* Recorrido por laberintos que no deben ser conocidos

TIJUANA BC 10 DE NOVIEMBRE DE 2018 (AFN).- Una leyenda urbana sobre la existencia del llamado "Manicomio de Tijuana", en la delegación Zona Centro, aún persiste.
Policías y autoridades de gobierno poco hablan sobre el tema, o aseguran desconocerlo, pero hay un edificio entre las colonias Altamira y Herrera donde los vecinos saben que no conviene acercarse, ni conocer demasiado, y menos hacer amistad con los residentes.

Es una pequeña comunidad donde impera el temor sobre los que ahí radican, a quienes es difícil encasillarlos, y sólo quedaría el recurso de referirse a ellos como "delincuentes" o "malvivientes", lo que podría ser engañoso.

Radican en estas cuarterías personas que no han encontrado otras opciones, donde algunos tienen necesidades económicas u otras circunstancias que los llevan a alquilar un cuarto barato, y quienes ven transcurrir sus días entre condiciones que no pueden ser reveladas porque saben que tendrían consecuencias poco agradables.

Ocurren cosas en este "Manicomio", un complejo habitacional construido hace más de cincuenta años, que nadie quiere denunciar.

Es un espacio donde los residentes cercanos han tejido toda clase de historias; donde varias generaciones de tijuanenses, sobre todo de finales de los años ochenta e inicios de la última década del siglo 20, relacionan con la compra y venta de drogas. Un comercio sin complicaciones, sin vigilancia y sin detenciones.

Versiones recogidas en el sitio refieren que en los noventas el inmueble estaba ocupado casi en su totalidad por adictos y malvivientes. Inclusive hay narraciones acerca de la instalación de "fábricas" de drogas sintéticas en sótano y departamentos; y que esto generó que en las colonias aledañas aumentaran los índices de robos y asaltos.

El problema fue tan grave, refieren, que se llegó a un punto donde la Policía Municipal no podía intervenir ni hacer nada, donde los vecinos platicaban que era urgente poner un alto al horror en que se había convertido el sitio, que identificaban como "El Manicomio".

Se menciona además que la única ocasión en que se organizó un operativo por parte de la policía, para ingresar al lugar y revisar, e incluso de ser necesario detener las ilegalidades que se conocían sobre el edificio, los mismos residentes taparon la única entrada y los agentes sólo pudieron ingresar con el incendio de ese acceso.

No hay una historia oficial sobre este episodio, ni de sus resultados. Sólo lo que algunos vecinos accedieron a platicar, pero cuya veracidad quedaría en duda de ser narrada.

Un laberinto

En un recorrido realizado por el edificio y sus rincones, se logró observar un espacio que por fuera aparenta ser pequeño, como cualquier otro complejo habitacional de esta antigua delegación; pero que por dentro es un enorme laberinto de cinco niveles dividido en varios espacios con múltiples patios.

Todas las puertas están protegidas con rejas, y en algunas se observaron más de tres candados. Allí residen familias enteras, parejas, adultos de la tercera edad, hombres solitarios y demás inquilinos, que pagan entre 200 a 400 pesos semanales.

Hay acceso al agua una vez a la semana, por lo que se pueden observar decenas de cubetas llenas de agua por doquier.

Hay una zona donde impera el "graffiti", en otras se puede escuchar música en alto volumen, imperceptible desde la entrada; y hay personas que entran y salen de rincones donde nadie puede notarlos a primera vista.

Hay quienes afirman que quedan vecinos que ocupan algún punto del inmueble desde hace décadas, otros más recientes, y muchos que van y vienen.

Los residentes no quieren hablar sobre el lugar. Dicen que no se quieren meter en problemas.

Todo sobre este edificio quedará en los mitos cotidianos. En las historias urbanas.

Lo que ocurre y ha ocurrido en "El Manicomio de Tijuana", siempre será parte de las tradicionales leyendas urbanas.