"Plaza Cívica"
Fernando Núñez de la Garza Evia
www.plaza-civica.com @FernandoNGE
Empiezo esta columna con el anormal anuncio de que será la primera de cuatro columnas sobre la controvertida figura de Andrés Manuel López Obrador. Desde hace años nos es imposible hablar de política mexicana sin hablar de AMLO. El líder tabasqueño no es un político tradicional, sino un espécimen muy diferente al resto. Este tipo de políticos atípicos son producto de contextos sociales muy específicos que resultan necesarios analizar para responder a la pregunta “¿por qué?”… y dejar de sorprendernos.
En el México de hoy, dos son los problemas que más agravian: corrupción y pobreza/desigualdad. Claro, está además la inseguridad, pero ésta no se asocia directamente con la injusticia social, ya que afecta a todos y por ello no sirve para un discurso de “ustedes vs. nosotros”. La izquierda populista representada por AMLO nace de ambos agravios creados en gran parte por las élites, y como su hijo ha hecho uso de manera natural de ellos. A diferencia de otros partidos, AMLO es el único que habla de ambos temas e inclusive los ha puesto en la misma bolsa… ya que pertenecen a la misma bolsa.
En el primer tema de la corrupción, aunque efectivamente el mexicano “de a pie” pone diablitos para robar luz, da mordidas para agilizar trámites, o compra piratería en las calles, hay sin embargo un trasfondo de necesidad producto de la falta de oportunidades, lo cual en una medida lo termina justificando. Por ejemplo: en una reciente encuesta de AMAFORE, el 71% de los trabajadores informales dijeron estar dispuestos a entrar a la formalidad por un sueldo menor a 10 mil pesos mensuales y ciertas prestaciones. Ojo: menor a 10 mil pesos. El “robo” de un mexicano normal no es comparable con la corrupción medida muchas veces en miles de millones de pesos en que incurren las élites nacionales (políticas, empresariales, sindicales), robo hecho por gente sin necesidad, cuyas tajadas vienen de manera repetida del dinero público, y que tienen una mucho mayor responsabilidad social.
En el segundo tema de la pobreza/desigualdad, esta es en parte producto de la ineficiencia en el gasto y desvío del dinero público. Sin embargo, esa no es toda la historia. Hay también un ángulo que tiene que ver con la implementación de políticas públicas que por décadas han mantenido el ingreso del trabajador mexicano en el suelo. La indexación del salario mínimo era una de estas políticas, ya terminada. Aún así, otra política nociva la podemos ver en la reciente inversión realizada por BMW en San Luis Potosí, donde han creado mil 500 puestos de trabajo. Todo bien hasta ahí, solo que el contrato laboral firmado con la CTM y el gobierno mexicano estipula un salario inicial de $1.10 dólares en la línea de ensamblado, cuando el promedio salarial para ese mismo trabajo en México es de $2.04 dólares. ¿Y cuánto gana un trabajador en Brasil? 11.04 dólares. ¿En Alemania? $52 dólares. Los bajos salarios no tienen justificación, y son en parte producto de la corrupción. El muy reciente esfuerzo por subir el salario mínimo por parte de gobierno y empresarios probablemente tiene como desafortunado incentivo el peligro que ven en AMLO y el 2018, aunque tal vez muy tarde.
AMLO y su populismo son producto de malas prácticas y políticas públicas realizadas por décadas por las élites nacionales, las cuales han causado una profunda injusticia social y un justificado agravio personal. El fenómeno AMLO es hijo de este contexto, del cual se ha amamantado y continuará amamantándose. El PAN y PRI son en parte los padres de AMLO, y como sus padres solo tienen parte del ADN necesario para representar la actual coyuntura, pero no todo. Sobre la incapacidad natural de ambos partidos para representar el actual contexto mexicano hablaremos en nuestra siguiente entrega.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.
