El peor Presidente de la historia.
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El peor Presidente de la historia.

TIJUANA BC - jueves 29 de noviembre de 2018 - Javier Iván Maldonado Preciado.
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POLITEIA
Por: Javier Iván Maldonado Preciado.
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TIJUANA BC 29 DE NOVIEMBRE DE 2018.- Enrique Peña Nieto vive sus últimas horas como titular del poder ejecutivo en nuestro país. Desde antes de su arribo al poder, fue un personaje sumamente polémico, pero muy popular al interior del Partido Revolucionario Institucional, así como entre ciertos sectores de la sociedad, influenciados principalmente por una excelente gestión de marketing político.

Su vida pública como ex Gobernador quedó marcada por el encubrimiento de su tío Arturo Montiel, antecesor de EPN en el Gobierno del Estado de México, quien fuera señalado por enriquecerse ilícitamente, a costa del erario. Durante su sexenio al frente del Edomex, lo marcaron la impunidad, el autoritarismo y la incapacidad de dialogar para generar consensos, suscitándose la represión en Atenco. Más tarde, al terminar su mandato como Gobernador, tropezó al no poder explicar la muerte de su esposa, en una entrevista con Jorge Ramos. Esto ya encendía “focos rojos”, entorno a la falta de habilidad de Enrique Peña Nieto para comunicarse. 

Dicha incapacidad quedó comprobada más tarde, en su candidatura como Presidente, cuando no pudo citar tres libros que hubiese leído. El hecho despertó oleadas de críticas, exhibiéndolo en la opinión pública como “una persona poco culta”. Sin embargo, el detonante de las críticas fue su carencia de altura política en un foro realizado en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, cuando se mostró incapaz de responder puntualmente los cuestionamientos de los estudiantes, principalmente sobre el manejo de recursos en su gestión como Gobernador, la represión de Atenco y la posterior impunidad de los hechos. Enrique Peña Nieto terminó huyendo de los jóvenes, escondido en los sanitarios del campus. 

La crisis se agravió en los días posteriores, cuando Peña Nieto demeritó los cuestionamientos de la comunidad estudiantil, insinuando que quienes encabezaron las protestas no eran siquiera estudiantes de la Ibero, sino infiltrados. Ello propició el nacimiento del movimiento “Yo Soy 132”, un grupo inicialmente constituido por 131 alumnos de la Universidad Iberoamericana, movimiento que a la postre se volvería una organización nacional impulsada por miles de jóvenes, la cual se encargaría de denunciar el silencio de los medios de comunicación frente a estas propias expresiones, el autoritarismo, la corrupción e impunidad que encarnaba el hoy presidente. Nunca antes en la historia de México se había consolidado una expresión de esta naturaleza, en contra de un candidato presidencial. 

Más tarde, en los debates presidenciales, le fue mal. No pudo desmarcarse de la corrupción de su tío, ni justificar la represión de su gobierno, ni mucho menos justificar los miles de millones de pesos destinados a propaganda, que invertía en las principales televisoras del país, mismas que se encargaban de omitir cualquier expresión en contra de los intereses del candidato, al mismo tiempo que sus analistas y noticieros repartían elogios para EPN.

Su estrategia rindió frutos y salió victorioso en la contienda electoral de 2012. La jornada electoral estuvo plagada de irregularidades, principalmente compra de voluntades y violencia. La elección fue impugnada por el principal candidato opositor y hoy presidente electo, sin embargo, el tribunal electoral desechó todo recurso interpuesto y Enrique Peña Nieto fue declarado ganador de los comicios. “Ganó México”, llegó a expresar EPN. 

Su historial político ya advertía signos de lo que sería su gobierno: más del viejo PRI, aunque Peña asegurara encabezar el rejuvenecimiento de su partido. En una entrevista, a pregunta expresa de Denisse Maerker, aseguró que “el nuevo PRI” existía y que era representado por una nueva generación de actores políticos, entre los cuales destacó a Cesar Duarte, ex Gobernador de Chihuahua, Javier Duarte, ex Gobernador de Veracruz y Roberto Borge, ex Gobernador de Quintana Roo, quienes terminarían siendo los principales exponentes de la corrupción en México y propiciarían la alternancia política en sus Estados. 

