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MÉXICO, DF - martes 17 de diciembre de 2013 - lasillarota.com.
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Columnista de La Silla Rota JAVIER LOZANO ALARCÓN
 
En efecto, de pronto pareciera que estamos frente a un imaginario nostálgico de regresarnos 70 años atrás, de abrevar de aquel nacionalismo e incluso revivir al gran patriota que expropió los activos petroleros para darle rumbo a la Nación. Un Ipad sirve de reproductor de la voz vibrante del General mientras se lanzan las consignas de siempre por las voces de siempre.
 
El discurso en contra está cargado de frases fuerza y lugares comunes que advierten sobre el enorme riesgo de perder patria y libertad. Es la soberanía la que está en entredicho, espetan, y buscan unir las piezas de una izquierda fracturada por su propia fragilidad interna.
 
Y en el extremo se busca mediante consulta popular recoger el sentir del pueblo sobre la pertinencia o no de modificar la Constitución para realizar la Reforma Energética.
 
Enfrentamos pues un falso debate, tanto en la forma como en el fondo. Veamos: por cuanto hace a la forma, no ha ser una consulta popular la que nos diga si debemos o no realizar enmiendas a la Constitución para confeccionar la reforma necesaria sino la técnica legislativa. Se trata de dar certidumbre jurídica a todas las partes y eso lo resuelve, insisto, la técnica no la aclamación.
 
Por cuanto hace al fondo del asunto, se ha caído en el extremo de entender la soberanía nacional asociada indisolublemente a la existencia y defensa del monopolio de PEMEX como baluarte de todos los mexicanos. No importa que desaprovechemos nuestros recursos energéticos; es más, no importa que no sepamos ni dónde demonios se localizan ni a qué profundidad. ¡Qué más da que haya tanta pobreza y marginación mientras caminamos sobre un territorio con enormes riquezas enterradas en el subsuelo! Con tal de que no vengan los voraces empresarios y las abusivas trasnacionales a quererse llevar parte de lo que es nuestro, así nos quedamos porque somos, orgullosamente, bien soberanotes.
 
Ah, que PEMEX sí está asociado estratégicamente en un arreglo 50-50 en Deer Park, Texas, con la petrolera Shell, en una refinería a la que va a dar nuestro crudo para procesarlo como gasolina y vendérnosla a nosotros mismos para consumirla en México, es otro cantar. Aquí, en México, por supuesto que PEMEX no puede cometer semejante pecado. Faltaba más. Que los empleos se creen del otro lado de la frontera y los impuestos se le paguen al gobierno vecino.
 
¡Ya basta de falsos nacionalismos! La soberanía es capacidad de poder tomar nuestras propias decisiones sin injerencia externa pero en libertad que proviene de la autosuficiencia. ¿De qué nos sirve presumir de tal soberanía? importamos 34% del gas licuado que consumimos; el 65% de los petroquímicos que utilizamos; y el 50% de las gasolinas que ponemos a nuestros vehículos, siendo un país rico en petróleo y demás hidrocarburos.
 
Los monopolios en la economía son malos. Punto. Sean públicos o privados. Distorsionan las reglas del mercado y terminan por ser una tiranía hacia los consumidores. Etiquetar áreas estratégicas o prioritarias para el desarrollo nacional, con exclusividad para organismos del Estado, ha sido tan arbitrario como dividir la petroquímica entre básica y secundaria. La consecuencia es que tenemos un organismo público descentralizado (que no una empresa) como PEMEX que aporta 38 centavos de cada peso a la hacienda pública para incorporarlo al presupuesto de egresos de la federación. Resultado: no puede utilizar sus propios recursos para su modernización y expansión.  Se calcula que la paraestatal requeriría de alrededor de 100 mil millones de pesos anuales para ser una empresa competitiva a nivel mundial mientras que su reinversión actual es de alrededor de 25 mil millones de pesos.
 
