Columnista de La Silla Rota José Luis Castillejos Ambrosio
No hay trabajo. El precio del café está por los suelos, el maíz no tiene precio, los pequeños negocios no funcionan por falta de circulante y en los pueblos y villorrios la gente sucumbe con pequeños puestos de negocios de venta de tacos, tamales, aguas frescas, cacahuates, carne asada y otros medios de subsistencia. Los “changarros” como calificó alguna vez el ex presidente Vicente Fox a los pequeños negocios familiares están quebrados.
El panorama es crítico y el experto mexicano en asuntos migratorios Jorge López Arévalo, catedrático de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) asegura que hay un marcado desplazamiento de migrantes chiapanecos desde el 2006. Profesionales, taxistas, vendedores, entre otros ven que cada vez se les cierran las oportunidades de emprender algo.
Las políticas de los gobiernos municipal, estatal y federal no están dando resultados; hay una especie de desaliento y la gente sobrevive, deambula como zombis sin tener un horizonte económico que les garantice la sostenibilidad alimenticia en el tiempo. Eso ha ocasionado que los indígenas y muchos campesinos chiapanecos y personas de escasos recursos se vayan de esa rica y vasta región donde el petróleo es riqueza para algunos y pobreza para otros.
El caso no es privativo de Chiapas, pasa en Oaxaca, pasa en Veracruz, pasa en Tabasco, Hidalgo, Michoacán y otras regiones del país donde la pobreza llegó para quedarse. Se ha anclado en la sociedad y no hay forma de despuntar. Las políticas de austeridad en los gobiernos municipales y estatales, aunadas a la falta de incentivos para la producción de básicos tienen a quienes viven en el área rural en condiciones paupérrimas.
Chiapas tiene una economía totalmente colapsada y el desplazamiento sólo es superado por Guanajuato y se encuentra por encima de Michoacán y Jalisco que son las entidades, junto a Guanajuato, consideradas de la migración histórica. En 2012 los chiapanecos ocuparon el primer lugar en expulsión de gente a los Estados Unidos, pese a la disminución relativa de los flujos migratorios asociados a la desaceleración de la economía de Estados Unidos, indicó.
Los indígenas chiapanecos se han incorporado plenamente a los flujos migratorios y en 2006 incluso llegaron a superar los flujos de migración de chiapanecos no indígenas. Esa es una novedad, pues se creía que los más pobres no emigraban, pero en el caso de Chiapas se tiene que la población chiapaneca ha logrado superar los tradicionales obstáculos para la migración hacia Estados Unidos como la falta de redes sociales, altos costos de traslado y pobreza extrema, entre otros.
Es por ello que hoy día Chiapas se encuentra entre la denominada “zona emergente” de la emigración internacional, con aportaciones significativas al flujo migratorio de mexicanos rumbo a los Estados Unidos de América, según López Arévalo que cree que los chiapanecos han creado sus redes a pasos acelerados y aunque no están bien consolidadas, si han servido para la diáspora que incluye a los pueblos indios.
La migración internacional indígena chiapaneca y de otras regiones de México ha tenido que configurar a pasos acelerados un intrincado sistema de redes de intercambio y circulación de gente, dinero, bienes materiales y simbólicos. Hay que caminar por muchas zonas del sureste mexicano para detectar que el fenómeno migratorio que afectó a Centroamérica ahora cobra sus víctimas entre mexicanos que viven en la miseria.
Al mismo tiempo se ha desatado una especie de “feminización” del campo. Las mujeres son ahora las encargadas del sostenimiento de miles de familias y realizan las labores agrícolas que durante muchos años ejecutaban los varones. Los pueblos poco a poco se van quedando vacíos y sólo hay mujeres, niños y ancianos. A ese paso el empobrecimiento se irá enraizando poco a poco. El gobierno lo sabe pero no hace nada por atenuar este impacto que cobra cada día más víctimas y deja a las familias desestructuradas.
El caso más emblemático de quienes se van de sus tierras es el de los indígenas chamulas de Chiapas, quienes se han establecido incluso en un barrio de Tampa, Florida y tienen hasta un tianguis donde desarrollan el comercio y hay intercambios de bienes simbólicos que están asociados a las tradiciones indígenas y al sincretismo religioso.
En términos absolutos es la región del Soconusco la que más ha expulsado población hacia Estados Unidos y últimamente la fronteriza y en términos relativos es la Sierra y Los Altos las más expulsoras de población.
Mientras eso ocurre y hay una depauperización del campo personajes “no gratos” para la sociedad mexicana quieren una cuota mediática y reclaman no ser olvidados. El ex presidente Felipe Calderón, responsable, en parte, de todo el desorden que hay ahora en México se pavonea fuera de las fronteras mexicanas hablando de su lucha contra la narcoactividad. Sin empacho alguno quiere dar fórmulas de algo que no funcionó.
“La lucha contra el crimen organizado debe enfocarse no solo en la cuestión de la legalización de las drogas, sino en la sofisticación de los grupos criminales que se están apoderando de las instituciones en México”, advirtió Calderón en declaraciones al ABC de Asunción.
Señaló que el problema de México no es un asunto de drogas nada más. Las organizaciones criminales han adquirido tal grado de sofisticación que se están apoderando de las instituciones. Qué novedad Don Felipe; ahora resulta que no se opone a la legalización de la mariguana, como algunos le atribuyen, y recordó que incluso hizo una propuesta en Naciones Unidas, junto a los presidentes de Guatemala, Otto Pérez, y de Colombia, Juan Manuel Santos, para que se estudien todas las alternativas, aún las alternativas de mercado. Qué descaro. O sea de un lado combatía la narcoactividad y, del otro, exploraba fórmulas para que se legalice la droga.
Quiéralo o no, Calderón es responsable político y autor “mediato” (que sabía) de los miles de crímenes cometidos al amparo de la lucha contra los narcotraficantes. El ordenó un frontal combate militar a los cárteles pese a que intente aclarar que su objetivo primordial no fue perseguir al narcotráfico per sé.
¿De qué sirvió la lucha de Calderón cuando tal como él lo admite había y hay pueblos y ciudades donde la policía está socavada por la corrupción? Que no pretenda dar lecciones a quienes gobiernan ahora el país y mandar mensajes desde el extranjero para que tenga el efecto de rebote.
Mientras Don Felipe se pasea por el mundo exponiendo sus “fórmulas mágicas” de lucha contra la narcoactividad los campesinos del sureste y otras regiones del país se ponen sus caites o huaraches y se van caminando por caminos de extravío, toman autobuses y viajan hacia el norte en busca de un mejor destino. Eso quizás lo sepa Calderón y si no bien vale la pena recordar lo que muchos le reclaman en las redes sociales: que sembró el desorden en muchas áreas de la política nacional.
Twitter: @jlcastillejos
