El vacío de autoridad
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El vacío de autoridad

TIJUANA, BC - miércoles 4 de junio de 2014 - Gilberto LAVENANT.
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Palco de Prensa
 
En todas las actividades de la vida, para que las cosas funcionen, más o menos bien, además de que existan reglas o normes que las regulen, debe haber autoridad que vigile las conductas de los individuos y que, en caso de ser necesario, sancione a quienes cometen faltas o se salen del orden.
 
Las normas o reglas, pueden tener fallas o inconsistencias, pero una autoridad eficiente y suficiente, permite que la convivencia social sea armónica. Los individuos no son ordenados por naturaleza propia. Requieren estar conscientes de que existe una autoridad sancionadora, vigilante.
 
En caso contrario, cuando se da el vacío de autoridad, ya sea porque la existente es ineficiente o insuficiente, se genera el caos. Las leyes, por sí solas, no bastan para mantener el orden.  
 
En materia de tránsito vehicular, en Tijuana, se dan ambas cosas, respecto a la autoridad. Es ineficiente y es insuficiente. La circulación, en las vialidades de esta ciudad, está a expensas de simples señalamientos gráficos o electrónicos. La autoridad, en este caso municipal, prácticamente es inexistente. Las normas existen, pero pocos las conocen y muchos menos las respetan.
 
Se ve en cualquier punto de la ciudad, pero en especial en los cruceros de vialidades importantes. Muchos automovilistas, en particular choferes de vehículos de transporte público, sean táxis, calafias o autobuses, hacen caso omiso a los semáforos. Para ellos, la luz roja, como que la ven de color verde, pues en lugar de detenerse, imprimen mayor velocidad. Es criminal lo que hacen.
 
De manera especial, los conductores de vehículos de carga, enormes vehículos, se convierten en armas asesinas, sin que aparezca por ahí, un policía o agente de tránsito, que reclame respeto a las señales de velocidad.
 
Y como lo hacen una vez, y nadie está para sancionarlos, lo vuelven a hacer, cuantas veces les da la gana. Solamente la autoridad divina, hace el milagro de que no se registren tragedias que enlutarían a muchas familias.
 
Sin embargo, no todos quedan a salvo. El pasado fin de semana, se registraron dos fatídicos accidentes de tránsito. Ambos, en zonas céntricas de esta ciudad, que se supone deberían de contar con suficiente vigilancia policiaca.
 
El primero, se registró el sábado, poco después de las 6:00 de la mañana. En plena zona centro. En la Calle octava y la Avenida Negrete. Los involucrados, dos vehículos de transporte público y un particular.
 
Se dice que la conductora del vehículo particular, no respetó la luz roja del semáforo, lo que provocó que un autobús de transporte urbano, le impactara en un costado, proyectándolo contra un táxi. El saldo, cinco lesionados y dos personas muertas. La conductora del vehículo particular, fue una de ellas. También falleció un pasajero del táxi.
 
Una tragedia que no debió ocurrir. Que pudo evitarse, si en la zona, circulara alguna patrulla o motocicleta de tránsito, que inhibiera a los conductores de los vehículos involucrados. Si los conductores hubiesen tenido precaución y respeto por las señales de tránsito.
 
Otro elemento que propició la tragedia, fue la hora. Poco después de las 6:00 de la mañana, cuando algunas áreas de la ciudad lucen solitarias y los conductores toman las vialidades como si fueran carreteras de libre circulación y alta velocidad. Qué lamentable, pero, como dicen, ya ni llorar es bueno. Nadie recordó aquello de que : más vale, prevenir, que lamentar.
 
El otro accidente, ocurrió el domingo, también por la mañana. Sobre la Avenida Internacional, a la altura del Fraccionamiento Soler. El conductor de un “vocho”, perdió la vida, al invadir el carril de circulación e impactarse contra otro vehículo particular, de mayor tamaño.  
 
La mujer, fallecida en el accidente del sábado, en la zona centro, que ocupaba el lugar del copiloto del vehículo, aparentemente causante del encontronazo, tenía apenas 21 años de edad. La misma que la del pasajero del táxi. En el accidente del domingo, en la Avenida Internacional, el conductor del “vocho”, tenía 40 años de edad. Seguramente padre, esposo, hermano, hijo de tijuanenses.
 
Es una verdadera desgracia, además de lo trágico de tales accidentes, que se pierdan la vida de seres humanos, sin duda alguna valiosos, unos apenas en el inicio y seguro luchando para superarse y otro ya en plena madurez, obviamemnte con múltiples responsabilidades.
 
Ya dejaron de existir, sus familiares los lloran y tardarán mucho tiempo para superar la pena de pérdidas irreparables. Todo, como consecuencia de vacío de autoridad, en materia de tránsito vehicular.
 
Lo grave de todo esto, es que las autoridades municipales, en especial las de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, a cargo de Alejandro Lares Balladares, ni se dieron por aludidos. Ni lamentaron las tragedias, ni muchos menos reconocieron sus responsabilidades.
 
Si eso ocurre en zonas tan céntricas, ni para qué imaginar las tragedias que pueden ocurrir, en cualquier momento, en muchas otras partes de la ciudad, donde también es notorio el vacío de autoridad.  Las vialidades de la zona de la canalización, por ejemplo, donde los conductores parece que circulan por los “freeways” californianos. En Tijuana, la muerte, anda sobre ruedas. Y las autoridades, ni sus luces.
 
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