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Los focos rojos

TIJUANA, BC - miércoles 25 de abril de 2012 - AFN.
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Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT


Hace unos días, apenas la semana pasada, un jóven de 23 años de edad, por causas desconocidas, aunque se dice que fue por la crisis económica, mató a balazos a su esposa de 20 años de edad y a la hija de ambos, de sólo 2 años. Una verdadera tragedia. Esto ocurrió en la Mesa de Otay, en Tijuana.

Ayer martes, otra tragedia similar estremeció a Tijuana. Un individuo, presuntamente policía ministerial, luego de una discusión con su esposa, dió muerte a balazos a sus dos hijas, una de apenas un día de nacida y la otra de un año y un mes. Tragedia que no tiene explicación, ni justificación alguna.

Nadie, por ningún motivo, puede quitar la vida a alguien. Mucho menos a un miembro de su familia. Peor, a un hijo. El extremo, pequeños seres humanos, indefensos, cuando apenas empiezan a vivir.

No es cierto que la crisis económica empuje a alguien a cometer crímenes tan atroces. Ni siquiera para optar por el suicidio. Mucho menos una crisis en la relación de pareja.   

En ambos casos, los autores de tales atrocidades, se trata de individuos jóvenes, uno de 20 años y el otro de 35. Podría decirse que en la flor de la vida, en plena juventud, cuando se tiene fortaleza física, capacidad para vencer cualesquier reto.

El de 20 años, quizás se desesperó al no encontrar empleo. Cuentan que sus padres viven cerca. Seguramente no le hubieran negado una tortilla y un vaso de agua. Al menos para su hija. Pero eso de quitarle la vida a la pequeña, no tiene perdón.

El autor de la tragedia del día de ayer, de ser cierto que es policía ministerial, pues no estaba desempleado. Quizás sea cierto que fue una crisis en la relación de pareja. A veces se discute y se pierde la proporción de las cosas. Pero eso de llegar al grado de asesinar a sus hijas. Es más que un absurdo.

En ambos casos, las víctimas, tratándose de las niñas, dos años de edad, y en el caso de ayer una de apenas un día de nacida, se presume que se procrea por amor y con la ilusión de tener seres a los que se habrá de cuidar y formar, hasta que lleguen a la edad adulta. Cortarles la vida, sin deberla, ni temerla, es horrible. Inconcebible.

En el primer caso, la esposa y madre de la niña, también fue asesinada. En el segundo, el de ayer, parece que no fue agredida. El factor común en ambos casos, es que se trata de parejas jóvenes, que apenas empiezan, cuando se está pleno de ilusiones, de proyectos de vida.

Cuando los hijos nacen, los padres, se supone, maduran. Reflexionan y recuerdan las relaciones con sus propios padres. Parece que se ven a

sí mismos, ven como suyos cada uno de los movimientos o gestos de sus hijos.

Sobre todo, los hogares se iluminan ante la presencia de un nuevo ser. Se supone que todo es alegría. Que hay fiesta todos los días. La niña, o el niño, empiezan a reconocer a sus padres. Balbucean sus primeras palabras. Ya sonríen cuando su padre, o su madre, se acerca a ellos. Son momentos mágicos, irrepetibles.

Y luego, cuando empiezan a crecer, el festejarles sus cumpleaños, o el llevarlos a fiestas infantiles en donde conocen y conviven con personitas de su misma edad. El orgullo no cabe en el cuerpo de los padres. Cuando sus hijos muestran más habilidades que otros o están más altos o fuertes que otros de su misma edad.

Pero no sólo la etapa de la niñez de los hijos se disfruta. Todas y cada una. Los quince años de la hija, la participación del hijo en algún equipo deportivo. Los inicios del noviazgo y luego el matrimonio.

Los apuros para lograr un sitio en la escuela. Desde el jardín de niños, la primeria, la secundaria, la prepa y la universidad. Se sufre, junto con los hijos, pero se disfruta.

Y luego, cuando se les ve convertidos en padres de familia. Los nietos llevan a los abuelos a repetir la película. Pareciera que vuelven a ver a sus hijos desde sus nacimientos, pero con un mayor disfrute, por no tener la responsabilidad directa.

¿Quién, en su sano juicio, es capaz de renunciar a todo eso ? Solamente los cobardes que no se atreven a enfrentar la vida y escapan por la puerta falsa. O los locos.

Pero, quitarle la vida a pequeños seres, que apenas empiezan, que no se pueden valer por sí mismos, que carecen de capacidad plena para entender la problemática de sus padres. Es algo horrible. Ni mil años de cárcel, si pudieran vivirlos, bastarían para que pagaran tan absurdo e irracional crímen.

Básicamente, este es el meollo de ambas tragedias. El coartarle la vida a alguien, cuando apenas empieza a vivir. En el caso de ayer, una niña de apenas un día de nacida. El procrear, no da derecho a matar. De ninguna manera.

Ambos casos, en particular, merecen ser estudiados por las autoridades e implementar programas tendientes a tratar de evitar que se repitan.

Los programas de teléfonos para llamadas en casos de crisis. El presentar pláticas para jóvenes en las escuelas secundaria y preparatoria, cuando –dicen por ahí- se les altera la hormona.

¿Para que tienen hijos, si no están preparados para ser padres? Si les asusta la responsabilidad. Si no pueden lograr ni siquiera el sustento para sí mismos, mucho menos para su pareja y sus hijos.

En especial, es preocupante el caso de ayer, si como dicen, el homicida es policía ministerial. ¿En manos de quien estamos? ¿De quien depende nuestra seguridad ?

Es evidente que no bastan los exámenes de confianza. Que hay que ser más estrictos en exámenes de personalidad. Psicológicos o psiquiátricos. El que una discusión conyugal, les haga cometer crímenes tan horribles, es algo muy serio.

Seguramente las autoridades simplemente le darán carpetazos a ambos casos, los considerarán como tragedias, los agregarán a las estadísticas criminales y hasta ahí. Seguramente.

Las condiciones socioeconómicas están difíciles, si es cierto. Imaginen que se pongan peores, como las que se vivieron o padecieron desde finales del sexenio de Luis Echeverría y luego el de López Portillo. El peso mexicano perdió su paridad frente al dólar, como en caída libre. Casos como estos, se volverían comúnes. Son focos rojos. Sin duda alguna.

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