Coaligados y subordinados
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Coaligados y subordinados

TIJUANA BC - martes 19 de diciembre de 2017 - Víctor Alejandro Espinoza.
1937

Transiciones
Por: Víctor Alejandro Espinoza

TIJUANA BC 19 DE DICIEMBRE DE 2017.- Sin alianzas electorales parece imposible ganar una elección. Esto lo ha interiorizado la clase política mexicana. Lejos se ven los tiempos cuando una sola organización política podía darse el lujo de ir a una contienda sin pactar con otros partidos. Es una condición compartida de las democracias políticas: aliarse para conseguir el poder. Por eso desde que en México las elecciones fueron cada vez más disputadas, y esto inicio en 1997, los partidos políticos decidieron aliarse para estar en posibilidades de triunfar. Se acabaron los tiempos del partido hegemónico y transitamos a un periodo de partido dominante, que también ha terminado de sucumbir.

Las fuertes identidades partidistas se perdieron conforme se consolidaron las democracias liberales. Las organizaciones políticas se movieron al centro del espectro ideológico, como única vía para acceder al poder. Un partido obrero que sólo apelara a las necesidades de los trabajadores perdería otras bases de apoyo, como las clases medias. Lo mismo sucedería con los partidos católicos o agraristas o empresariales. Las bases de apoyo serían muy limitadas. 

La necesidad de diluir la identidad partidista y el discurso centrista acabaron por igualar a los partidos. Por eso es tan cierto el dicho popular de que “todos son lo mismo”, es decir, todos prometen lo mismo, todos postulan que remediaran todos los males sociales. La única diferencia está en la imagen; para diferenciarse buscan el salir bien en la foto o en encontrar algún “callo” que pisarle al adversario: sacarle los trapitos sucios al sol. La “guerra sucia” como instrumento privilegiado para ganar.

Las coaliciones son de distintos tipos: electorales, de gobierno o parlamentarias. No conocemos en México a las segundas, solo las electorales o las parlamentarias. Casualmente, las más importantes serían los gobiernos de coalición, en los que se suscribe un programa de gobierno y cada fuerza tiene asignado un lugar en el gabinete que no depende del Ejecutivo para su continuidad. Las coaliciones que hoy vemos en el panorama político nacional son simplemente alianzas electorales.

Una de las principales características de las coaliciones electorales actuales es que son encabezadas por un partido fuerte y un par de pequeños partidos. En el caso de las tres que se han constituido para disputar la Presidencia de la República, esta situación es muy clara. Incluso el candidato es designado por el partido hegemónico; no se arriesgan a un método de selección más abierto que pudiera poner en peligro la candidatura ya definida. En el caso de la coalición entre el PRI/PVEM y PANAL inclusive la llaman formalmente “Meade Ciudadano por México”. No queda el menor asomo de que incluso el programa será definido por el Revolucionario Institucional.

Por los rumbos de la alianza ‘Por México, al Frente”, integrada por el PAN/PRD y MC, las cosas son muy similares. Se le calificó como una coalición “antinatura”, por la unión de un partido de la derecha tradicional con uno de izquierda; y que supuestamente diferían en asuntos centrales de un posible programa de gobierno. Finalmente, el PAN impuso a su candidato: Ricardo Anaya. Para la definición del programa tiene “mano” Acción Nacional.

Por último, “Juntos Haremos Historia”, la integran MORENA/PT y PES. Ha recibido todas las críticas por la unión del “agua y el aceite de ricino”: se habla de la convergencia de la ultraizquierda y la ultraderecha, sobre todo en asuntos delicados como la concepción de la vida o de la familia o la religión; pero el programa lo impondrá MORENA, lo mismo que al candidato. No hay ninguna duda. Es una alianza en la que todos los integrantes ganan. Andrés Manuel López Obrador no puede darse el lujo de perder la tercera elección. Y los votos del PES pueden ser la llave que le abra las puertas de Palacio Nacional. 

Así, las coaliciones pese a ser electoreras, son el único camino que conduce a la Presidencia de la República. Es una aventura pragmática y no principista. Lo que ceden los partidos mayores es lo mínimo y la inversión parece poca para lo que pueden ganar. Mientras no cambie el régimen político y el sistema de partidos parece que no se pueden desatar las amarras de estos matrimonios por conveniencia.

Director del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: [email protected]. Twitter: @victorespinoza_

Página WEB; www.victoralejandroespinoza.com

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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