Por Marco Antonio Domínguez Niebla
¿Les extraña?
Vía: correo electrónico y redes sociales.
Rehenes: otra vez los niños.
Informantes: los padres y familiares de los niños que fueron castigados.
Verdugo: el tramposo que dirige el beisbol el estado, reelecto por abrumadora mayoría hace un mes por cuatro años más.
Sanción: dos años fuera de todo lo federado.
Motivo: participar en un torneo organizado por una de las tantas agrupaciones que se han peleado con el mentor de ese pobre tipo eternizado en un cargo para poder ser alguien en la vida, mientras todo mundo, autoridades de cualquier nivel, hacen como que no pasa nada y dicen que todas las reelecciones, todas, hasta el infinito y más allá, van de acuerdo a la normatividad, lo legal, lo democrático. Lo federado, pues.
Sugerencia: acudan a la Comisión de Apelación y Arbitraje del Deporte.
Sentencia: sigan votando por él.
Recordatorio: se los dije
Advertencia: no me interesa el caso.
Solicitud: déjenme ver el mundial.
Buscando protagonista. El hecho pega sobre todo en días como este, de carreras y presiones. Hay temas que a uno se le dan. Periodista, al fin y al cabo. Y como todo periodista que se precie de ser reconocido como tal, nada como joder a la autoridad (y es que nunca he querido ser de los otros, del montón, de esos que en vez de periodismo hacen relaciones públicas). Les cuento que, en ese sentido, los de hoy no son buenos tiempos, sobre todo en días como este, de carreras y presiones. Antes era otra cosa. Cuando las prisas ahuyentaban las ideas, siempre existía algún cliente, algún visitante contumaz en cada columna de miércoles como este, de carreras y presiones. Sólo había que mirar hacia la dependencia que administra y regula el deporte en el municipio y ¡listo!, como por arte de magia el tema para llenar el espacio ocupado por esta columna. Cada uno de los últimos directores tenía su estilo, su forma, su manera de ganarse el rol protagónico de cada semana por alguna omisión o dislate o disparate. Pero el de ahora asiste a todos los eventos a los que tiene que asistir y responde a todas las preguntas que debe responder y siempre tiene nota sobre las acciones ejecutadas por su personal y jamás rehúye ni se esconde. Con Miguel, la cosa es más difícil porque ni parece director del instituto del deporte. Pero ni así ha logrado escapar de aparecer en la columna de este miércoles, de carreras y presiones.
Cosa de niños. Tomar el micrófono, antes, no era un chiste. Para tomarlo había que librar filtros exigentes. Si había voz pero no había cuando menos cultura general, olvídalo. Y viceversa. Antes, quienes tomaban un micrófono, ya fuera en una cabina de radio o en una transmisión deportiva o noticiosa, habían hecho méritos, habían cimentado su trayectoria sin brincarse pasos, sin apelar a las influencias. Ahora no. Ahora todo parece chiste, una gracia. O un chiste sin gracia.
