El cántaro roto
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El cántaro roto

TIJUANA, BC - miércoles 19 de marzo de 2014 - Gilberto LAVENANT.
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Palco de Prensa
 
Hay un dicho popular, que advierte : “tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”. Y en el caso de las luminarias, ese del “Programa de Modernización del Alumbrado Público de Tijuana”, lamentablemente, el “cántaro” se rompió, y Tijuana se quedará a oscuras, durante varios años. Y no es pretensión del columnista presumir : “se los dije primero”.
 
Les decía, en días pasados, que el llamado “Programa de Modernización del Servicio de Alumbrado Público de Tijuana”, con el que, aparentemente, se pretendía cambiar las vetustas e inservibles lámparas de la ciudad, más de 63 mil, por una modernas, de última generación, fue invento del exalcalde panista Jorge Ramos Hernández.
 
Jorgito, muy “visionario”, al advertir la necesidad de modernizar el alumbrado público, cuyo costo estimó en 399 millones de pesos, propuso a los miembros del Cabildo del XIX Ayuntamiento, concesionarlo a particulares, por 15 años, para que realizaran dicha inversión. Fue tan “convincente” en sus “argumentos”, que los regidores no vacilaron en levantar su manita, para aprobarla en forma unánime y sin objeción alguna.
 
Aunque el acuerdo de licitación lo logró en la Sesión de Cabildo del 30 de abril del 2010, o sea 7 meses antes de concluir su gestión, no tuvo tiempo para hacer el procedimiento formal para ello, afortunadamente, por las broncas que tuvo con el asunto del PIRE, Programa Integral de Repavimentación, que cuyo costo inicial fue de 1,700 millones de pesos y que originó la crisis financiera que hoy enfrenta el Ayuntamiento de Tijuana.  
 
Pero, llegó el Alcalde priísta, Carlos Bustamante Anchondo, y aprovechó el “fabuloso” proyecto de Jorgito, ese de modernizar el alumbrado público, pero en lugar de concesionarlo, cambió el acuerdo de licitación, para que fuese para adquirir en arrendamiento las nuevas luminarias, con un costo de 144 millones de pesos, a 26 meses, y no a 400 millones, como pretendía Ramos Hernández. Así es, en renta, no en compra.
 
En principio, la variación fue para no tener que pedirle permiso a la legislatura estatal, para endeudar al gobierno municipal, pues tendría que ser revisado el proyecto y los legisladores se podrían haber percatado de las triquiñuelas. La treta incluía, que al concluir el pago pactado, se convertiría el arrendamiento, en una compra-venta, y todo mundo feliz.
 
Pero los protagonistas de este asunto, incurrieron en tantos errores, que, como dicen, “se les hizo bolas el engrudo”, y el pretendido “final feliz”, nunca llegó –ni llegará- pues aunque el Alcalde pagó casi todo el precio, de arrendamiento, por adelantado y antes de la instalación de las luminarias, no pagó la última mensualidad de la “renta” y no se dió la pretendida metamorfosis, esa de convertir en compra-venta el arrendamiento. Por si fuese poco, el pago fue a un tercero, ajeno al negocio. Absurdo, pero así fue.
 
El caso es que la proveedora de las luminarias, y supuesta “arrendadora”, hizo el negociazo, pero no tuvo el cuidado de verificar previamente los voltajes de energía eléctrica del alumbrado público de Tijuana, que es de corriente casera, o sea 127 volts, en tanto que las nuevas luminarias operan con 220 volts, y entonces, no terminó de instalarlas, y muchas de ellas se apagaron más rápido que lo que tardaban en colocarlas, de tal manera que el negocio se estropeó.
 
Aunque la proveedora insistió en que el XIX Ayuntamiento recibiera y diera por buenas las nuevas luminarias, lo rechazaron, por la enorme cantidad de luminarias defectuosas. De 64,300 luminarias, solamente instalaron 56,148, pero de esas, el Ayuntamiento tuvo qué reparar 18,632, aunque nuevamente ya están apagadas unas 10 mil, más 7,252 que no fueron instaladas. Si las hubiesen recibido, las cosas estarían peor, para los protagonistas.
 
Tratando de “salvar el pellejo”, los funcionarios municipales, encabezados por Bustamante Anchondo, recurrieron a la vía judicial, a reclamar a la proveedora el cumplimiento forzoso del contrato original, pero lo hicieron con tantos errores, que tal parece había la intención de perder el juicio, lo que implicaría que el gobierno municipal fuese condenado a pagar, por gastos y costas, unos 20 millones de pesos. Esto ocasionó, que se ventilaran los detalles oscuros de este asunto. Bien dicen, que “cuando las comadres se enojan, salen a relucir los trapos sucios”.
 
En la última semana de la gestión de Bustamante, trataron de notificar la demanda a Sola Basic, pero enterado de la gravedad del asunto, el entonces Alcalde electo, Jorge Astiazarán, pidió que se frenara, para estudiar el tema y replantearlo en su oportunidad.
 
El camino ideal, en todo conflicto jurídico, es la negociación. Sin embargo, este asunto quedó entrampado, en un callejón sin salida. Ninguno de los protagonistas puede explicar, por qué el arrendamiento de las luminarias, a 26 meses, se hizo por un monto de 144 millones de pesos, si según un estudio del Regidor del MC, Luis Felipe Ledezma, economista, conforme a precios de mercado, comprar las citadas luminarias, cuesta tan sólo unos 30 millones de pesos. Y compradas, no rentadas.
 
Por lo tanto, si el Alcalde Astiazaran negociara, en el sentido de que la proveedora termine de instalar las luminarias y arregle las descompuestas, como si nada hubiese pasado, estaría validando presuntas operaciones ilícitas, que implica el rentarlas a un precio exageradamente altísimo. Además de que las luminarias seguirían siendo “en renta”.
 
Así es que, aquí “sólo hay de una sopa”, Astiazarán tiene que denunciar formalmente el asunto, independientemente de reclamar la nulidad del contrato de arrendamiento, por los presuntos ilícitos, o la nulidad del mismo, y el tema entrará al terreno pantanoso de la vía judicial, que se demorará en resolver, unos 7 u 8 años.
 
Mientras tanto, dentro de unos meses, las lámparas dejarán de funcionar, y no se podrán  reparar, pues son ajenas, o sea rentadas, y Tijuana se quedará a oscuras, durante varios años. Al final, será necesario adquirir dichas luminarias, pero en compra. Así es como el cántaro se rompió. Se cumple la sentencia de que “lo que mal empieza, mal acaba”.
                                                                                                 
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