Al comenzar su gestión, EPN era aprobado por poco más del 50% de los ciudadanos. Rápidamente echó a andar su agenda de reformas estructurales, apoyado en el Pacto por México, el cual aglomeraba a las principales fuerzas políticas del país. De esa manera, los primeros 20 meses de su gobierno estuvieron caracterizados por la implementación de las reformas, las cuales fueron aprobadas en el poder legislativo, alternando el apoyo de las distintas fuerzas políticas del Pacto por México. Entre dichas reformas, encontramos la Reforma Laboral, Energética, Reforma en Telecomunicaciones, Reforma Hacendaria, Reforma Educativa, el Nuevo Sistema Penal Acusatorio, la Reforma Política-Electoral, entre otras. 

Se les prometió a los mexicanos que con dichas reformas se transformaría al país, lo que no se mencionó fue en qué nos transformaríamos. Por ejemplo, la reforma laboral debilitó al obrero frente al patrón, la reforma energética entregó el manejo de combustibles a extranjeros y propició el disparo de sus precios, la reforma hacendaria destruyó la economía de la frontera, la reforma educativa terminó por parecer más una reforma laboral para los docentes, el nuevo sistema de justicia empodera a los transgresores de la ley. El resto de las reformas eran necesarias para el desarrollo del país, pero, al igual que las primeras, su implementación fue fatal y México no solamente no avanzó, sino que retrocedió. 

El año 2014 quedaría plasmado para siempre en la historia, como la fecha más representativa del debilitamiento institucional de México. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa evidenció el agotamiento de nuestro sistema político, sobre todo cuando la PGR entorpeció las investigaciones del crimen y ofreció una versión de los hechos completamente desmentida por todas las organizaciones internacionales involucradas, a las cuales se les censuró en medios masivos de comunicación. La verdad histórica pudiera sugerir que nuestra institución más confiable, el ejército, participó en la desaparición y probable asesinato de los 43 normalistas. Se ofreció la aprehensión de José Luis Abarca, presidente municipal de Iguala y la renuncia de Ángel Aguirre, el Gobernador de Guerrero, sin embargo, el responsable del ejército, Peña Nieto, no fue alcanzado por la justicia. Una vez más, prevaleció la impunidad. 

No siendo ello suficiente desgracia, la corrupción alcanzó los máximos niveles en la historia de México. Por primera vez, la figura del Presidente en funciones se vio implicada en escándalos de corrupción, cuando una investigación reveló que su constructora favorita como Gobernador, “Grupo Higa”, construyó una casa donde vivían el presidente y la primera dama, valuada en más de 85 millones de pesos, cuya planeación comenzó desde su gestión al frente del Estado de México (facilitando los predios), además, la propiedad estaba a nombre del presidente de dicha constructora, misma que ganó licitaciones por miles de millones de pesos durante el gobierno de EPN, en Edomex. Tanto Enrique Peña Nieto como Angélica Rivera participaron en el diseño de la casa, sin embargo, la primera dama terminó dando la cara por el hecho, a través de un vídeo donde justificaba su poder adquisitivo para adquirir la propiedad. La reputación del Presidente estaba ya en el suelo, omitió incluir “la casa blanca” en todas sus declaraciones patrimoniales.

El 31 de agosto de 2016, la popularidad de Enrique Peña Nieto sufrió un golpe del que jamás se recuperaría. La visita del entonces candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos (Donald Trump) sepultó al mandatario. Donald Trump, quien manejaba un discurso de odio contra los mexicanos y promovía la construcción de un enorme muro en nuestra frontera, fue recibido con “alfombra roja” en territorio nacional, en un ánimo de conciliación entre el gobierno mexicano y el estadounidense. Sin embargo, ese mismo día, ya en territorio norteamericano, Donald Trump volvió a hacer énfasis en la construcción del muro y en que México lo pagaría. Nunca antes la embestidura presidencial había sufrido una humillación de semejante magnitud.  

El rechazo al Presidente era de más del 80% de los mexicanos, según los sondeos. Pero en 2017, el gobierno de Enrique Peña Nieto dejó en claro que estaban listos para ceder el poder en 2018, poniendo así en riesgo todas las reformas estructurales implementadas, reformas por las cuales sacrificaron todo tipo de capital político. Se esforzaron en galardonarse estadísticamente no solamente como el peor gobierno, sino también como el gobierno más impopular en la historia de México. Eliminando los subsidios a la gasolina, se produjo el popularmente llamado “gasolinazo”, disparando los precios de los combustibles y desatando protestas en todo el país, muchas de las cuales derivaron en actos vandálicos que provocaron el desabasto de combustible en todo el territorio nacional. Oficialmente, EPN era rechazado hasta en su partido, su popularidad se estimaba en solamente un 17% de aprobación (las mediciones más pesimistas le daban un 12%).

