Dr. Marco Antonio Samaniego López
TIJUANA BC 31 DE ENERO DEL 2019.-Si estamos en una cuarta transformación o no sólo lo podremos saber en unos años. Lo que sí es evidente es que tenemos cambios cualitativos en algunos ámbitos. El más claro, la demostración de un robo cotidiano y abundante de gasolinas. Si el término de huachicolero se volvió la forma de adjetivar el tema, queda claro que no se trataba de un asunto que estaba en la clandestinidad. Era o es, porque aún no concluye el tema, una forma de enriquecimiento ilícito que tenía muchos años y una compleja red de actores.
Nunca tendremos datos precisos del tamaño del robo ni de todos los involucrados. Desde los ingenieros y administradores que al interior de Pemex de articularon para robarnos a todos, hasta los expendios que durante años compraron un producto a menor precio y con una calidad inferior a la debida. Es una muestra que los actores políticos estaban enquistados en un saber del problema pero no atenderlo en todas sus dimensiones. Incluso, a lo mejor por estrategia, no lo hicieron para dejar un problema serio que sin duda ha dejado una enorme tragedia, con más de un centenar de muertos.
Realizar una toma en ductos de gasolina no es un asunto fácil. Se requieren de conocimientos técnicos y de toda una red de traslado y abastecimiento. Si se vende esa gasolina significa que existen empresarios que lo compraron en alta escala. La ganancia que ello deja se debe de repartir entre varios cientos en toda una cadena de silencios y rutas que es difícil de cubrir. Millones de pesos y el riesgo de cientos de personas para ejecutar acciones de robar y vender un producto que su manejo requiere de alto grado de especialización.
Las mangueras que abastecieron todo esto desde el interior de las instalaciones de Pemex son una clara muestra de una ineficacia impresionante. Muchos de los responsables siguen cobrando en el presupuesto, ya como diputados o senadores. Romero Deschamps es sólo la punta de una madeja en donde el grito de culpables aparece sin cesar. Sin embargo, ellos están protegidos por un sistema que les permite estar a pesar de todo lo que realizaron, un perdón anticipado sin haber sido juzgados ante sus acciones.
Deja claro el complejo tema que independientemente de la inmediatez en la que estamos ubicados los mexicanos, el sistema político fallaba por todos lados. Que los partidos que cobraron por años por existir carecieron de un conocimiento del país; que daba lo mismo lo que sucediera con este asalto a la nación, lo importante era mantener un esquema por demás inviable y que de no ser por el cambio político, estaríamos en la persecución de algunos pobladores que fueran atrapados en el hecho, sin tener idea de que era – o sigue siendo – toda una estructura que podría tener implicaciones dentro de los partidos.
De nada sirvió mantenerlos y que generaran plataformas en un país que no existía. Por debajo, por arriba, por los lados y porque la negociaciones cupulares nunca pudieron verlo, el país se desgarraba en un huachicol institucionalizado, con tintes de partidos que no atacaron el problema y que hoy quedan al desnudo en una nación que muestra debilidades enormes.
En estos días, en que aun crece la cifra de muertos Tlahuelilpan, Hidalgo, 118 cadáveres nos recuerdan que las ganancias electorales deben tomar un camino distinto, que gobernar no puede ser un espacio de confort en el que se recibe recursos sólo por estar ahí, sin saber qué país es el que se desangra y, para este caso, se carboniza ante una fuente de gasolina que sólo pudo abrirse ante una condición de impunidad.
Hoy podemos ubicar que el problema del robo de gasolinas era enorme. Pero desde hace muchos años, es posible indicar que el sistema político tiene serias fallas. Mantenemos todos los mexicanos a partidos que no saben qué país gobiernan.
* Marco Antonio Samaniego López. Doctor en historia por el Colegio de México.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.