Diario Hasta La Final (Día 13)
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Diario Hasta La Final (Día 13)

TIJUANA, BC - miércoles 25 de junio de 2014 - AFN.
954
Por Marco Antonio Domínguez Niebla
 
Goles y dientes. Los “buenos buenos” siempre me han dado desconfianza. No les creo. Cuando alguien saluda a todos y todos lo quieren y todos hablan maravillas, sin mácula ni división de opiniones, cuidado. Algo esconde, seguramente. Nada como los contrastes, los claroscuros, los doctor Jekill y mister Hyde. Para que me entiendan, nada como Luisito el uruguayo de los dos goles a los ingleses y las lágrimas superada la cirugía a tres semanas del mundial y el Luisito que clavó tamaña dentadura en el hombro Chiellini, el italiano mordido y eliminado.
 
Sólo para tocayos. Alguna vez me dijeron que en el nombre llevaba la penitencia. Fue en un campo deportivo, precisamente. Había entrevistado a un tocayo de los dos nombres: Marco el primero y Antonio el segundo. El choque fue brutal. La charla no se dio y ni yo estuve cómodo durante las preguntas ni él lo estuvo durante las respuestas. ¡Qué mamón es!, expresé a modo de desahogo tras la tensión del encuentro. Entonces un testigo de la escena lo soltó a quemarropa: “sabes cómo se llama, ¿no?”. Y después, al verme como desarmado ante el comentario, me explicó que todos los que hemos sido bautizados con estos dos nombres tenemos algo de “especiales”. “En serio, no es por ofender, pero cuando menos los que conozco, sí”, apostilló como disfrutando el hecho de decírmelo a la cara, sin intermediarios. Con el tiempo, si bien es cierto que jamás hay que generalizar, había algo de razón en aquellas palabras. Y lo recordé justo hoy que vi las actitudes de Marco Antonio, el árbitro mexicano al que le dicen “Chiquidrácula”, cuando, con sus aires de suficiencia, sacó la roja a otro casi tocayo en la eliminación de Italia frente a Uruguay. Y sí, qué mamón es el paisano. Pero también comprobé que tiene unas cuantas virtudes de los que así nos llamamos. Qué pantalones para expulsar al italiano Marchisio. Y qué bueno es en su trabajo.
 
Analogía colombiana. Mi equipo juega como jugamos los colombianos, me dijo Frankie, el ex americanista y ex seleccionado de su país. Y es que, de acuerdo a su manera de ver el futbol, “a la redonda hay que tratarla como a la novia, cuidarla, no maltratarla ni pegarle con la punta del pie, hay que tocarla, acariciarla, dormir con ella, sacarla a pasear”. Como habrán disfrutado los colombianos, incluyendo a Frankie, el DT de los Xolos de Tijuana Sub 20, el cuarto gol de sus paisanos ante los japoneses cuando James invitó a la redonda a cruzar la meta de gol para ponerla a descansar en sus redes como si fuera la novia, así acariciándola, con un toque suave, casi tierno.
 
Perdiendo el control. Le llaman zapping. Siempre me ha sonado raro pero es la manera más sencilla de explicar el jugueteo que hacemos con el control remoto pasando de canal en canal frente al televisor. Sostengo la teoría, en instancias como la de este día, de que no sirve realizar esa práctica durante juegos de futbol programados simultáneamente, porque uno termina por no ver ni uno ni otro. Y hoy me decidí por ver a Uruguay en la mañana contra Italia y a Colombia contra Japón más tarde. Y, qué infortunio, uno de los dos tendrá que irse pronto luego de que se crucen en octavos. A Costa Rica empatando a cero contra Inglaterra y a Grecia ganándole casi de última a Costa de Marfil no los vi. El control estaba a una distancia considerablemente lejana para evitar la tentación de “zappear” (o como se diga). Ya los veré cuando se crucen en octavos.
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