Apuntes Perdidos
Gute nacht, Daniel. Después del refresco de tamaño considerable que ha acompañado a las palomitas de maíz, resulta urgente la escala. La sala se ha vaciado desde hace rato y el cine ya se encuentra desolado. Fue la última función. Hecho lo necesario en el área de sanitarios, al fondo, aparece una pareja que se ha quedado a mirar los créditos o simplemente a hacer tiempo en espera de que la sala de vaciara. Entonces salen, tomados de la mano, como queriendo pasar desapercibidos. El rostro de ella no me resulta familiar. El de él, sí, por cuestión de trabajo. A paso considerablemente veloz, pasan al lado sin voltear, tal vez advirtiendo alguna arremetida de fans en busca del autógrafo. Después de lo recién aprendido a través de la pantalla, ni oportunidad de practicar mi alemán dándole las buenas noches al olímpico.
Renuncia de peso. Cómo se sumergía en el agua. Parecía una flecha que apenas salpicaba. Menudo, pero competente. Olímpico y medallista. Pese a su estructura física, uno sabía de lo que era capaz desde que aparecía ahí plantado en la plataforma en espera del momento de zambullirse. Cómo pasa el tiempo. Tanto como ha cambiado Jesús Mena, el recién renunciante director de la Comisión Nacional del Deporte, a quien, por su estructura física, cómo costaba creerle el discurso de combate a la obesidad que le encomendó su jefe por casi dos años.
Una firma, por el amor de dios. Como el bocón que, desafiante, busca el pugilato callejero y termina con el rostro reventado a trompadas. Como el mendigo que busca una sonrisa o cualquier muestra de afecto sólo para suavizar el estrepito de su descenso cuando la suerte ya ha sido echada y el destino presagia la catástrofe. Como el pobre diablo rechazado frente al descrédito hasta por sus afines cuando la desgracia se aproxima. Como el tramposo que, descubierto, pretende componer el camino cuando su caída a pique, hacia el vacío, ya parece irreversible. Como el mitómano que de tanto engañarse termina creyéndose sus propias mentiras y creyendo que los demás también las creían. Como el dictador desterrado que no puede mirar de frente a nadie ni regresar a sus orígenes después de ejecutar su propia ley, torciendo la verdadera. Como el sentenciado que, arrepentido, espera el milagro en la víspera a su ejecución. Como el cínico que busca refugio en la autoridad cuando la autoridad es la primera interesada en ponerlo en el lugar que le corresponde. O como Freddy, desesperado, patrullando por las calles de Maneadero en busca de algún directivo de la Liga Rural o visitando el domicilio particular del presidente de la Liga IC para solicitarles que estampen sus firmas en una notificación que pueda atenuar la sanción en su contra que está a punto de ser publicada durante lo que son los días más tormentosos y aciagos de su longeva gestión como presidente de la Asociación Estatal de Beisbol.
Dentaduras. Afirman los que saben que la madurez de un futbolista estará encuadrada en el margen de entre los 27 y los 30 años. Más o menos la edad que tienen los Tiburones Blancos originales, los de hace casi una década. En tanto, la etapa de cimentar lo que será un buen futbolista, según calculan los que saben, andará por ahí de los 15 a los 19. Más o menos la edad que tienen los Tiburones Blancos de la segunda generación, los de ahora. Cabe precisar que los Tiburones Blancos son dos equipos de Ensenada. Uno existió en la Tercera División de hace más de una década, llamada Promocional, y el otro existe en la Tercera División de ahora, llamada Profesional. El nombre retomado a casi una década, evocó el recuerdo y los primeros Tiburones Blancos desafiaron a los segundos. Afirman los que saben que para que un equipo de futbol camine, es necesario el trabajo diario para afilar la dentadura. Y afirman esos mismos que sin trabajo diario no hay modo de ganar encuentro alguno porque la dentadura pierde filo y la mordida carece de fuerza, por más que se conjunten futbolistas estelares de la máxima categoría del amateurismo. E incluso, en casos como el que ahora nos ocupa, cabe la posibilidad de que se registren goleadas de hasta 5-1. Aunque el rival sea conformado por chicos menores, entre los 15 y los 19.
