Una mujer camina por las calles
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Una mujer camina por las calles

MÉXICO DF - martes 15 de marzo de 2016 - La Silla Rota.
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Columnista: La Silla Rota              
Por: María Teresa Priego 

Es un mediodía soleado en la Ciudad de México. Una mujer 

camina. Se dirige a un café, a su trabajo, a la casa de una 

amiga. ¿En qué irá pensando? No camina tensa y en alerta. No 

va a la defensiva mirando hacia todos lados como si viviera 

en estado de sitio. Camina confiada como suponemos es el 

derecho de todo ser humano en las calles de la Ciudad de 

México. Ya no, es cierto. Podrían, por ejemplo, asaltarla.
 
Les sucede a los hombres y a las mujeres ese riesgo continuo 

de ser asaltados. Les sucede que la agresión irrumpa de 

golpe, en cualquier esquina. Y ese día que se deslizaba 

sosegado se quiebra con la irrupción de la violencia. Sin 

embargo, ella camina. Todas/os caminamos. Todas/os tenemos 

el derecho de caminar tranquilamente por las calles a las 

14:30 de la tarde. Y a cualquier hora. Hombres y mujeres 

vamos a trabajar, nos reunimos a tomar un café, entramos y 

salimos de una librería. Esperamos el autobús. Tomamos el 

metro. Estamos vivos, ¿no es cierto? Nos desplazamos.
 
En un video miramos a la mujer caminar. De pronto, un hombre 

llega por detrás, se inclina, levanta la falda de esa mujer 

que sólo camina por las calles -¿cómo si fuera su derecho?- 

le baja la ropa interior y la empuja. Miramos a esa mujer 

caer al suelo. Allí, a mitad de una banqueta soledada en ese 

mediodía en la Ciudad de México. El hombre -aún no 

identificado- sigue su camino, corriendo. Hacia otras 

mujeres, hacia otras faldas, hacia otros abusos. ¿Por qué no 

lo haría? ¿Quién lo detiene a él que se autonombra el dueño 

de las calles?
 
LA “SOSPECHOSA”
 
Se llama Andrea Noel y es periodista. Pero también se llama 

Guadalupe, Mariana, Rosa, Valentina. Es maestra, estudiante, 

ama de casa, abogada. Podría ser una niña, una adolescente, 

una adulta. La mujer se pone de pie tan rápido como puede. 

Camina. Se detiene. En una entrevista con Ciro Gómez Leyva 

declaró que en ese momento se dijo: “¡No!” Supongo: “No 

puedo permitirlo. No puede quedarse así”. Comenzó a 

fotografiar las cámaras de seguridad que daban hacia esa 

calle. Acudió a los vecinos y les solicitó que le 

permitieran revisar las pantallas de sus cámaras de 

seguridad. Le abrieron la puerta y la apoyaron en su 

búsqueda.
 
También esa solidaridad sucede en la misma ciudad. En este 

mismo país de ciudadanas/o indignadas/os. Hartos de la 

impunidad que entrega las calles a la delincuencia. Que 

entrega a la delincuencia nuestras más elementales 

libertades. En el caso de las mujeres –además- amenazadas 

por los delitos específicos que se cometen contra nosotras, 

por el sólo hecho de ser mujeres. El acoso sexual es en 

México una forma constante y recurrida de violencia.
 
Andrea no sabía cómo trasladar ese video -que significaba la 

evidencia- hacia un teléfono celular. Grabó la secuencia de 

la pantalla de una cámara de seguridad en su teléfono. Antes 

de acudir a la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales, 

subió el video denunciando la agresión a su cuenta de 

twiter. Rachel Miserachi, una compañera suya, periodista, 

escribió una nota retomando su denuncia. En twiter, el video 

y la nota se convirtieron en virales. Gran parte de las 

respuestas que recibió fueron de apoyo.
 
Todo lo anterior, como podemos observar es muy “sospechoso”. 

