México, y el terco desafío
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México, y el terco desafío

Tijuana BC - jueves 13 de abril de 2017 - Fernando Núñez de la Garza Evia.
1432

*.- De nuestro apartheid social

"Plaza Cívica"
Fernando Núñez de la Garza Evia
www.plaza-civica.com @FernandoNGE  

Los mexicanos hemos estado históricamente divididos. Los orígenes de tal fragmentación han variado con el paso del tiempo, aunque sus consecuencias siempre se han traducido en una comunidad débil incapaz de enfrentar efectivamente las amenazas externas y los retos internos. Terminar con el divide et impera social es nuestro actual gran desafío.

Durante los trescientos años del Virreinato de la Nueva España vivimos bajo la división de castas en las llamadas repúblicas de españoles y de indios, cada una con sus propias normas y costumbres. En el S. XIX México heredó una tierra claramente segregada en términos raciales (españoles e indios), étnicos (españoles y las distintas comunidades de naciones indígenas), y sociales (españoles ricos, indígenas pobres). La raíz de nuestra debilidad para hacerle frente a las continuas amenazas externas fueron todas estas divisiones y su subsecuente falta de identidad común, impidiéndonos construir un Estado nacional. Puesto en palabras del gran Vicente Riva Palacio: durante el Virreinato comenzamos “una nueva raza para formar la nacionalidad mexicana”, pero “…toda tentativa de independencia era infructuosa mientras el cruzamiento de razas no produjese un pueblo nuevo, exclusivamente mexicano.” No es raro que la más distinguida generación de mexicanos, los liberales de la segunda mitad del S. XIX, haya estado compuesta por indígenas puros (Benito Juárez), una mayoría mestiza (Porfirio Díaz, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez) y criollos (Sebastián Lerdo de Tejada), todos dejando atrás sus identidades indígenas/españolas y unidos en una idea común: la mexicanidad. Y no es casualidad que haya sido precisamente esta generación la que sentó las bases -mediante la pluma y la guerra- de un moderno Estado propiamente mexicano.

Para inicios de la Revolución Mexicana, y después de casi 400 años de sucedida la Conquista, habíamos logrado el largo anhelo de superar las divisiones raciales y étnicas mediante el mestizaje, lo cual iría de la mano de la construcción de un nuevo Estado mexicano nacido de las cenizas de la guerra civil. Sin embargo, ese segundo gran desafío, el de las divisiones sociales, seguía pendiente, por lo que los constituyentes de 1917 escribieron la primera Constitución en el mundo que plasmaba derechos sociales. Sin embargo, ese pendiente… sigue pendiente.

La democratización del país trajo como consecuencia que los derechos individuales floreciesen de manera automática, ya que no necesariamente requieren de una Estado consolidado que los haga valer. Pero la parte de los derechos sociales sigue siendo el gran pendiente nacional, ya que inevitablemente requieren de un Estado fuerte que intervenga para hacerlos realidad. Ese Estado no lo hemos terminado de construir, y lo que tenemos se encuentra cubierto de corrupción (¡precisamente porque no hemos construido las instituciones que la combatan!). La plaga que representa la pobreza se ha mantenido básicamente igual en los últimos 25 años, inclusive aumentando de 2012 a 2014 de 53.3 a 55.3 millones (CONEVAL). El exceso que representa la desigualdad ha traído como consecuencia que el 1% tenga el 43% de toda la riqueza del país (OXFAM - México). Sus consecuencias inclusive las podemos ver en nuestra manera de hablar: mientras que los ciudadanos le hablan de “usted” a sus candidatos políticos, los candidatos le hablan de “tú” a sus ciudadanos, confundiendo al empleador del empleado.

En la reciente y premiada película “Enemigo de Todos”, el personaje principal comenta: “He sido pobre toda mi vida, es como una infección que pasa de generación en generación. Pero no mis hijos, ya no más”. Hemos resuelto el problema de las divisiones raciales/étnicas (con secuelas mentales en algunas élites mexicanas), y ahora debemos resolver el del terco apartheid social. Millones de familias mexicanas han sufrido de este virus durante siglos, y México en su conjunto lo ha padecido desde siempre. Pero para las siguientes generaciones, hay que decir: ya no, ya no más.

Lic. en Derecho, Universidad Iberoamericana (CDMX). Posgrados en Estudios Internacionales, y Administración Pública y Política Pública, ITESM (CDMX). Columnista nacional. Creyente en el debate público como medio para lograr un mejor país. Cachanilla, bajacaliforniano y mexicano. Comprometido con México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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