MÉXICO 11 DE MAYO 2018 (LA SILLA ROTA).-El caso de Ricardo Alemán amerita ser revisado con especial cuidado.

Las redes están pobladas de personeros y lenguajes bajunos y ofensivos, y en ellas pasamos gran parte de nuestras jornadas. De hecho vamos viendo normal lo que no lo es y podemos, incluso, mimetizarnos en lenguaje y hasta en agresividad.

Creo que fue lo que le sucedió a Alemán en perjuicio de su papel de periodista. Optó por un carácter más protagónico y directo, se calzó los guantes y se subió al ring, asumió el sitial de actor en la contienda o vocero inorgánico de parte interesada y se lió a golpes con el primero que se cruzó en su camino.

No midió bien las consecuencias de reenviar un posteo que pretendía ser gracioso pero contenía manifestaciones delicadas en un clima electoral sumamente convulsionado y combustible.

Fue Nietzsche quien dijo que quien caza monstruos termina convirtiéndose en uno.

Prestigio hecho pedazos
Sin querer o queriendo Alemán cedió la pluma de periodista por la de posteador en redes y hoy paga las consecuencias.

La diferencia de él, en tanto aguerrido cibernauta y sus enemistades es que aquellas cazan en manada.

Y allí es donde, creo, viene la parte más alarmante, sin restarle méritos a todo lo anterior.

Una maquinaria bien aceitada, presta, ágil en sus reacciones y coordinada hizo acto de presencia y se regordeó en convertir al periodista en carne de cañón hasta no dejar nada de él.

Inmisericordes y sin medida, acríticos y sanguinarios levantaron prestos la pira donde lo quemaron en leña verde bajo el aplauso febril de una masa acrítica de Likes.

Sus programas en Televisa y Canal Once fueron cancelados, su participación en Milenio renunciada por el propio Alemán, su prestigio, bueno o malo, hecho pedazos, su honra mancillada.

Todo ello de manera sumaria, fulminante y ante un tribunal que no admite defensa ni apelación.

No es la primera vez que vemos esta especie de juicios paralelos, en los que mediáticamente se hace añicos a una persona aún antes de ser acusada formalmente e incluso de saber de qué se le acusa y poderse defender.

Errores
Personajes del mundo intelectual, periodistas, académicos y gente de medios suelen asumir las sentencias de estos juicios paralelos como verdad jurídica y expresar su opinión tajante sin conocer, siquiera, los pormenores del caso.

En repetidas ocasiones y foros diversos Héctor Aguilar Camín, por citar un ejemplo, ha calificado a Jaime Rodríguez Calderón como un delincuente electoral basado en declaraciones de Consejeros Electorales, criticando, incluso al Tribunal sin haber leído un renglón de su sentencia. Le basta con lo que lee en los medios.

No defiendo a Rodríguez Calderón, pero sí le digo a Aguilar Camín que de eso por lo que pública y airadamente condena al hoy candidato no ha sido probado en juicio y siquiera sometido a la justicia.

Trejo Delabre, a quien le guardo especial afecto, está convencido que el Tribunal, en el mismo caso, violentó la ley, cuando fue exactamente lo opuesto: quien violó la Constitución y los derechos del ofendido fue el INE y al Tribunal no le quedó de otra que restituirlo en sus derechos. Podremos o no compartir el fallo del Tribunal, pero de ahí a que sea violatorio de la ley media un largo trecho.

Regresemos a Alemán. Lo que vimos en vivo la semana pasada le puede pasar a cualquiera, con o sin razón, pero en total estado de indefensión.

Patíbulos públicos para una masa enardecida ávida de sangre.

Ejércitos cibernéticos y hasta robóticos desplegados en batallas mediáticas entre los malos, designados, juzgados y condenados por ellos; y los buenos sin rostro pero con poder destructor.

Cuidado

PS.- Reitero, como lo señalé en su momento, que condeno lo retuiteado por Alemán y cualquier manifestación con ese cariz. Pero veo, también, la otra cara de esta lamentable moneda de cambio de curso legal en nuestra desastrada democracia.