APUNTES PERDIDOS
Por: Marco Antonio Domínguez Niebla
El poeta llega a la mesa del periodista como lo hace cada vez que coinciden en el café que ambos frecuentan. En esta ocasión, el periodista no recibe al poeta como acostumbra hacerlo, efusivamente, porque su mirada está clavada en el monitor de su computadora portátil. Al poeta le causa gracia ver al periodista como poseído, con los audífonos puestos y la mirada fuera de órbita. El periodista apenas reacciona ante la primera pregunta del poeta, como si con cada palabra se le fuera un suspiro, cualquier fracción de segundo de lo que sucede sobre el rectángulo verde que aparece en la pantalla de su pequeña computadora. Pero responde: veo el futbol. El poeta ríe aunque respeta el estado ausente del periodista, que no parpadea y que además sufre aunque su equipo gane por un gol frente al sotanero del torneo, con sólo cinco minutos por jugarse. Cumplido ese periodo de tiempo todo vuelve a la normalidad. Los de amarillo han vencido a los rojinegros. Y de visita, además. Entonces la angustia ha desaparecido del rostro del periodista, que ahora sonríe y empieza la charla con el poeta. Hablan de cine, como siempre. Luego de libros. Dos temas que los apasionan. El deporte no es tema entre ellos. Al periodista le apasiona. Pero al poeta no. Por eso jamás entendería que el solo resultado de un juego de futbol haya hecho un poco más feliz la vida del periodista. Cuando menos por esa noche.
Hediondez. Ahí aparece el antes incólume escenario, hoy tan estragado, como una víctima del caos. Su barda lateral, que da a una de las calles vecinas, a punto del derrumbe. Y la zona de home, dentro del terreno de juego, reducida a barro. De los baños, mejor ni ahondar. El presidente de la Liga Municipal llega a la escena con la gorra casi sobre los ojos, sumida, como tratando de desviar su mirada de todas las demás, avergonzado, o como escondiéndose de alguno de sus acreedores, en ese lugar antes calificado por muchos como “La Catedral del Beisbol de Ensenada”, ahora más parecido a una capilla en el abandono, ruinosa. Luego cruza la puerta del deportivo Antonio Palacios, por donde el agua del drenaje brota a borbotones para dar la bienvenida o la despedida, según se vaya o se venga, ambientando la estela dejada por el presidente, o Sergio, o el “aguado”, o el directivo que firma cheques sin fondos a nombre de la Liga Municipal de Beisbol. O como cada quien prefiera decirle.
Cotizado. Sammy se ausentó de Ensenada por más de diez años y ahora ha regresado. Lo sedujo una propuesta que no pudo rechazar: la vicepresidencia de un equipo de futbol. El regreso del fundador de la Escuela Atlas Ensenada, ahora como administrador de los Pescadores, se realizó en sigilo, con cautela. Por eso, ya era tarde cuando la directiva del otro equipo local de la Tercera División, Diablos, intentó contactar al menor de la dinastía Flores.
Siglas mágicas. El primer paso es abordarlo, siempre y cuando se trate de un dirigente del deporte eternizado en su cargo, cuyo pasatiempo radique en castigar a cualquiera que discrepe o cuestiones sus decisiones, sin más criterio ni ley que la suya. El segundo paso es formular alguna pregunta que vaya preparando el camino. El tercero consiste en insistir si el personaje interrogado es esquivo . Como cuarto paso, y si se hace del rogar, suelte las siglas mágicas dentro de la siguiente pregunta: ¿tranquilo aunque la “CAAD” (Comisión de Apelación y Arbitraje del Deporte) vaya a analizar las sanciones que ha emitido contra sus afiliados, ahora desconocidos de la normatividad? Para el quinto paso hay que armarse de paciencia en espera de una reacción furiosa, iracunda, en cuanto el entrevistado escuche la C la doble A y la D unidas, ya que temblará de miedo y enfurecerá a tal grado de no medir las consecuencias de sus expresiones. Y como sexto y último paso, jamás apague la grabadora y atesore el documento, con todo y mentadas de madre.