Llegó el año 2018 y el Presidente efectuó el tradicional ritual para seleccionar al candidato presidencial de su partido, para lo cual promovió reformas a los estatutos del PRI que facilitaron la designación de José Antonio Meade Kuribreña como candidato del Revolucionario Institucional. Pese a ser el candidato con mayores conocimientos técnicos, el principal enemigo de Meade fue el legado de EPN. Fue así como el PRI obtuvo los peores resultados en su historia, volviéndose un partido testimonial en el poder legislativo, la quinta fuerza política y sin poder ganar o retener una sola gubernatura en disputa. 

Ya habiendo destruido a su propio partido, perdido humillantemente las elecciones presidenciales y dejando un México incendiado, el aún titular del gobierno federal decidió ignorar la crisis migratoria vivida en México, producto de la caravana migrante. Quizá creyendo que podría heredarle la crisis al próximo gobierno y debilitarlo, el gobierno federal brilló por su ausencia en el tema, provocando caos entre ciudadanos mexicanos y migrantes. La desorganización y ausencia de EPN propiciaron que nacieran expresiones xenófobas en el país, legítimas manifestaciones ciudadanas, episodios violentos y una grave polarización entorno a la migración. El colmo fue el enfrentamiento entre inmigrantes y autoridades estadounidenses en nuestra franja fronteriza, ante lo cual, una vez más, el ejecutivo calló. Su desprecio por la embestidura presidencial es casi incuestionable. 

El México que hereda Enrique Peña Nieto a su sucesor es un país donde en 2012 el litro de gasolina magna costaba 9.82 pesos y hoy cuesta 19.38 en promedio. Al comenzar su sexenio, la gasolina Premium se pagaba en 10.36 el litro y hoy está en 20.87 pesos, por su parte, el diésel costaba 11.17 por litro y actualmente se paga en 20.04 pesos. 

EPN recibió el dólar en alrededor de los 13 pesos y actualmente se encuentra hasta en 20.50 pesos mexicanos. La deuda pública del país se encontraba en 4 billones al inicio del sexenio y al día de hoy esta deuda supera los 10 billones de pesos mexicanos. La canasta básica es un 25% más costosa. Se generaron alrededor de 4 millones de empleos, sin embargo, la OCDE detectó que se trata de empleos precarios y mal pagados, pues la mayoría de los mexicanos perciben menos de dos salarios mínimos como ingreso. Al término de su sexenio, el salario subió en alrededor de 15 pesos, sin embargo, queda consumido, teniendo en cuenta los aumentos a la canasta básica. En general, el salario real decreció un 13.42%. Hoy los mexicanos ganan menos y deben pagar más para sobrevivir. 

Seguramente se podría realizar una trilogía de esta columna y no alcanzaría para retratar cada uno de los trágicos episodios de este sexenio, sin mencionar que no abordamos capítulos desastrosos como los 122,300 muertos de EPN, la corrupción en su círculo más cercano de colaboradores, “el socavón”, la censura directa a ciertos periodistas, las fosas clandestinas, sus declaraciones desafortunadas entorno a nuestra cultura como mexicanos, la colusión del Estado con el crimen organizado, las fugas de “El Chapo”, el espionaje a opositores y periodistas, el uso político del poder judicial, las cifras de violencia contra mujeres, entre muchos otros temas.

Enrique Peña Nieto deja el gobierno como el presidente peor calificado de México, desde que se realizan estas mediciones. 7 de cada 10 mexicanos piensan que EPN deja un peor país del que asumió. 74% de los mexicanos desaprueba su gestión y solamente un 24% la aprueba, lo cual irónicamente representa un repunte, principalmente por su actitud asumida hacia el presidente electo, durante el periodo de transición, pues en febrero su aprobación osciló entre el 12% y 18%. En suma, el catastrófico desempeño de Peña Nieto lo coloca –cuando menos– como el peor Presidente en la historia moderna de México, aunque algunos lo cataloguemos como el peor de todos los tiempos, no solamente por sus resultados, sino por haber encarnado el desmantelamiento de nuestras instituciones, la corrupción como nunca antes, la violencia incontrolable, la impunidad que nos hizo sentir impotentes y por haberle faltado el respeto a la figura presidencial desde los primeros días de su mandato. Hoy nadie le aplaude al presidente saliente, hasta 
los miembros de su partido exigen hacerle pagar factura y enviarlo al basurero de la historia. 

Javier Iván Maldonado Preciado es egresado de la Licenciatura en Administración Pública y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Baja California, campeón nacional de investigación política y ex Presidente del Parlamento de la Juventud del Estado de Baja California.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

 

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