convirtió en su principal acicate luego que su padre decidió que solo habría educación para los varones de una familia de 12 hijos.

“Desde que salí de primaria quería seguir estudiando pero no me permitieron”, dijo hoy Teresa Perfecto, quien comparte desde este viernes con cuatro hijos, el orgullo de ser cimarrones, como todo egresado de la Universidad Autónoma de Baja California.

Desde sus primeros años, entonces decidió canalizar su sed de aprendizaje tomando cursos de inglés, de primeros auxilios, de cultura de belleza, o mecanografía, sin embargo su sueño era cursar una carrera y concluyó que la licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericana era su mejor opción para aprender algo que desde hace mucho tiempo ha tenido claro: su deseo de escribir.

Hoy ha cursado materias de cine, periodismo y otras disciplinas y aunque desde un principio tuvo el respaldo de sus cuatro hijos, necesitó esperar un poco más porque el proceso de inscripción le hizo comprender que debería aprender primero las habilidades necesarias de computación y operación de programas esenciales para el desarrollo de sus clases y preparación de tareas hasta el uso del correo electrónico.

Cuando pensó que había terminado debió aguardar un poco más de tiempo para cursar algunos créditos escolares faltantes, y por si fuera poco, debía compaginar sus responsabilidades académicas con las domesticas como madre de cuatro hijos y abuela de nueve nietos.

Eso implicaba correr una y otra vez, a la guardería, al kínder, a la casa a preparar comida y a la universidad, para concluir finalmente al filo de las dos de la mañana, apenas a tiempo para hacer tareas.

No todo fue miel sobre hojuelas en el aula, primero porque fue objeto de marginación pues algunos de sus jóvenes compañeros invariablemente la rechazaron para formar parte de grupos de estudio, y fue necesario que los maestros ordenaran su inclusión. El tiempo y la convivencia cambiaria eso. “Después ya hasta me pedían que fuera parte de grupos”, recordó.

En otros momentos, le provocaba terror y dolor de cabeza la sola llegada de alguno de los maestros: “¡había unas clases que nomás entrabas, y el maestro equis que entraba al salón y me empezaba a doler la cabeza terriblemente. Pregunte y pregunte para ver si me podía reprobar”.

En más de alguna ocasión pensó incluso en darse de baja, pero el panorama que le esperaba en casa la desalentaba. “Si me hubiera quedado sentada viendo televisión ya me hubiera muerto. Hoy me siento muy bien, no tengo ni diabetes, ni presión, la juventud aquí se contagia.

A partir de este viernes todo eso es historia, pero las cosas no acaban ahí, porque ya está pensando en cursar una maestría, y escribir un libro cuyo título preliminar es “Mis Días en la Universidad” en el que piensa compartir sus experiencias y el llamado a todos para que sin importar la edad persigan sus sueños.

“Siempre que quieran algo luchen por eso y que no tengan miedo a fallar o a no poder, ya con ganas uno todo lo puede hacer, que no se queden nunca con ganas de hacer algo en la vida porque nomas tenemos esta vida”, agregó.

Teresa Perfecto voltea hacia al reportero y termina con una advertencia: “Por ahí van a escuchar mi nombre alguna vez”.