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Diario Hasta La Final (Día 20)

TIJUANA, BC - miércoles 2 de julio de 2014 - AFN.
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Por Marco Antonio Domínguez Niebla
 
La pulga, el fideo y los obreros. Justificar todo apelando a la genialidad de la pulga y el fideo (sobrenombres ínfimos para tipos tan grandes a la hora de patear una pelota) sería irse al análisis facilón. Cuando una decepción es tan grande, uno no sabe ni por dónde empezar. Y es que ver a esa mancha de camisetas albicelestes deambular por la cancha sin idea ni conjunto ni nada, es añorar los tiempos en que esos mismos tonos giraban en torno a uno o dos talentosos (como la pulga y el fideo) pero el resto, los obreros, los simples mortales, ofrecían entrega, alma, corazón. Mañas, incluso. También sería cómodo señalar que ganaron sus tres juegos de la primera fase, pero, por favor, ¿contra quienes? Tres comparsas ya olvidadas a horas de haber partido de Brasil sólo superadas por un gol ante los bi campeones líderes de grupo. Y tampoco es que en octavos encontraron una maravilla de equipo. Para nada. Los suizos, con tan poquito, los tuvieron tocados apenas con dos o tres embestidas aisladas. Y ese señor Sabella, cuya facha es reflejo de la personalidad de su equipo, volvió a contar con suerte en el alargue y volvió a ganar con lo mínimo gracias a la contra iniciada por la pulga y sentenciada por el fideo. El celeste con el blanco y el solecito tan amarillo como en las corcholatas de Pepsi Cola que perseguía aún siendo un chiquillo en su mundial, el de la dictadura, el del Matador y el Kaiser y Menotti, incluso antes de Diego, merecen ser llevados con más prestancia, mayor orgullo por todos los demás, los obreros, los simples mortales. Y entonces sí, que el resto se lo dejen a la pulga y el fideo.
 
Morir con la suya. Era matar o morir. Y para esas cosas donde la vida está de por medio, no hay que inventar sino hacer lo que uno sabe hacer. Sacar su raza, su estirpe. Uno: propositivo, siempre buscando agredir de las más diversas formas, frontal, leal a su historia. El otro: sigiloso, siempre esperando el momento de hacer daño a la contra, también frontal, también leal a su historia. Los estilos cuando resultan tan distintos e incompatibles suelen entregar joyas como esa guerra táctica donde no hubo tregua. Eso fue un bombardeo continuo sobre los dos arcos. Por obviedad, el propositivo tuvo más opciones de liquidar a su valiente adversario, pero entonces encontró a una muralla impenetrable, un muro apellidado Howard que detuvo casi todo hasta que, más allá de los 90, recibió dos tiros en el alargue. Pero el sigiloso también tuvo lo suyo, e incluso bien pudo matar o prolongar su agonía, pero encontró a otra muralla apellidada Courtois que detuvo casi todo hasta que, casi para finalizar los 120, recibió el único tiro de parte de un chiquillo debutante en batallas épicas como la presentada junto a otros veintitantos gladiadores. Y los belgas, siendo ellos, sin traicionarse jamás ni renunciar a esa vocación de llevar la iniciativa, ganaron su batalla, mataron. Los de “America”, como a ellos les gusta llamarse, perdieron pero sucumbieron con el honor intacto. En esto del futbol se llama morirse con la suya.
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