Columnista de la SillaRota: GONZALO SÁNCHEZ DE TAGLE

 

Hemos visto a niños en las calles de México realizar algún malabar para ganarse unos centavos, vender un mazapán o simplemente pedir dinero. Esos niños, son trabajadores y usualmente son explotados por sus padres o por algún tercero.

 

Natural como lo es, todos hemos sido niños. Algunos tuvimos una infancia alegre y por eso, tal vez, no la recordemos con nitidez. Pero aquellos niños que sufrieron durante su infancia, la recuerdan con claridad, como una etapa tormentosa que quisieran olvidar.

 

La niñez es un periodo de la vida inconsciente, de descubrimiento y aprendizaje, de sonrisa fácil e ilusión sencilla. Los niños normales (distintos a aquellos cuyos padres los obsesionan con dispositivos tecnológicos) se divierten con un árbol o con una pelota y tal vez, lloran cuando la madre los llama para la cena. La simplicidad de un niño le hace imaginar aventuras y ser su propio personaje de leyenda.

 

Los niños son como el Quijote que crea gigantes de molinos; que inventa situaciones inexistentes en su imaginación, para avivar la experiencia de la vida. Es el ingenio y sobre todo la inocencia lo que hace que un niño se sorprenda de la vida a cada instante; es lo que hace que el niño duerma nervioso la víspera de navidad. La propia transparencia de un niño, hace que su sufrimiento sea insoportable.

 

El 12 de junio se conmemoró el día Mundial Contra el Trabajo Infantil. Según la Organización Internacional del Trabajo, actualmente hay más de 168 millones de niños trabajadores, de los cuales, 85 millones hacen trabajos peligrosos. Es una deducción lógica que un niño no debe de trabajar; que un niño que trabaja no desarrolla sus potencialidades, tanto por falta de educación, como por la ausencia de actividades propias de la niñez que le permiten desarrollar sus capacidades y aptitudes. Por definición, un niño que trabaja es un niño que sufre.

 

El artículo 4º de la Constitución, reformado apenas en octubre de 2011, dispone que “en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Este principio deberá guiar el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la niñez”.

 

Es decir, según nuestra Constitución, en todas las decisiones que tomen los órganos del Estado mexicano, se debe de observar el interés superior de la niñez. De esa forma, todos los órdenes de gobierno, en todos los ámbitos competenciales, deben de dar un trato y protección especial a los niños, frente a cualquier otra persona o institución jurídica. En cualquier caso, siempre se debe aplicar la ley, norma o interpretación más favorable a la niñez, de tal manera que sus derechos siempre se sobreponen sobre el de cualquier otro.

 

En México, el programa Oportunidades tiene como objeto transferir dinero en efectivo de forma mensual, equivalente aproximadamente al 20% de los ingresos promedio de los hogares beneficiados,  sujeto a la condición de que los niños asistan a la escuela y que todos los miembros de la familia se sometan a exámenes médicos preventivos.

 

La premisa es positiva en tanto que con la transferencia de recursos, se rompe el círculo vicioso tan presente en México, que consiste en considerar a los niños como mano de obra necesaria para la economía familiar. Según el Informe Mundial sobre Trabajo Infantil de la OIT del año 2013, la cobertura del programa Oportunidades ha llegado a aproximadamente 5.5 millones de hogares (20% de todos los hogares de México) en más de 100,000 localidades marginadas. Es similar al Programa Bolsa de Familia de Brasil, que también utiliza el sistema de transferencias de efectivo condicionadas.

 

Una de las premisas de los programas de asistencia económica condicionada a las familias, es precisamente que los niños estén en las escuelas, es decir, que no trabajen. De tal forma que puedan desarrollar las potencialidades propias de la niñez.

 

Si bien es cierto y lamentable, por sus implicaciones y objeto, que estos programas son usualmente utilizados con fines electorales, el trabajo infantil en el mundo y en México ha disminuido y hoy, hay menos niños trabajando y más niños estudiando.

 

Es una obligación humana proteger y defender los derechos de los niños. No solo porque son vulnerables, sino porque son el futuro de nuestra especie. Porque como nadie, tienen derecho a la felicidad y a una vida de aventura y de leyenda.

 

@gstagle