Manuel Villegas

 

Tijuana BC 30 de julio de 2014 (AFN).- Los vecinos miran al Norte.  Vehículos rojos cargados de agua cerraron la calle allá donde corre el Casablanca, mientras una casa es devorada por las llamas.

 

Nadie en esa vialidad, la Primero de Mayo en la colonia El Pípila, estudiaba ni trabajaba en este momento, el martes 29 de julio a las cinco treinta y dos "pe eme". Unos sentados en sillitas de la coca.

Otros en ventanas. Unos más en cajas de madera, en el quicio de la puerta, en maderos o barandales de un segundo piso, e incluso en vehículos o en las piernas de sus madres. El deporte de la tarde es ver y comentar, donde cualquiera se lleva las medallas.

 

Que era una cuartería, dicen. Que un corto circuito. Que se le quemaron los frijoles a la doña. Todos saben y nadie sabe. Qué ocurrió allí, ni los Bomberos esforzados lo saben, ellos sólo tragan humo y

desescombran.

 

Un chismoso tropieza al videograbar de cerca el auto que aún arde. Una señora con hijo y paraguas en brazos se acerca peligrosamente a mirar, mientras ríe y platica con otra. Descuidadas e irresponsables son.

 

Chamacos hay que juegan con sus bicis. Dos novios enredan sus brazos; sólo se separan cuando un Bombero pasó cerca rociando una calcinada camioneta. "Échenles agua", grita una mujer al verlos.

 

Incluso hay quien toca un acordeón. Nomás eso faltaba, qué alegría. Y así, cantan, gritan, ríen, se enredan, pedalean, se descuidan, se ponen en peligro. Videograban, comentan, ven y se queman los frijoles. Mientras una familia se ha quedado sin hogar. Mientras todos miran

hacia el Norte.

 

No fue como en otros incendios: Ni a cubetazos ni con la manguera. Aquí nadie ayudó.

 

Bien dice Bukowski: "Hay gente que no enloquece nunca -agrego que ´cómo son metiches´-, qué vida tan horrible deben tener".