Niños en las manifestaciones ¿sí o no?
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Niños en las manifestaciones ¿sí o no?

MEXICO, DF - miércoles 13 de agosto de 2014 - lasillarota.com.
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Columnista de la SillaRota: MAITE AZUELA
 
El debate sobre la presencia de menores de edad en las manifestaciones y los riesgos que corren si forman parte de algún contingente que expresa demandas colectivas, no es un asunto que se resuelve tomando una postura que de primera instancia parece buscar proteger su vida e integridad.
 
El ejercicio de derechos en México no es uno de los temas prioritarios que se enseñe en las escuelas o que se lleve a cabo en la cotidianeidad de la vida comunitaria.  Las doctrinas del buen ciudadano se enfocan más en las obligaciones, la memorización de nombres de héroes patrios o la identificación de señalizaciones viales. Cuando mucho se les ofrecen listas de  sus derechos contenidos en la Convención de Derechos de los Niños de la ONU, pero no aprenden como funcionan, mucho menos qué hacer cuando les son violados. Es extrañísimo escuchar a un niño de tercero de primaria hablar de su derecho a exigir educación, alimentación, a no ser maltratado o a tener techo.
 
Para quienes tienen las necesidades básicas cubiertas, los servicios públicos o el abuso de poder son asuntos comúnmente ajenos a su rutina. Muy pocos miden el impacto de las decisiones públicas hasta que ven lastimados sus intereses más cercanos. Así que para ellos destinar un par de horas o más a caminar en protesta porque no se tiene acceso a agua, porque te han despojado arbitrariamente de un espacio público, porque exigen un incremento de ingresos por sus horas de trabajo o piden la libertad de familiares injustamente encarcelados, es inimaginable.
 
Con esos supuestos que les resultan tan distantes, incorporar la idea de asistir a una manifestación acompañado de los hijos, les parece completamente descabellada. En el imaginario de quienes visualizan las manifestaciones como un capricho cuya finalidad es perturbar a terceros, no queda espacio para la legítima protesta en familia.
 
Lo interesante es que para quienes entienden que la manifestación pública no es un berrinche sino uno de sus últimos recursos para ser escuchados y tomados en cuenta, el hecho de asistir con menores de edad tiene un referente de confianza comunitaria que parece no ser concebido entre quienes nunca se han manifestado.
 
Yo habré asistido a unas quince manifestaciones en lo que llevo de vida.  Normalmente, cuando uno camina en las calles exigiendo un derecho o reclamando un servicio, va acompañado de personas que comparten la demanda, que  viven en circunstancias similares, algunos de ellos habitan las mismas colonias o incluso la misma calle, la oficina, el aula. Los grupos de manifestantes normalmente se identifican unos a otros, se ofrecen agua, reparten lunches, ayudan a adulto mayor que está cansado o suben al niño en hombros cuando ya no quiere caminar. No faltan protestas irrumpidas por anarquistas o grupos de choque subsidiados por algunas autoridades o políticos que distorsionan la paz. Pero me atrevería a decir que esas personas difícilmente pertenecen a la comunidad que espera realmente obtener alguna respuesta con su manifestación.
 
Las comunidades que se manifiestan no agreden a sus menores, no les pasa siquiera por la mente lastimarse unos a otros.  La confianza es un acto de voluntad que difícilmente se sostiene cuando se desconfía de uno mismo. El gobierno de Puebla que a la fecha no asume una sólo responsabilidad por los disturbios, las agresiones y el asesinato de Luis Alberto Tlehuatlie lamenta la participación de menores en manifestaciones. Empecemos por aclarar que Luis Alberto, su madre y abuela no eran siquiera parte del grupo que expresaba descontento por el traslado de los registros civiles a tierras distantes de su poblado.  Y aún así los granaderos arremetieron con algún proyectil (a estas alturas da lo mismo de qué tipo) contra los manifestantes, lastimando al menor.
 
Miles de poblanos expresaron su inconformidad ante la represión del gobierno. A la manifestación #puebladeluto que se llevó a cabo ayer, asistieron entre miles de manifestantes, varios niños y niñas. Entre ellos un compañerito de José Luis que con toda consciencia exigía que el gobierno se responsabilizara de la muerte de su amigo. Las críticas de los grupos conservadores no tardaron en aparecer en las redes sociales. Ojalá su temor por la seguridad de estos menores la expresaran con tanta disponibilidad entendiendo que quienes han lastimado a los niños y niñas en las protestas sociales no han sido nunca sus propias comunidades. 
 
La prohibición de menores en las protestas sociales, es otro peligroso pretexto para visualizar toda manifestación como evento de confrontación física. La ley bala y los marcos jurídicos que se pretenden aprobar en otros estados o incluso la Ley mordaza de Sinaloa, construyen escenarios catastróficos que de antemano esbozan el uso de armas letales contra quienes se expresen legítimamente.
 
Si quienes no comprenden la desesperación que lleva a una comunidad a protestar en las calles, hicieran un esfuerzo imaginativo para hacer propuestas conciliatorias más que limitativas, otra sería la historia.  No estaría mal que en vez de lanzar consignas prohibitivas, aportaran ideas para construir procesos de diálogo, mesas efectivas de negociación, espacios abiertos de discusión y acuerdos que puedan estar a la vista de cualquiera.  Hace mucha falta visualizar espacios efectivos de protesta en donde ni los demandantes ni los elementos de seguridad arriesguen sus vidas.
 
@maiteazuela
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