Columna 
Dr. Marco Antonio Samaniego López *

TIJUANA BC 27 MAYO 2016.- Las campañas están por terminar en la entidad. Como señalamos en una columna anterior, las encuestas dan como ganador a quien cubrió los costos de las mismas. Las del PRI dan como ganador a su candidato, los del PAN, lo mismo. Gastón Luken, por la vía independiente, manifiesta que su ventaja es mínima, pero la victoria casi segura. Otros, muestran un incremento notable de Julián Leyzaola. En fin, en cualquier caso, cada quien cree en la encuesta que desea. 

Lo que llama la atención es que a pesar de  que todos anuncian su victoria, nadie se atreve a colocar un alto  porcentaje de votos a su favor. Tampoco se menciona el grave problema que se presenta en las elecciones denominadas como intermedias: el abstencionismo. 

Las razones de la negativa a votar dan pie a numerosas interpretaciones. Por un lado,  falta de interés de los ciudadanos. Otro, los argumentos poco atractivos de los candidatos. Así mismo, la idea de que de todos modos no va a pasar nada. En función de la condición de frontera en que vivimos, el tema de que a muchos les  interesa la credencial de elector como identificación, pero dados los procesos migratorias hacia el vecino del norte o de regreso hacia sus lugares de origen, genera la poca atención a los asuntos electorales. 

Las razones son tan  variadas como incidentales. Lo evidente en los últimos años es que quien gobierna, lo hace con índices de participación muy bajos. Los argumentos en relación a la representación ciudadana quedan en duda en función de  que las cifras revelan un limitado apoyo directo.  ¿Cómo generar confianza en los procesos de representación? 

Los partidos políticos apelan al llamado voto duro. Aquellos ciudadanos que sin importar el candidato,  sufragan  a su favor. Sin embargo, esa forma de denominarlo, no permite ver su significado. Es decir, acuerdos de organizaciones  comprometidas  a cambio de algunos beneficios, sindicatos  o gremios de transporte que se asocian para mantener el control de rutas. Todo un proceso de arreglos que vincula los procesos de producción con la política. Los espacios públicos se deciden en  función de estos arreglos formales o informales que representan un privilegio sobre otros. En el ámbito de la burocracia, empleos o puestos para ciertos  organismos o individuos que han apoyado tradicionalmente las campañas. Dicho de otra forma, el voto duro es también una  carga para la sociedad en relación directa a que el voto seguro,  tiene una razón de ser. No es tan duro, es negociación. 

Por ello, hay una base electoral que les permite salir a decir que cuentan con cierta cantidad de votos. Pero el costo social, dependiendo del rubro,  se puede encontrar en los compromisos a futuro. Un voto seguro que  resulta condicionado y que al momento de aplicar políticas públicas,  son un freno a los intentos de mejora de las condiciones de vida de toda la sociedad. No es, pues, de gratis. 

¿Se apuesta a los acuerdos que no aparecen en las campañas y que deciden el espacio social en que nos desarrollamos todos, como forma de comprometer el futuro, a cambio de votos ¨duros¨, en espera de  que la abstención siga tan alta como en los últimos años? ¿Será la razón de las campañas insípidas que hemos presenciado? Lo insípido de los argumentos, lo repetido de las frases, la falta de proyectos en los que se comprometan, indica que las decisiones pueden enmarcarse en ese sentido.  Los candidatos  no parecen contar, por ello tantas banderitas y tan pocos mensajes. Frases con slogans salidos de cuartos ¨de guerra¨   de promoción y no de proyectos políticos estructurados a largo plazo. El voto duro no permite los compromisos, si no se les cumple lo prometido, se van.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México. Su tesis doctoral, Los ríos internacionales entre México y Estados Unidos, fue galardonada como la mejor tesis en el año 2004 por la Academia Mexicana de Ciencias.