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Los riesgos políticos

TIJUANA, BC - sábado 11 de febrero de 2012 - Gilberto LAVENANT.
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Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT


Para quienes andan  desesperados por lograr ser postulados por el partido en el que militan e incluso ya se sueñan sentados en uno de los cómodos sillones de las cámaras alta o baja del Congreso de la Unión, habría qué advertirles que los comicios de julio del 2012, son de los más inciertos de la llamada democracia mexicana a nivel nacional.

Cuando el PRI era gobierno, por la buena, o por las malas, quienes eran postulados por el partido tricolor, invariablemente llegaban a ocupar el cargo público al que aspiraban. A partir de 1989 en Baja California y en el 2000 a nivel nacional, las cosas cambiaron totalmente. A partir de entinces, los riesgos políticos son enormes. No hay nada seguro.

A los panistas, les ocurrió, al menos hasta hace poco, lo que disfrutaron los priístas durante tantos años. Individuos grises, sin ningún antecedente político, por el simple hecho de ser postulados por el partido blanquiazul, resultaban triunfadores en los procesos electorales.

Nunca nadie quizo entender y reconocer, que no ganaba el PAN, que perdía el PRI. Que los triunfos electorales no se debían al carisma, presencia, capacidad y trayectoria política de los postulados, sino a la intensidad del antipriísmo, y luego al antipanismo. El fracaso electoral del PAN en los comicios locales de Baja California, en el 2010, que desconcertó tanto a los derrotados, como a los triunfadores, fue una evidente muestrade todo esto.

Los panistas no lo podían creer. Acostumbrados, como antes lo estuvieron los priístas, a elecciones de “carro completo”, les resultaba insólito e incomprensible el fracaso. El Gobernador Osuna Millán manifestó su desconcierto de que hubiesen sido derrotados sus candidatos, incluso en zonas reconocidas como panistas. Luego, tratando de justificarse, diría que las clases medias le dieron la espalda al PAN.

No entendieron entonces y ojalá ahora lo entiendan, por salud de ellos, que no se pierde, ni se gana, por simple suerte o según el estado del tiempo. Los electores, son seres pensantes, muchos de ellos silenciosos, que a la hora de votar deciden si lo hacen “por melón o por sandía”, pero la decisión no es ni caprichosa, ni inconsciente. Por el contrario, es una decisión razonada, basada en el coraje, la frustración o la gratitud.

Los políticos suponen, ingenuamente, que los ciudadanos comúnes y corrientes, no se percatan de sus fechorías, de sus excesos, de sus enriquecimientos indebidos y exagerados, del trato déspota que les brindan estando en el poder, de la poca o nula oportunidad de participar en la toma de decisiones.

Así como de grano en grano, se forman las inmensas playas, de voto en voto, en un sentido, o en otro, se determinan los pareceres, el sentimiento popular, el coraje, hacia determinado partido político, o hacia determinado personaje. Las cosas no resultan de un mero milagro, ni por buena o por mala suerte. Los triunfos o fracasos, derivan de un largo proceso.

Por otra parte, cuando el PAN era simplemente oposición, su padrón era sumamente reducido y la mayoría de sus miembros, aunque muchos de ellos identificados con el sector empresarial, eran de condición económica muy modesta. Batallaban para completar las planillas de candidatos, tenían que andarles rogando y pocos, realmente muy pocos, accedían a sacrificarse. Era realmente un sacrificio, dejar temporalmente sus empleos, para lanzarse a una aventura política cuyo final generalmente era el fracaso, la derrota.

En cambio, los priístas, “suertudotes”, hasta con los ojos cerrados se apuntaban para ser postulados y estaban dispuestos a arriesgar tiempo y capital, pues sabían de antemano que triunfarían, que llegarían a ocupar puestos de elección popular, que percibirían magníficos salarios y que disfrutarían de muchas prerrogativas y que harían negocios, gracias al cargo público y que una vez iniciada su carrera política, les esperaban muchos años de abundancia.

A partir del triunfo de Ernesto Ruffo Appel contra la priísta Margarita Ortega, que hoy en día se entiende que no ganó propiamente la ruffomanía por si misma, sino por una serie de factores, entre ellos el antipriísmo que se había venido generando durante decenas de años y un “empujoncito” que le dió el salinato, por conveniencia de don Carlos en sus perspectivas internacionales, las cosas cambiaron, “se volteó la tortilla”, pues. Aunque ahora se sigue instiendo en que Ruffo ganó solamente por su enorme carisma, la verdad es que si no hubiera sido por Salinas de Gortari, el PAN seguiría siendo simple oposición.

Por cierto, a lo que temen los panistas, es precisamente a retroceder en el camino, a verse reducidos a simple oposición, a resignarse a ser meros críticos desempleados, marginados de los grandes negocios que se hacen a la sombra del gobierno. Eso si es terrible para cualquiera. Ellos saben perfectamente que vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error.

Así es que la contienda se basará en la lucha del PAN por no perder las canonjías de las que han disfrutado durante 12 años, y en la del PRI por volver a disfrutar las que tuvieron durante 70 años. No son simplemente votos, sino dinero, mucho dinero. La política, es mucho mejor que un pozo petrolero. La explotan, unos y otros, y sigue produciendo ricos.

Pero ese es el dilema y de donde se deriva esta incertidumbre. Los panistas aún conservan la esperanza de obtener triunfos electorales en el 2012, pese al lastre político de los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón. Se apuntan para la contienda, están dispuestos a arriesgar capital, tiempo e imagen personal, porque han comprobado que cuando se triunfa, vale la pena correr el riesgo. Además, teniendo aún en sus manos los programas sociales, los paquetes de inversión en obras, las ventanillas gubernamentales de trámites para todo tipo de servicios o empresas, consideran que todavía tienen “la sartén por el mango” y que eso les da ventaja para obtener el triunfo electoral. Si vuelven a perder, como en el 2010, vendrán las frustraciones y las deserciones.

Los priístas, basan su esperanza en tener como candidato a la Presidencia de la República, a un candidato carismático, que pese a sus errores, sigue ocupando los más altos “raiting” en todas las encuestas. Sienten que pronto volverán a la senda triunfadora. Por ello han roto “el cochinito” y van a invertir sus ahorros para lanzarse a esta aventura política que les parece resultará favorable. Si pierden, lo lamentarán toda su vida. Son enormes los riesgos.

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