¿Una mujer agredida a mitad de una banqueta? ¡Nunca antes 

escuchamos hablar del tema! ¿En México? ¿En la Ciudad de 

México? Al parecer, jamás visto. Los espacios separados en 

el metrobús y en el metro fueron –como ya sabemos- creados 

en un mero afán segregacionista que nadie se explica. Y 

resulta que las cámaras de seguridad que están allí justo 

para tomar registro de situaciones de violencia cumplieron 

su objetivo y grabaron la agresión. Inaudito.
 
La veracidad de la agresión contra Andrea ha sido puesta en 

duda en algunos casos, en otros –muchos- en las redes 

sociales se preguntan, ¿por qué no le hicieron más, dado que 

se lo “merecía”? Se le ocurrió pedir que la ayudaran dándole 

acceso a las cámaras. Más sospechoso. Tuvo el valor de hacer 

una denuncia de inmediato en twiter mostrando la violencia 

de la que fue víctima. Qué bárbara, además de falseadora, 

impúdica. Una compañera periodista la apoyó, no porque se 

trataba de una denuncia indispensable (por ella, y por 

todas), sino porque ambas fraguaron un plan para arruinar el 

8 de marzo en el país de los derechos y las libertades.
 
En realidad, los cómplices tuvieron que ser varios: Andrea, 

el acosador, la amiga, la persona que vive en el edificio de 

la cámara de seguridad que grabó la agresión. Las personas a 

las que contrataron para que no caminaran por la misma 

calle. El policía que no apareció. El conserje que les 

mostró las pantallas quizá no es cómplice, a él lo 

engañaron. La misoginia no existe en este país. Sólo que así 

se activan los complots de las redes “feminazis”, cuya 

misión en el mundo es inventar todo tipo de violencias: 

acosos, violaciones, secuestros, asesinatos.
 
Feministas (lo retomo porque su activismo es parte de lo que 

converte a Andrea en la sospechosa número uno de la agresión 

de la cual fue víctima) y millones de mujeres que no se 

consideran como tales, viven en México una crisis paranoica 

de dimensiones cósmicas. Me imagino. No hallan nada mejor 

que hacer, las pobres, sino inventar que los depredadores 

sexuales existen. Y que su existencia acota sus más 

inalienables libertades.
 
Andrea es una mujer valiente, firme, con un discurso 

articulado. Habla por ella y habla por cada una de nosotras. 

Posee ventajas sociales que le permiten acceder a una voz 

pública, y desde allí se suma a las denuncias que decenas de 

miles de mujeres en México expresan todos los días, se 

atrevan a llegar o no a la Fiscalía Especializada en Delitos 

Sexuales, tengan o no acceso a una voz pública.
 
Andrea en la entrevista con Ciro: “El mío no es un caso 

excepcional, pasa diario, y ayer le sucedió a cientos de 

mujeres este tipo de hecho, pero tienen trabajos a los 

cuales llegar, tienen familias que cuidar y su último 

pendiente es estar cuatro días haciendo un escándalo 

público, tratando de traer este tema al público”. Julio 

Hernández en Astillero: Andrea está dando visibilidad a lo 

que ocurre a las mujeres todos los días en la Ciudad de 

México, casi sin eco mediático”.
 
LA MISOGINIA SE DESATA
 
Si bien la mayor parte de la respuesta en redes sociales fue 

de apoyo, las opiniones de muchos twiteros y twiteras nos 

revelan la parte más siniestra de una cultura que no logra 

resolver –y no lo hará mientras tendamos a naturalizar y/o 

legitimar cualquier forma de violencia contra las niñas, las 

adolescentes y las mujeres- el inmenso conflicto interior y 

colectivo que nutre y sostiene los delitos y los crímenes 

misóginos: el odio contra la feminidad.
 
No es un odio de los hombres contra las mujeres, es un odio 

de personas misóginas, que en su gran mayoría pertenecen al 

sexo masculino, odio que comparten cantidad de mujeres. 

