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Los parlamentarios

TIJUANA, BC - martes 10 de diciembre de 2013 - AFN .
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Palco de Prensa
 
En son de broma, o bien casi al límite del escándalo, por lo grosera y vulgar, muchos recuerdan, y repiten las expresiones de la Senadora del Movimiento Ciudadano, Layda Sansores San Román, durante la discusión, el pasado domingo, respecto del proyecto de dictamen de la reforma energética.
 
La legisladora federal, de 68 años, hija de Carlos Sansores Pérez, conocido como “El Negro Sansores”, quien fuese Presidente del CEN del PRI, en las postrimerías del echeverriato, al ver que sus argumentos no vulneraban las intenciones “privatizadoras” de priístas y panistas, estalló y les fustigó con un “rosario” de palabras altisonantes.
 
Layda concluyó su intervención, con lo siguiente : “Privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren realmente que haya una privatización a fondo, vayan y privaticen a la puta madre que les parió y eso sería mucho mejor que lo hicieran porque al menos esa es suya, esta Patria no les pertenece”.
 
Las expresiones de reprobación, y reclamo, no se hicieron esperar. Sin embargo, la Senadora los atajó, diciendo : “Y no vengan aquí a persignarse”. A esto añadió : “Insultos, patadas, puñaladas, es lo que están dando a México, no tienen vergüenza”.
 
El video de la intervención de la Senadora, originaria de Campeche, entidad que gobernó su padre, de 1967 a 1973, identificado claramente con el Presidente Luis Echeverría Alvarez, circula en las redes sociales, aunque también apareció en las páginas digitales de algunos periódicos de circulación nacional.
 
Las expresiones de la señora Sansores, son de un nivel bajo, no propio para una parlamentaria, pero evidencia que en los máximos órganos legislativos, las discusiones no son, ni fundamentadas, ni coherentes, mucho menos respetuosas.
 
No es el primer caso de este tipo, que se ha registrado en las cámaras legislativas. En las que se ha evidenciado, que funcionan, más que todo, bajo criterios propios de mercenarios. Donde lo último a discutir, son los intereses de los mexicanos.
 
Ciertamente, como lo advierte doña Layda : “Insultos, patadas, puñaladas, es lo que están dando a México, no tienen vergüenza”. A veces, las acciones son más viles y groseras que las propias palabras, porque lesionan la economía y el bienestar de los mexicanos.
 
No obstante, parlar, implica diálogo, discutir puntos de vista. Plantear criterios o argumentos, para contrastarlos y en base a lo expuesto, tomar decisiones, vía votación.
 
Cuando se llega a la grosería expresa, es que no se dá el diálogo. Indica que los individuos se reducen casi a nivel de bestias, irracionales. En el caso en mención, solamente faltaron los manotazos y arañazos.
 
Sumamente reprobable, es que, en un intento por recriminar y fustigar a los legisladores que se aliaron para impulsar la reforma energética, se ofenda a las madres de estos, calificándolas de meretrices, cuando que ninguna responsabilidad tienen en relación con la labor legislativa de sus hijos. Cuando que hasta las llamadas mujeres de la vida galante, merecen ser respetadas.
 
Lamentablemente, muchos políticos, como Layda, no saben nada de moral o ética, al grado que sustentan su presencia en tribuna, con insultos y groserías, con descalificaciones genéricas y con exceso de intolerancias. Olvidan aquello de que “lo cortés, no quita lo valiente” y construyen sus argumentaciones con vulgaridades e insultos.
 
Con tales ejemplos, en las más altas instituciones gubernamentales del país, se observa y se concluye, que la democracia mexicana no es precisamente una tortuga, por la lentitud con la que se desplaza, sino una víbora, que lanza veneno a quienes se atraviesan a su paso.
 
¿Cómo considerar que tienen buenas intenciones, si son unos léperos? ¿Qué calidad pueden tener, si provienen del mismo sistema político que supuestamente les resulta repugnante? ¿Cómo creer que ellos son correctos y con buenos propósitos, si pretenden suplir la falta de sustento en sus argumentaciones, con expresiones vulgares?
 
Y la cuestión, para desgracia de los mexicanos, es que esta clase de individuos, no andan de gratis en la política. Le cuestan mucho dinero a los mexicanos, que dicen defender. Si tuviesen vergüenza, regresarían los dineros públicos que reciben, supuestamente para legislar.
 
Si tuviesen vergüenza, cumplirían o desempeñarían su papel de legisladores, con seriedad y eficiencia. Muchos de ellos, van a las cámaras legislativas, a dormitar y a levantar la mano, solamente cuando la consigna así lo indica. Cada día, están peores. Los flamantes legisladores son, en su mayoría, simples zánganos. Viven a costilla de los  mexicanos, que ellos, falsamente, dicen representar.
 
Por cierto, circulan en las redes, las constancias de la votación, mediante la cual se aprobó la reforma hacendaria propuesta por el Presidente Enrique Peña Nieto, en las que se observa con claridad, que por lo que respecta a los diputados federales priístas, por Baja California, todos, sin excepción, votaron a favor de la homologación del IVA.
 
Esa, actitud traidora, también fue una grosería. Quizás mucho más grosera que las expresiones de Layda. Ofendieron a todos los bajacalifornianos y limitaron sus posibilidades de lograr mejores condiciones de vida. Si es que la pobreza extrema, puede llamarse vida.
 
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