Por Marco Antonio Domínguez Niebla

 

Siempre hay algo por rescatar. Mario le dice al reportero que no va más. Fueron muchos años de domingos metido en el campo de beisbol de casa y en los campos de beisbol de fuera. No le interesa seguir y así lo anunció el año pasado. Mario le confirma al reportero que no jugará más estatales, que es decisión tomada y nada lo hará cambiar de opinión. Además no le gusta lo que pasa en la selección. Nada que ver con sus tiempos. Sus buenos tiempos. Ni gente en el campo y los chicos de ahora ya ni sufren ni se acongojan si pierden, ni gozan ni se emocionan si ganan, como los de antes. El reportero publica la historia de Mario y su adiós a los estatales. La noticia no cae bien. Y Marito, el hijo de Mario, quien también juega en la selección, toma cartas en el asunto. Primero publica en Facebook que le gustaría jugar con su ídolo. Y ese ídolo es Mario, su papá. Pasan los días hasta que el sábado por la noche, horas antes del nuevo encuentro de la selección, el reportero recibe un mensaje de Mario. El texto es breve pero descriptivo. Mario ha dado marcha atrás. Volverá a jugar estatales. La labor de convencimiento se realizó en casa. El reportero publica la historia del regreso de Mario a los estatales por petición familiar. La nota circula en redes sociales y uno de los primeros “likes”, acompañado por un mensaje, es de Marito: “Gracias por regresar, papá”. El reportero valora la historia humana y emotiva, que adecenta esa competencia dirigida por tramposos y cínicos. Y es que hasta entre la peor basura, entre la peor podredumbre, como el estatal devaluado ese, siempre habrá algún valor humano por rescatar. Entre un padre y un hijo, entre Mario y Marito, por ejemplo.

 

¡A trabajar! No sabía si ir o no. La verdad no me apetecía tanto. “Inicia el programa vacacional promovido por el municipio, tantos niños en tantas unidades desarrollando tantas disciplinas por casi un mes y bla, bla, bla…”. Lo mismo de todos los años. Pero bueno, acabó el mundial y algo había que hacer ese lunes por la mañana. Así que ahí estaba, libreta en mano y grabadora colocada en ángulo directo a la bocina por donde, de repente, empezó a sonar la voz del alcalde que ahora ya no sonríe tanto ni habla tanto ni saluda tanto como cuando candidato o como cuando los primeros días, ahora que ya tiene más de medio año de ser “el señor presidente municipal”. Y así en ese tono, empezó la letanía dirigida a sus colaboradores de gabinete. Eso ha sido una zarandeada peor que la de los holandeses a los españoles o la de los alemanes a los brasileños (perdón por la referencia mundialista, pero no me hago a la idea de que todo ha acabado). Lo menos que les dijo es que no sean haraganes y que desquiten el sueldo pagado con el patrocinio del ciudadano. Sólo libró del tema y puso como ejemplo al director del deporte, por “innovar” y “hacer las cosas con creatividad”. Luego, ya casi para terminar, les dijo que si aplicaba un examen en ese momento, consistente en cuestionarles el contenido del plan municipal de desarrollo, seguro lo reprobaban. Y ahora sí, ya para terminar, advirtió que los llamará a uno por uno a evaluarlos y que el que no cumpla adiós y que te vaya bien. Finalmente se tomó la foto con los chiquillos del programa vacacional volviendo a sonreír como lo hacía antes, después de hablar tanto como lo hacía antes. La levantada valió la pena (aunque ya no haya mundial).