Palco de Prensa

 

El Tío Lolo, es un personaje imaginario, tonto, torpe y distraído, que se utiliza para calificar a alguien, cuando, en lugar de adoptar una actitud lógica, razonable, realiza actos o toma decisiones absurdas, ilógicas, quizás hasta infantiles. La expresión común, es : “No le hagas al Tío Lolo”.

 

Nadie sabe de dónde surgió y seguramente nadie sabe si es que realmente existió el famoso Tío Lolo, pero todo mundo recurre a él, cuando se trata de descalificar o bien exhibir como tonto, torpe y quizás hasta loco, a determinado personaje.

 

Esto, a propósito del fenómeno social, de violencia, generalmente de alumnos contra alumnos, dentro de las instituciones educativas, conocido comúnmente como bullyign. Esto no es nuevo, pero, como muchas otras cosas, es un tema de moda, por algunos casos sumamente graves que han trascendido a la opinión pública, a nivel nacional.

 

El bullying o acoso escolar, es el maltrato  físico, verbal, psicológico y/o social, deliberado y recurrente, que recibe un alumno o alumna, por parte de otro u otros alumnos o alumnas, que se comportan cruelmente con el agredido o víctima, con el objetivo de someterlo y asustarlo, y se caracteriza por la intencionalidad y reiteración en el tiempo, según descripción de cuadernos escolares en torno a problemas de indisciplina escolar.    

 

Todo mundo, y en especial los políticos, de todos los niveles y colores, se “quiebran la cabeza”, tratando de encontrar una fórmula para combatir el bullying. Desde el Presidente de la República, Senadores, Diputados Federales, Gobernadores, Alcaldes y Diputados locales, han estado emitiendo opiniones al respecto, aparentemente preocupados por la violencia que se genera al interior de los planteles educativos.

 

Se puede decir, sin ánimo de equivocación, que puede surgir, quien proponga, la creación de un Código Penal Escolar, para reprimir y castigar a los agresores estudiantiles. Quienes se pronuncien en tal sentido, seguramente piensen que, en lugar de más aulas, se deben construir celdas escolares, para recluir a los autores de agresiones diversas, durante lapsos de tiempo, que pueden ser desde horas, días, semanas, meses e incluso períodos escolares completos.

 

Los políticos, todo lo quieren resolver con sanciones severas, con represión, con castigos económicos o con privaciones de la libertad. Y si establecen un Código Penal Escolar, pues tampoco es remoto, ni exagerado, que piensen en la posibilidad de crear Juzgados Penales Escolares.

 

Todos andan buscando culpables. Lo más sencillo, es responsabilizar a los padres. Esta semana, el Secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, dijo que la violencia escolar inicia en el hogar y que por lo tanto se debe prevenir y castigar desde el seno familiar.

 

Con una chocante autosuficiencia, el titular de la SEP, de manera tajante señaló : “Nosotros tenemos qué velar, porque la escuela no sea un espacio de violencia, y cuando esto ocurra, debe ser castigada”.  No pues sí, con esa autoridad, esto ya está resuelto.

 

Ahora resulta, que mientras que por un lado, las autoridades educativas federales, e incluso las estatales, se han mostrado excesivamente generosas, tolerantes y solapadoras, con profesores que dan cátedra de violencia e indisciplina generalizada, en plena calle, y ahora, aparentemente, tratan de ser enérgicas e inflexibles con los estudiantes que incurren en actos de bullying.

 

Por cierto, hace una semana, la SEP anunció, que pondría en marcha, un programa piloto para frenar la violencia escolar. Esto, no fue expontáneo, sino que surgió, a raíz de conocerse, que en Tamaulipas, un menor falleció, a consecuencia de lesiones cerebrales que le ocasionaron otros estudiantes.

 

Sin embargo, según Chuayffet, la violencia no está en la escuela, sino que la violencia está en el hogar, en los medios. Qué manera tan fácil de tratar de eludir responsabilidades. Incluso, afirmó que la violencia escolar, es un problema más complejo, cuya respuesta no corresponde sólo a la Secretaría de Educación Pública.

 

Para don Emilio, se debe prevenir, castigar y educar, sobre la violencia, pero solamente como parte complementaria, a lo que los niños aprenden en sus casas. Y que en tal sentido, los padres, son responsables de los actos de los hijos. El problema es que los padres, no estudiaron para serlo, porque el gobierno no les brinda oportunidades suficientes y eficientes, para tener un empleo formal y remunerativo, ni les proporciona capacitación para formar a sus hijos.

 

El asunto es más simple, de lo que parece. Ciertamente, muchos estudiantes, reflejan en los planteles educativos, la pésima formación recibida de parte de sus padres. Sin embargo, ocurre algo que muchos desconocen y que otros quisieran que pasara desapercibido.

 

Controlar la conducta de niños y jovencitos, al interior de instituciones educativas, que están sobresaturadas, es prácticamente imposible, pues las autoridades educativas no asignan recursos materiales, ni humanos, para que impere el orden y la disciplina escolar.

 

Por ejemplo, en una escuela, con mil estudiantes, se tienen, uno, dos o tres empleados, llamados prefectos, que son insuficientes, definitivamente, para estar al pendiente de todos y cada uno de los niños y jóvenes. Además, los agresores, buscan espacios aislados, lejos de la vista de los prefectos, para someter y agredir a compañeros tímidos o que simplemente se resisten a someterse a sus caprichos. En las escuelas, ocurre lo que en la ciudad, ante la falta de suficientes policías.

 

Las autoridades educativas, suponen, que su responsabilidad es solamente al interior de las aulas. Por lo tanto, mientras mantengan al alumnado dentro de cuatro paredes, consideran que cumplen con su responsabilidad. Aunque el bullying se da incluso dentro de las aulas. Esto lo saben, pero obviamente le hacen al Tío Lolo.