Columnista de la SillaRota: Joaquín Aguilar Méndez**
La figura del hoy canonizado Juan Pablo II se ha visto en medio de la polémica desde hace poco más de una década. Ello, debido a las acusaciones en todo el mundo por haber permitido que los casos de abuso sexual por parte de algún miembro del clero católico, se hayan manejado con tal impunidad, que osaron torturar a las víctimas, no sólo permitiendo la repetición del hecho, sino escondiendo a los delincuentes, creando políticas (usando lenguaje secreto), y sólo por obligación judicial repararon el daño.
Hace unos días salió el portavoz del Estado Vaticano, Federico Lombardi, comenzando una estrategia con la que no quiere dejar duda de la “Santidad” de Juan Pablo II. Primero, desligándose de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, destacando que el ahora “Santo” no era perfecto. Queriendo y disculpando, las acciones u omisiones que hizo Juan Pablo II ante la llamada crisis de pederastia.
Es por todos conocida la cercanía del ahora “Santo” con el fundador de los Legionarios de Cristo, al cual incluso, propuso como un ejemplo para la juventud en su última visita a México. Mientras vivía Juan Pablo II, su querido amigo Marcial Maciel nunca fue castigado, a pesar de las denuncias y procesos eclesiásticos comenzados por las víctimas encabezadas por el Doctor José Barba Martín, quienes a partir de ese momento se convirtieron en blanco de una campaña de desprestigio
Como lo ha demostrado la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP por sus siglas en inglés), en diversas instancias judiciales este problema no habría crecido a tales proporciones, si no hubiera habido una complicidad entre la cúpula de la Iglesia Católica y la autoridad civil.
Se evidenciaron las estrategias que utilizaron para no permitir a las víctimas, el acceso a la justicia. De esto queda constancia en las recomendaciones hechas por el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas al Estado Vaticano en las que les hace ver la complicidad de la jerarquía católica que para defender su “prestigio”. No les importó violar y permitir que violaran los derechos de las víctimas, que ni siquiera el mismo Comité se atrevió a cuantificarlos, sólo los nombró como decenas de miles. En estas recomendaciones se hace responsable al Estado Vaticano, el cual encabezó el ahora San Juan Pablo II. Él es culpable por lo menos de “omisión”, por no haber creado los medios para que las víctimas encontráramos justicia.
San Juan Pablo II pudo exigir que aquel religioso que cometiera un delito enfrentara a la justicia, ya que él tenía la obligación de velar por las víctimas. Lamentablemente, actuó totalmente contrario a esto, y aun así el Papa Francisco decide elevarlo a los altares. ¿Qué hay detrás de esta lamentable decisión política? Sólo una estrategia mercadológica ante la salida de miles de fieles alrededor del mundo.
Esto evidencia cada vez más la crisis en la que la cúpula eclesiástica se empeña en hacer caer a la Iglesia católica, que por su soberbia, que parece ser infinita y nunca deja de sorprenderme, no les permite ver más allá de sus narices.
Exhorté públicamente al Papa Francisco para que pensara la decisión de canonizar a Juan Pablo II, ya que no debería existir duda alguna de su santidad, y en este caso siempre ha existido duda razonable.
He estado trabajando junto con otras víctimas, la posibilidad de que el Estado Vaticano sea juzgado en la Corte Penal Internacional por diversos ilícitos. La única forma por la cual la institución se va a limpiar, es que un tribunal con expertos juzgue a quien haya cometido un delito, ya que no se puede ser juez y parte al mismo tiempo. En cuanto ello ocurra, saldrán las omisiones o comisiones de delito que realizó Juan Pablo II. ¿Qué sucederá en ese momento? ¿Quedará al descubierto la corrupción que existe en la Institución a todos los niveles?
Lo único cierto es que en poco tiempo el Papa Francisco tendrá que enfrentarse a la decisión de canonizar a Juan Pablo II y nosotros como católicos pagaremos las consecuencias de esta decisión. Así sea.
**Director en México de SNAP, Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes.
