Palco de Prensa
Los políticos, evidentemente tratando de impactar a los electores, de “apantallarlos”, podría decirse, tratan de crear o inventar, las promesas más audaces o creativas, a sabiendas que no son factible, o sea, que son imposibles de realizar.
Total, dicen, el prometer no empobrece.
Sin ánimo de crear una polémica con el aspirante a candidato a diputado federal, Felipe Daniel Ruanvoa Zárate, de sus 100 propuestas legislativas, muchas son interesantes, pero muchas otras son descabelladas. “Jaladas de las greñas”, dicen.
Una de esas, la que identifica bajo el número 5 : “Al abolir el Senado de la República, sus facultades y funciones las adoptará la Asamblea Nacional y por ello se anula el cargo de Senador de la República”.
Seguramente muchos mexicanos simpatizan o están de acuerdo con la idea de desaparecer el Senado de la República. Sobre todo, porque es un aparato costoso e ineficiente. Sumamente ineficiente. Pero, del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Si es cierto, la costumbre política, y la necesidad también, es que quien aspire a un cargo de elección popular, prometa hasta lo imposible, a fin de captar la atención de los electores, demostrando, aparentemente, que él si pretende cambiar al sistema político imperante o existente.
Sin embargo, no basta prometer, por prometer.
Los electores no son tontos. Prometer, no es tan simple como “darles atole con el dedo”.
Las promesas deben ser lógicas, viables o factibles.
Por lo tanto, quien, aspire por obtener una candidatura, debe ser sensato, tener sentido común, de tal forma que lo que pretenda prometer, sea algo de posible realización.
Esto está como el chiste del político de rancho, que tratando de impresionar a los habitantes del pueblo, que pretendía gobernar, les prometió, que si el voto le favorecía, construiría un enorme puente. Quienes le escuchaban, lo cuestionaron que para qué haría el puente, si no había río. Entonces, de inmediato indicó que también haría el río. No faltaba más.
El prometer cosas inviables, o de imposible realización, no solo implica una burla hacia los electores, sino indica que quien hace tales promesas, además de mentiroso, es ingenuo. Que no conoce al sistema político mexicano.
En el caso de los aspirantes a una diputación federal, sin duda alguna los hay bien intencionados. Pero en cuanto llegan a la curul, se tienen que convencer a sí mismos, o reconocer, que ellos representan tan solo un voto, de 500 legisladores.
Que en el Congreso de la Unión, los flamantes legisladores, votan por consigna partidista. O sea, no van a legislar, conforme a su interés personal. Que hacen lo que indica el dirigente del partido que los postuló y conforme a las relaciones o compromisos con el Presidente de la República en turno.
Veamos la integración de la LXII Legislatura Federal.
Son 300 diputados de Mayoría Relativa. Esos que ganaron la curul, compitiendo en una campaña y conforme a los votos depositados en las urnas.
Otros 200, son de Representación Proporcional. Que pueden ser de primera minoría o de lista. Los que no hacen campaña.
En total son 500 diputados federales. A la hora de las votaciones, todos son iguales. 114 son del PAN, 212 del PRI, 104 del PRD, 15 del PT, 29 del PVEM, 16 del MC y 10 del Panal.
Si un legislador en particular, como lo pudiese ser Ruanova Zárate, que en su lucha por lograr la postulación a candidato, prometió que impulsaría la desaparición del Senado, ¿Será capaz de influir en los otros 499 legisladores, y convencerlos, para que voten a favor esta propuesta? Ni de chiste.
Para empezar, debe convencer, al coordinador de la fracción parlamentaria del partido que lo haya postulado, para que le permita hacer una propuesta de este tipo. Este a su vez, deberá solicitar la anuencia o permiso de los dirigentes de dicho partido. Convencer a los miembros de la fracción y finalmente a los integrantes de las fracciones de los demás partidos.
En especial, debe vencer cualquier objeción, resistencia u oposición, que surja de parte de la Presidencia de la República. El Primer Mandatario la debe ver con buenos ojos, y sus colaboradores o integrantes del gabinete presidencial, no deben percibir riesgo o efecto contraproducente para el gobierno federal o para el propio sistema.
Es más, ese camino lo tiene que recorrer, aunque la propuesta sea viable.
Si esto es tan complicado, ¿para qué inventar o hacer propuestas tan “descabelladas” o “jaladas de los pelos?
Lo que menos quieren los electores, es que los políticos prometan lo que no han de cumplir. Entonces, que hagan promesas lógicas, sensatas, viables.
Por cierto, a Ruanova Zárate le incomodó el comentario del columnista. Olvidó que político de piel sensible, es mal político.
