Columnista de La Silla Rota: FLORENCIO SALAZAR ADAME
Caracterizado por la fortaleza de sus convicciones en la trinchera opositora, el PAN no ha sido inmune a las tentaciones del poder, pero los vicios no iniciaron con su arribo a la Presidencia de la República. Pude advertir la influencia de Diego Fernández de Cevallos con el Presidente Carlos Salinas de Gortari, durante la 55 Legislatura federal, de la cual ambos formamos parte.
Fernando Ortiz Arana, pero sobre todo Ma. de los Ángeles Moreno, reemplazo de aquel en la coordinación de la bancada mayoritaria, padecieron la soberbia de Fernández de Cevallos. Cuándo los priistas buscaban acuerdos con la fracción azul, el panista respondía: “Ya todo está arreglado: les van a dar instrucciones de Los Pinos”. Hay que recordar que en esa Legislatura se reformaron los artículos 27 y 130 Constitucionales, se crearon las afores y se acordó incinerar los paquetes electorales del 88. De no ser por el levantamiento de Marcos, a iniciativa mía, se hubiese cambiado el nombre de Estados Unidos Mexicanos por México.
La influencia de algunos abogados panistas no quedó ahí. Tejieron toda una red de funcionarios en tribunales judiciales y administrativos; coincidentemente, reconocidos bufetes lograron cuantiosas reivindicaciones económicas del gobierno federal. El modelo del panista tesonero cambió al del abogado exitoso, que podía exclamar exultante: “hoy traigo el Mercedes porque el Jaguar no circula”.
Renuncié al PRI en el 2000, formé parte de la campaña de Vicente Fox y me afilié al PAN en 2002. Siendo Secretario de la Reforma Agraria, acudí a Los Pinos a un acuerdo con el Presidente Fox y le referí haber visto en el pasillo al Lic. José Antonio Lozano Gracia, de quien se había dicho que estaba inconforme. “Y cómo no –comenté-, ha sido diputado, procurador y secretario general del PAN y está en la banca”. El Presidente me pidió lo explorara para ver si aceptaba una embajada.
No obstante que nunca había cruzado palabra con Lozano Gracia, intenté la tarea. Cuando me aproximaba él me recibió con estas palabras: “Secretario, ya cumplan con la Ejecutoria de la Corte (1,214 millones de pesos) del caso Ramos Millán. Si no tienen recursos pueden pagar con terrenos nacionales, joyas, inmuebles, con bienes incautados por el gobierno”. Sobre la Embajada no mostró interés.
Siguieron la ruta del éxito miembros de una nueva generación, sangre nueva, renovadora. No comparto que hayan incurrido en actos de corrupción sólo porque cambiaron su forma de vida, empezando por el domicilio y la colonia. Personas afortunadas, honradas, sin duda. Ser honrado cuando nada se puede sustraer también es mérito. La honradez radica en el compromiso personal de respetar los recursos ajenos y, si son públicos, emplearlos en forma socialmente útil. Panistas honorables hay muchos, por fortuna.
La relación con lo anterior es obvia. El alcalde de Celaya ha puesto al descubierto el escandaloso caso de las mochadas al señalar que, por sus gestiones, otorgó contratos y el 30% de los recursos federales asignados por la federación al diputado Alberto Villarreal, coordinador de la bancada panista. Aun cuando el Dip. Villarreal ha declarado que quien tenga pruebas debe acudir al Ministerio Público, el tema amerita una investigación a fondo del Comité Nacional panista, ya que, además, han surgido otras acusaciones similares.
La “política de intereses” no debe prevalecer sobre la ética y el historial de Acción Nacional, partido que hoy está en una disputa que a lo aproxima a las reyertas acostumbradas en el PRD. El PAN necesita un cambio profundo para recuperar sus principios esenciales y volver a la cultura de la honestidad. En la corrupción no será opción para el ciudadano.
