Columnista de la SillaRota: MARVIN MITCHELL VALLEJO PULIDO

Corría el año de 1991. Por las calles de Guadalajara desfilan con bombos y platillos 21 mandatarios de América Latina, Portugal y por supuesto de España. Miles y miles de papeles de colores caen de los cielos, el Rey Juan Carlos presume su gran bronceado, aún no encanece, Fidel Castro camina a paso firme engalanado con un sobrio traje militar, en Venezuela aún hay democracia, la representa el presidente Carlos Andres Pérez. Se dice y replica que en Iberoamérica algo está cambiando. Salinas de Gortari sonríe, y sonríe con razón, México es el gran líder en la región y lo demuestra siendo el eslabón perfecto para hermanar a Latinoamérica con sus antiguos colonizadores a través de la creación de la Cumbre Iberoamericana.
 
Hoy, la situación es muy diferente. La “madre patria” se encuentra bastante alejada de ese gran 1992, el año de España, cuando albergó la segunda edición de la Cumbre, para días después, inaugurar las Olimpiadas en la moderna Barcelona. España era ejemplo a seguir y los países latinoamericanos la apoyaban, su presidente Felipe Gonzalez, era un auténtico rockstar.
 
Pasaron 23 años y la XXIV Cumbre Iberoamericana volvió a tener su sede en México, pero esta vez no hubo grandes desfiles, esta vez el apellido Castro no resonó en los medios, está vez no vinieron a México los mandatarios de Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia o Nicaragua, tuvimos una Cumbre desangelada. Entre los pasillos del WTC veracruzano, sonaba en tono de broma que "la Iberoamericana nació en México (Guadalajara) y regreso a morir a México (Veracruz)".
 
El trabajo de casi un año de nuestro  gobierno no fue malo, sin embargo, pierde total relevancia la organización de las ministeriales, seminarios y conferencias como ejes articuladores de la cumbre, cuando a la plenaria de Jefes de Estado, ni Cristina, ni Dilma, ni Evo, ni Maduro ni Ortega se apersonan. 
 
Y no son casualidades estas ausencias, el cono sur ha impulsado fuertemente sus propios mecanismos de cooperación regional a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), las agendas se discuten, acuerdan y ejecutan desde ahí, por lo tanto, voltear a ver al viejo continente y peor aún, a la deteriorada España, pierde sentido.
 
Otra de las bromas que se dijeron en Veracruz y que por la coyuntura actual en el país pareciera de mal gusto, es que "México al impulsar la Cumbre intenta revivir muertos".
 
Esperemos que con esto, quienes ejecutan la política exterior mexicana, terminen por entender que debe dejar de jugar a ser esquirol y comenzar a ver, trabajar, operar y priorizar, ahora sí, al SUR.
 
Debería importarnos más Cocula que España.
 
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