Intentemos entonces extraer los discursos -que atacan a 

quienes denuncian y defienden sus derechos- de la idea-

trampa de una lucha de sexos descarnada en el todas contra 

todos. Ese deslizamiento de lo particular a lo general, se 

convierte en un arma peligrosa que niega la realidad y 

deslegitima las palabras y los actos que la nombran e 

intentan transformarla. ¿En qué? En un mundo habitable para 

todas/os.
 
LAS PUESTAS EN ESCENA DEL AMO
 
Hay quien diga que la agresión sufrida por Andrea es una 

puesta en escena planeada por ella. No lo creo ni 

remotamente, pero si así fuera, cantidad de respuestas a sus 

denuncias en redes y en entrevistas televisadas, fueron de 

una brutalidad y una misoginia tan alarmantes, que queda 

allí, por escrito, justo lo que se intenta negar. La puesta 

en escena sí existe, y es la de el amo. La puesta en escena 

de una imaginaria superioridad misógina, contra una 

feimnidad a la que pretende inferior y a la que de mujer en 

mujer se otorga el derecho de invadir y denigrar.
 
Botones de muestra:
 
“Maldita perra. Las mujeres deberían estar en su casa, 

cuidando a sus hijos. Si ese hombre hizo algo fue porque tú 

lo provocaste usando ese vestido tan corto. Es tu culpa y 

espero que la próxima vez no sólo te hagan eso, sino que te 

violen para ver si así aprendes tu lugar como mujer. Puta”.
 
“Hago una disculpa por este medio por mi acto tan bajo, la 

próxima vez te voy a violar”.
 
“Puta güera de mierda. Por tu culpa me suspendieron. Cuando 

te vea no sólo te voy a levantar la falda, te voy a matar. 

Puta”.
 
“No mames!! Ojalá encuentre a este cabrón para darle un 

premio y una copa de héroe anónimo. Tú merecías una 

violación”.
 
“Oh, tú déjate querer y no la hagas de pedo. Antes di que 

alguien disfruta de ver tu cuerpo”.
 
“Lo que te hicieron lo mereces por ser mujer, eres una 

perra, una puta que cualquier hombre puede tomar cuando le 

plazca, para la otra espero que te sodomicen por puta”.
 
“No es cierto, eres basura. Las mujeres que andan en 

vestidos cortos como los que usas, mercen que las violen o 

las maten a pedradas, así como lo estipulan las sagradas 

escrituras”.
 
¿Qué quiere un ser humano que se encarna en amo? Controlar, 

dominar, acotar lo más posible la libertad de reflexión y 

movimiento de aquellas/os a quienes en su imaginario elige 

como sus esclavos. Poseerlos. Arrancárles su dignidad, su 

alma, su cuerpo. El amo misógino intimida, amenaza, acosa. 

Mata. O amenaza con matar. Su odio es una revancha ciega 

contra la feminidad. La puesta en escena (en el sentido 

psicoanalítico) de una revancha. ¿No se controla? Pues que 

aprenda a controlarse, porque el acoso sexual es un delito 

tipificado como tal.
 
El amo misógino escribe mensajes y/o los actúa. Las mujeres 

están a su disposición. Son cosificables, intercambiables, 

desechables. Y es un gozo denigrarlas. ¿Qué hay de tan 

terrible para ellos/as en la denuncia de Andrea? ¿En sus 

palabras? ¿Qué hay de tan imperdonable capaz de desatar esa 

brutalidad? ¿Que no se quedó callada? ¿Que no corrió a 

hacerse bolita y a llorar en su cama? ¡La muy marimacha! 

Quiere que se identifique y se detenga a su agresor. Exige 

justicia. Su valentía ataca las bases mismas del discurso 

que sostiene –aún- la existencia de los amos misóginos. Se 

lo agradezco. A ella como a cada mujer, a cada hombre 

dispuesta/o a levantar la voz para construir una cultura de 

respeto.
 
Miren lo que sucedió. El estallido. ¿Ya les dije? Todo 

comenzó con una mujer que caminaba en un día soleado por una 

calle de la Ciudad de México. Como si caminar por las calles 

fuera su derecho.
 
@Marteresapriego 
@OpinionLSR

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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