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¿Manifestantes sí, James Bond no?

México DF - sábado 4 de abril de 2015 - EDUARDO HIGUERA.
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Durante esta semana hemos podido observar cómo el primer cuadro de la capital de nuestro país se ha transformado en una espectacular y exógena versión de la celebración del día de muertos, al transformarse el Zócalo y algunas zonas aledañas –como la antigua sede del Senado- en escenarios donde se recreó una procesión del día de muertos muy hollywoodense, incluyendo la presencia del más famoso espía de la pantalla grande, el comandante de la marina británica James Bond.

Es cierto que el simple hecho de tener la realización en nuestra ciudad capital de la más reciente producción del espía 007 es de por sí un evento digno de ser comentado por aquellos que seguimos y vivimos el mundo de la producción cinematográfica. Sin embrago la polémica, cuestionamientos y perspicacias que ha levantado son suficientes para que nos preguntemos si realmente es positiva la presencia de Bond y compañía en la ciudad de México o si de plano es algo francamente negativo.

Vayamos por partes, como decía el carnicero. Los cuestionamientos en contra de la filmación de Spectre son tres: Posible daño del patrimonio histórico, uso de dinero público para atraer la filmación y mostrar la ciudad en la pantalla de plata a nivel mundial (no comprobado) y lastimar la actividad económica de los capitalinos (comerciantes, restauranteros y hoteleros) que se sitúan en la zona de la filmación.

Es cierto que bajo ningún pretexto el pasado histórico de una nación debe comprometerse por algo como la filmación de una película de aventuras, sin embargo este argumento no puede ser llevado al extremo que algunos críticos han externado y prohibir cualquier filmación para evitar riesgos a los edificios y casonas históricas de nuestro centro histórico.

Imaginemos que está fuera la norma en todo el mundo y entenderemos el sinsentido de la misma. No se podría filmar en la Grand Central Station, en la Torre Eiffel, en las calles de Roma, Londres o Praga. Nos hubiéramos perdido de escenas de amor fantásticas en lo alto del Empire State Building. De igual forma nunca podríamos haber visto las persecuciones  de películas como The French Conection (Friedkin, 1971), los enfrentamientos de Ronin (Frankenheimer, 1998) en el circo romano y por supuesto no habríamos podido ver las pirámides de Teotihuacán en Frida (Taymor, 2002), por mencionar algunos ejemplos de un universo enorme de posibilidades.

No se trata de dejar que las producciones hagan y deshagan a voluntad, destruyan como soldados de ISIS las joyas arquitectónicas y culturales o las dañen sin importar nada más que la filmación misma pero la verdad es que las producciones actuales tienen un alto grado de profesionalismo y saben mantener los entornos en los que trabajan, especialmente los urbanos, por lo que me parece que en realidad la responsabilidad recae en la autoridad de cada localidad que otorga permisos y debe responsabilizarse de los términos de los mismos, sus términos y su cumplimiento.

En cuanto al uso de dinero para atraer filmaciones y promocionar al país todo el problema se centra en una palabra: Transparencia.

El hecho en sí de invertir dinero en filmaciones y en publicidad dentro de éxitos taquilleros es una actividad que todas las marcas comerciales realizan. Es un marketing disimulado en el que se invierten millones de dólares cada año y en el que también participan los gobiernos de países y ciudad interesados en atraer turismo e inversiones, no es raro ni malo.

Un ejemplo de esto son los letreros de cervezas mexicanas en las paredes del metro subterráneo donde Neo y el Agente Smith se enfrentan en la fabulosa The Matrix (1999) de los hermanos Wachowski.

Sin embargo el verdadero problema es que si acaso el GDF realizó este tipo de estrategias para que Bond pisara el suelo nacional debe ser claro y debe existir una justificación de éste hecho que lo explique sin dobleces. De lo contrario las especulaciones y la sospecha de corrupción superan el gusto e interés que esta producción puede despertar entre los habitantes de la ciudad de México.

Finalmente está el argumento que afirma que se daña económicamente a los comerciantes y habitantes del centro histórico, que para mí es el más contradictorio.

Me cuesta trabajo creer que algunos personajes hagan reclamos ante una filmación extranjera  - que cierra calles y monta escenarios pero contrata servicios, paga cientos de extras y deja una derrama económica-, y cuando se trata de una manifestación donde grupitos manejados por intereses políticos gozan de impunidad para destrozar negocios, robar bienes y dañar el patrimonio histórico de la misma ciudad se queden callados o justifiquen el hecho en nombre de las libertades fundamentales de los mexicanos: Expresión, asociación y manifestación.

La filmación de la película de la saga de Bond ha puesto algunos temas muy importantes,  y que en pocas ocasiones junta sectores tan dispares, dentro de la agenda pública: Analistas políticos, artistas, gobierno, partidos políticos, comerciantes y habitantes. 

El debate que se ha generado debe continuar y contribuir a establecer criterios claros, coherentes y transparentes de cómo se debe usar el espacio público del centro histórico en todo momento. Sea un acto de creación artística, una manifestación social o un mitin político.

Y si a mí me preguntan digo con convicción “manifestantes destructivos no, James Bond SÍ”.

¿No cree?

@HigueraB
[email protected]

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