Palco de Prensa
En estos momentos, y a propósito de los comicios intermedios del 2015, en los que se procederá a elegir a los diputados federales, en los que está en juego el proyecto político y económico del Presidente Enrique Peña Nieto, se está dando una batalla, en torno a los perjuicios o beneficios de las reformas estructurales, y, en especial, los efectos de la reforma hacendaria.
Los políticos, básicamente los priístas, juran que vivimos casi en el paraíso y que las cosas “estarán mejores”, cuando terminen de establecerse las reformas estructurales y sus correspondientes leyes secundarias.
Ante los negros augurios y manejo de cifras desalentadoras, sobre el comportamiento de la economía, durante el sexenio peñanietista, los políticos afines tratan de servir de tapadera, asegurando que los empresarios mienten, que ni han cerrado empresas, ni ha crecido el desempleo.
Las cosas están realmente serias, no solo porque los señalamientos empresariales sean ciertos y fundados, sino porque ya les advirtieron que con tales posturas, están poniendo en mal al Presidente Peña Nieto, cual si fuese una campaña para exhibirlo como mal gobernante, al grado de que el pasado fin de semana, al asistir a la reunión sabatina del Grupo Político Jesús Reyes Heróles, que coordina Francisco De la Madrid Romandía, Juan Manuel Hernández Niebla, del Consejo Coordinador Empresarial, fue muy insistente en recalcar que para nada ha habido, de parte de ellos, intenciones de denostar al Primer Mandatario del país.
Sin embargo, la visión empresarial, respecto a la economía nacional, y en especial la de Baja California, a raíz de la homologación del IVA y las múltiples y complejas reformas fiscales, pintan un negro panorama, respecto del cual, directa o indirectamente, responsabilizan al Presidente Peña Nieto.
Por cierto, aunque los empresarios opten por bajar el tono de la voz, ante reclamos o presiones presidenciales, cabe observar que los conocedores de las políticas fiscales, tanto contadores públicos, como abogados fiscalistas, dejan “temblando” a quienes les escuchan hablar, detallando la complejidad y riesgos, sobre la materia.
Luego de cada evento, los escuchas, salen más impresionados, que luego de haber presenciado una película de terror. Eso de que les digan, que a través de los sistemas informáticos, la Secretaría de Hacienda se mete a sus empresas y las puede revisar, libre y exhaustivamente, para verificar que cumplen correctamente sus obligaciones fiscales, o sancionarlos en caso contrario, no es fácil de digerir.
Aún se cuestiona ¿cómo es que le harán, quienes realizan actividades de baja cuantía, como vendedores de periódicos o chicles, para cumplir con las exigencias de la legislación fiscal? Sobre todo, si sus ingresos son tan mínimos, que no pueden cubrir honorarios de asesores contables o financieros, al grado de que quienes ya habían entrado a la formalidad, optaron por sumarse de nueva cuenta a la informalidad, temerosos de sufrir acoso y sanciones de parte de las autoridades fiscales.
Regresando a la batalla en torno a los beneficios o perjuicios de las reformas estructurales y la hacendaria, y la relación que estos temas puedan tener con los próximos comicios, es interesante hacer algunas observaciones.
Independientemente de que, muchos mexicanos, aún no perciben beneficio alguno, derivado de las reformas estructurales, y en especial de la hacendaria, sino todo lo contrario, el Presidente Enrique Peña Nieto equivocó la estrategia.
Se equivocó, y se desgastó política y socialmente, al “meter a chaleco”, las reformas estructurales, que pudiesen ser consideradas trascendentes y quizás hasta necesarias y benéficas para el país. Las prioridades eran la inseguridad pública y la corrupción.
Al no percibirse efectos positivos, sino negativos, como el severo estancamiento económico, el crecimiento de los índices de desempleo, la inflación, en estos comicios del 2015, en los que se renovará la legislatura federal, Peña Nieto llega desgastado, lo mismo que el PRI, que hay quienes advierten, que los candidatos priístas sufrirán severas derrotas y se reducirá considerablemente su presencia en el Congreso de la Unión.
¿Qué pasaría, si dadas las condiciones sociales y económicas del país, los candidatos priístas a diputaciones federales, son derrotados, en su mayoría, en los próximos comicios? Pues, si los partidos de la oposición, superan al PRI, podría registrarse una contrarreforma y darle marcha atrás a las reformas estructurales, cuando aún falta tiempo para su implementación definitiva.
Y no sólo eso. Si el priísmo es derrotado en los comicios del 2015, sería factible que en los comicios presidenciales del 2018, el PRI sea desplazado nuevamente de la Presidencia de la República. Independientemente de la filiación o interés partidista de cada mexicano, el sólo cambio del partido gobernante, tendrá serios efectos políticos, económicos y sociales.
El panismo, no termina de reconstruirse. Las izquierdas, convertidas en meras pedaceras, estarían incapacitadas para armar un proyecto viable para el desarrollo del país. Y ni qué decir, si Andrés Manuel López Obrador, de la mano de su Morena, decide postularse de nueva cuenta en el 2018. Si pierde, la edad y su desgaste físico, no le permitirían intentarlo nuevamente en el 2024. Pero si gana, haría una revolución. Casi el caos.
Por todo eso, y otras cosas, los comicios intermedios del 2015, estarán muy reñidos. La simple elección interna de cada candidato, en cada partido, provocará polémicas y enfrentamientos. Y en plena contienda, los partidos recurrirán a todas sus mañas y argucias legaloides. La corrupción, será la fuente de financiamiento de varias de las campañas.
Lamentablemente, los ciudadanos, que deben ser considerados como los principales actores de toda contienda electoral, seguirán siendo marginados y subestimados. Prueba de ello, es que mientras unos se pronuncian a favor de las reformas estructurales de Peña Nieto, otros las deploran. A los simples ciudadanos, ni los toman en cuenta. Como si no existieran.