Asumamos nuestra realidad: PEMEX no cuenta ni con los recursos ni con la tecnología para satisfacer la demanda interna de energéticos ni para ser una empresa competitiva a escala internacional. Necesitamos inversión privada complementaria misma que está disponible para participar pero sobre bases equitativas y certeras.
 
De lo que se trata, pues, es de hacer de PEMEX una empresa productiva del Estado mexicano y no un mero organismo descentralizado prestador de servicios públicos que sufrague el gasto público a costa de ineficiencias, insuficiencias y corrupción. Por ello es que lejos de extinguir o privatizar PEMEX, con la Reforma Energética se le fortalecerá para que compita con otras empresas de su tipo a nivel mundial. Con tal propósito es que se su administración se conducirá conforme a las mejores prácticas de gobierno corporativo, con representantes del Estado, sí, pero con la participación de otro tanto de consejeros independientes, expertos en materia técnica, económica, ambiental y de otras disciplinas. El Sindicato de la entidad no estará más en el Consejo de Administración pues su función es la defensa colectiva de los derechos de los trabajadores y no hacerse cargo de la gestión de la empresa.
 
Otra ventaja que tendrá PEMEX en el nuevo modelo es que aquellos pozos sobre los que ya trabaja seguirán bajo su dominio y, en tratándose de nuevos yacimientos, tendrá derecho de preferencia para elegir los que mejor convengan a su plan de negocios.
 
Y a efecto de maximizar el valor de nuestra renta petrolera, se han diseñado una gama de contratos para facilitar la participación de inversionistas, nacionales y extranjeros, que asociados o no con PEMEX permitan realizar las tareas de exploración, extracción y explotación del petróleo y demás hidrocarburos, pero también en su transformación, almacenamiento, distribución y comercialización. En todo caso, el petróleo sigue y seguirá siendo propiedad de la Nación. Eso no está en duda y no hay una sola palabra en el texto constitucional que siquiera insinúe lo contrario.
 
En este punto es donde reside el verdadero reto de la Reforma Energética: obtener la máxima rentabilidad a nuestros recursos petroleros con reglas claras, certeras, que den facultades indubitables a nuestros órganos reguladores pero, a la vez, brinden la seguridad jurídica que cualquier inversionista, en su sano juicio, exigirá para poner su dinero a largo plazo en un sector tan especializado como éste.
 
El resultado de esta apertura a la inversión y a la competencia en el rubro del petróleo, gas y demás hidrocarburos –así como de sus derivados- debe traducirse en mayor crecimiento económico; en más y mejores empleos, y mejor pagados; y, desde luego, en combustibles, energéticos e insumos de mucho mejor calidad y a precios cada vez más accesibles, tanto para los hogares como para la planta productiva nacional. La disminución de precios, justo es decirlo, no es algo que ocurrirá en el corto ni mediano plazos.
 
En este contexto se inscribe la creación del Fondo Mexicano del Petróleo, una de las condiciones de los senadores del Partido Acción Nacional para ir adelante con la Reforma Energética. De lo que se trata es que éste, que será un fideicomiso administrado por el Banco de México, tenga un Comité Técnico integrado en su mayoría por expertos ajenos al gobierno y que se encargue de que los recursos provenientes de la renta petrolera –después de impuestos- se destinen al ahorro nacional; a la investigación en materia energética en general y petrolera en particular; a la técnica y la innovación; a otorgar becas para realizar estudios en estas materias y para dar suficiencia al sistema de pensiones universal para adultos mayores, así como para financiar obras de infraestructura indispensables para el desarrollo regional y nacional.
 
Así pues, la Reforma Energética es mucho más que el futuro de PEMEX. Es un nuevo modelo de aprovechamiento de nuestros vastos recursos naturales que hoy no estamos utilizando y que, al cabo de unos años, ni siquiera seremos capaces de extraerles valor pues el destino del petróleo está ya marcado.
 
