Del mal servicio al cliente de Aeroméxico y otros menesteres. 

“Quien no castiga el mal ordena que se haga” Leonardo Da Vinci

El Búho Sabio preguntó al Creador sobre la historia de la humanidad y la importancia de conocerla.

El creador parafraseo aquel dicho que señala que “Quien no conozca la historia está condenado a repetirla”, fue entonces cuando el Búho Sabio se convenció de la imperiosa necesidad de promover la historia entre los humanos antes de que sea tarde. 

Tras concluir lo que podría calificar como un buen viaje lleno de magia y trabajo, el estrés de la ciudad más poblada del mundo, la Ciudad de México pero sobre todo la actitud prepotente de dos empleados de Aeroméxico dieron la mala nota.

Como les compartí en ediciones anteriores y por cuestiones de trabajo estuve unos días en el centro del país, donde tenía programada una presentación y algunas reuniones con colegas periodistas.

En cuestión de trabajo no me puedo quejar. La gente de Cuautla, la capital histórica del estado de Morelos me recibió con los brazos abiertos y sobre todo funcionarios del área de cultura de este municipio mostraron su hospitalidad.

Luego de la presentación de mi libro la directora de Cultura de Cuautla, Teresa Meneses ofreció una cena a la cual fui cordialmente invitado junto con los integrantes de una compañía de teatro de jóvenes egresados de la UNAM, además de algunos artistas e intelectuales locales.

La velada prometía. Y no decepcionó. Fue una noche plagada de historia, arte, vino tinto y pasta italiana. Cuautla es una ciudad que guarda entre sus muros mucha parte de la historia de nuestro país. Desde el Museo Vivencial Ferrocarril 279 donde se exhibe el tren original que utilizó Emiliano Zapata hasta una serie de museos que narran la historias de la revolución y la independencia que vivieron estas tierras.

En la Ciudad de México tuve la oportunidad de establecer comunicación y contacto con colegas periodistas egresados de la escuela Carlos Septien de periodismo, quienes tienen proyectos interesantes a los que nos sumaremos próximamente.

Pero toda historia tiene su desenlace y creo que esta tuvo lugar el martes 7 de octubre en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en los módulos de documentación de Aeroméxico, aerolínea que escogimos esperando un servicio superior al resto de la competencia (sobre todo por el precio de los boletos) pero no fue así.

El viacrucis comenzó cuando intentamos documentar en el vuelo 176 la misma maleta que llevamos de Tijuana a la capital del país, y resultó que excedía al peso permitido por la aerolínea en cuestión.

Ante la duda tratamos de pedir una explicación a la empleada que dijo llamarse Mónica Muciño, quien con una cínica sonrisa en el rostro dijo que “era irrelevante explicarnos porque de todos modos teníamos que pagar” y de ahí no la sacamos.

Eso ya de por si altera al cliente. El hecho de que un empleado no quiera dar una explicación de lo que está sucediendo y que todavía se burlen de uno como diciendo aquí se hace lo que yo digo, porque si y punto.

Exigimos la presencia del supervisor, y la empleada seguía con su risita burlona alegando que eso no cambiaría nada. Tenía toda la boca llena de razón. Quizá del resultado de una maquiavélica complicidad que este par ya han implementado antes.

Minutos después estaba ante nosotros un tipo mal encachado, con cara de gendarme mal pagado como dirían por ahí quien dijo llamarse Jesús Concha y que no resolvió mucho. No fue amable, no dio la explicación y le importó un rábano nuestra condición de clientes.

Total el pago del exceso de equipaje nunca fue la queja, de cualquier modo aunque fuéramos tres pasajeros nunca ofrecieron alternativas de equilibrar los equipajes y el resultado de la historia nos dio la razón: la cuestión era hacernos pasar un mal rato por sus pistolas.

Terminamos pagando el cargo extra que se nos pidió. Humillados como delincuentes abordamos el avión y aquí en Tijuana nos esperaba el macabro final. Porque finalmente las políticas de Tijuana y las de México eran diferentes a pesar de que se tratara de la misma empresa, según dijeron Muciño y Concha. 

¿Han escuchado aquella leyenda urbana del mesero escupiendo la comida del cliente cuando le cae mal? Bueno pues esta historia tiene algo de eso, porque al llegar al aeropuerto a las bandas de entrega de equipaje nos encontramos con la sorpresa de que la parejita de empleados hizo de las suyas y que una de las maletas no había subido al avión.

Por fortuna no todos los empleados de esta aerolínea son iguales y aquí en Tijuana fuimos atendidos por Janella Martin B, una mujer comprometida con su trabajo, quien nos ayudó a pasar el mal trago y encontró que el equipaje marcado con la clave AM 9139151613 no había sido documentado por sus perversos compañeros, quienes simplemente quisieron aplicar su ley, sin importarles que son el rostro de una las empresas más importantes del país en su ramo y que su actitud va detrimento de su propio trabajo, porque la mala publicidad no creo que le caiga muy bien a sus patrones.

Finalmente al día siguiente recibimos la maleta en nuestro domicilio, después de que la actitud prepotente y revanchista de esta parejita, arruinó nuestros planes y le costó a la aerolínea lo mismo que pagamos por exceso de equipaje. Qué ironía. Ojala hayan disfrutado su travesura el siguiente paso será reportarlos por Internet en el área de servicio al cliente y esperemos que la empresa lo tome en cuenta sino quiere correr la suerte de otros de sus competidores como Mexicana de Aviación. 

Y bueno llegando a Tijuana nos encontramos también con el descontento de comerciantes ubicados en la carretera vieja a Tecate, ahí donde termina el bulevar Díaz Ordaz y comienza el camino a la Presa Rodríguez donde el municipio comenzó una serie de obras (no sabemos si de pavimentación o de que) que desde hace tres semanas, a decir de los quejosos, están prácticamente abandonadas y además de afectar el tránsito vehicular también han perjudicado sus ingresos porque ahí ya no se paran ni las moscas como en la calle Segunda en el primer cuadro de la ciudad.