Por lo mismo, dentro de esta Reforma Energética debe incluirse, además del petróleo, el gas y demás hidrocarburos, a la energía eléctrica y a las energías renovables. 
 
Ya me ocuparé en otra entrega del tema del servicio público de energía eléctrica pero anticipo que la Comisión Federal de Electricidad tampoco se privatiza sino que se convertirá, al igual que PEMEX, en empresa productiva del Estado mexicano, más fuerte y capaz de generar y distribuir electricidad en mejores condiciones que lo hecho hasta ahora. En ninguno de los casos estamos hablando, por cierto, de despidos masivos de personal. Más aun, los derechos de los trabajadores serán íntegramente respetados conforme a la ley y a sus respectivos contratos colectivos de trabajo.
 
La Reforma Energética es uno de los proyectos más impulsados y anhelados por Acción Nacional. Para quienes dicen que engañamos al electorado al apoyar esta transformación les recomiendo que le echen un vistazo a nuestra Plataforma Electoral 2012-2018 y ahí encontrarán nuestra respuesta. En campaña, muchos hablamos de la necesidad de modernizar el sector mediante la apertura a la inversión privada pues (al menos yo) nunca hemos pensado que así se pierde soberanía. He tenido la fortuna de participar en un proceso similar en el sector de las telecomunicaciones y francamente no he percibido que perdamos un gramo de independencia por ello.
 
Creo que quienes se oponen a ultranza al cambio es porque encierran una brutal inseguridad personal. Administrar la mediocridad no debe estar en nuestra agenda, al menos no en la mía ni en la del Partido Acción Nacional.
 
Si se mira con cuidado, la Reforma Energética recién aprobada es mucho más cercana, casi en su totalidad, a la del PAN y muy alejada, afortunadamente, de la presentada por el PRD pues ésta se quedó corta y no brindaba mínimos necesarios de certidumbre legal. Por cuanto hace a la iniciativa del Presidente Enrique Peña Nieto, resultó ser un mal “approach” a la izquierda, un guiño poco seductor que terminó por polarizar más las posiciones al recurrir al texto y visión de hace siete décadas en lugar de proyectar al país al futuro.
 
No, señores. No se es vende patrias cuando se actúa en congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Actuar con sentido de responsabilidad, como verdaderos hombres de Estado -y no de grupo político- implica poner lo mejor de nosotros en aras del bien común, aun cuando mucho del fruto a cosechar llegue más adelante.
 
Ya hubiera querido Felipe Calderón tener una oposición congruente y responsable como la que le ha tocado a Peña Nieto. Ahora el priísta tiene una Reforma Energética como nunca imaginó. Ahora tiene en nuestra labor legislativa la respuesta a la mezquindad mostrada por ellos mientras fueron oposición. Ahora se puede apreciar de mejor manera el valor de la política para alcanzar acuerdos sin sacrificar el futuro de la Nación.
 
No será la primera ni la última vez que mis decisiones y actuación en la función pública traigan todo tipo de consecuencias, hasta personales. Ser parte de los etiquetados #VendePatrias no tiene más peso para mí que la moda y coyuntura de quienes desperdician su creatividad en hashtags en lugar de hacer contribuciones reales a su comunidad. Pero aquí no venimos a cuidar capital político individual sino a cumplir con una responsabilidad constitucional. El honor se acredita con credenciales que muestren la calificación de nuestra obra, no la ligereza de nuestra cobardía.
 
Así como votamos en contra de la Reforma Fiscal porque le quita dinero a la gente con más impuestos y deuda, votamos a favor de la Reforma Energética porque está llamada a atraer inversión, empleo, crecimiento y bienestar para el país.
 
Con tal convicción concluyo: es todo un honor representar a mi Estado de Puebla como Senador de la República en estas horas que marcarán un antes y un después para México. El tiempo pondrá las cosas y a cada quien en su sitio. Pacientemente y con la conciencia tranquila, espero ese juicio de la historia.
 
Twitter: @JLozanoA 
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