La democracia directa en Estados Unidos
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La democracia directa en Estados Unidos

MÉXICO, DF - viernes 15 de noviembre de 2013 - lasillarota.com.
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Columnista de La Silla Rota MAURICIO FARAH GEBARA
 
En Nueva Jersey, estado mayoritariamente demócrata, arrasó en su intento por reelegirse como gobernador, el republicano moderado Chris Christie, quien consolida de esta forma sus aspiraciones a ser el candidato presidencial de su partido en las presidenciales de 2016, mientras que en Virginia, entidad de tradicional perfil republicano, salió derrotado el candidato de ese partido, Ken Cuccinelli, un conservador más radical al que apoyó con fervor el Tea Party.
 
Tales resultados podrían revertir la tendencia extremista que se había experimentado dentro del Partido Republicano en los últimos años. Ojalá así sea. Además, de estos dos resultados en elecciones para gobernadores, hay que destacar que en varios estados se celebraron referéndums para decidir sobre una gran gama de temas.
 
Recurrir directamente a la ciudadanía para aprobar leyes sin pasar por las cámaras legislativas estatales, de ninguna manera es una práctica nueva en Estados Unidos, pero su generalización sí que es una tendencia reciente. La utilización de mecanismos de democracia directa es un fenómeno que se ha extendido en la nación del norte, al grado en que ha abierto un debate que alcanza no sólo a aquel país, sino al mundo entero. La recurrencia a los referéndums y las iniciativas populares, se hace patente en cada vez más estados de la Unión Americana.
 
Este afán vivió un momento álgido en el año 2003, cuando se dio en California un polémico voto de revocación de mandato (recall), mediante el cual, los californianos se deshicieron del mediocre gobernador Gray Davis (quien había sido reelecto menos de un año antes), para poner en su lugar al actor Arnold Schwarzenneger.
 
Justamente por esa época, apareció un interesante libro del columnista del Washington Post, David Broder, “La democracia descarrilada: iniciativas populares y el poder del dinero”, en el que el autor hace una crítica a la generalización de estas prácticas que, según él, "amenazan con subvertir en las próximas décadas el sistema de gobierno norteamericano". Broder se pregunta si de verdad la democracia representativa se encuentra agotada y si ha llegado la hora de institucionalizar, como mecanismos de decisión permanentes, instrumentos como el referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular y la revocación de mandato, y concluye que la experiencia internacional enseña que debemos irnos con cuidado a la hora de ensalzar, sin más, estos métodos, que pueden llegar a ser instrumentos de demagogos e incluso de regímenes autoritarios.
 
Otros aspectos preocupantes del auge de la democracia directa, son el económico y el de la capacidad de ciertos grupos de poder para imponer sus intereses mediante este "gobierno por iniciativa popular" que, según Broder, no sólo constituye "un desvío radical" del sistema de controles y equilibrios vigentes en la Constitución de Estados Unidos, sino que "se ha convertido en un gran negocio en el que abogados, asesores de campaña, compañías dedicadas a la consecución de firmas y otros desaprensivos, venden sus servicios a diversos grupos de interés que sólo persiguen atender su provecho particular".
 
Pese a lo que digan sus más acérrimos críticos, la democracia representativa no ha muerto, aunque, como lo hemos comentado ya antes en este espacio, urge reflexionar sobre las causas de su actual crisis y actuar de manera responsable para hacer las correcciones pertinentes.
 
No han sido pocos los analistas y politólogos que, tras hacer estudios muy profundos sobre el tema, han llegado a la conclusión de que las fórmulas de democracia directa deben ser consideradas como un complemento útil de la democracia representativa, no como su inminente sustituto.
 
Asimismo, deben revalorarse las aportaciones objetivas de las instituciones de representación política. Por ejemplo, una revisión de la historia de los partidos políticos en América Latina, concluye que los esfuerzos por establecer sistemas políticos viables y democráticos han encontrado –muchas veces- más obstáculos que condiciones favorables, más fracasos que éxitos, pero sin la presencia de los partidos, el desarrollo político hubiera sido mucho más frustrante.
 
El reto hoy es superar la desconexión evidente que existe entre los actores políticos y el electorado. Como los partidos operan en los parlamentos, la desconexión afecta a una de las instituciones democráticas cruciales. Si el electorado no se considera bien representado por los parlamentos, éstos corren el peligro de dejar de estar investidos de legitimidad.
 
Dicho en los términos expresados por Dahrendorf: “El pueblo está más impaciente que nunca. En tanto consumidor, se ha habituado a la gratificación instantánea. Pero como votante debe esperar a que se manifiesten los frutos de su elección en las urnas, si los hubiere. La democracia necesita tiempo, no sólo para votar, sino también para deliberar, revisar y compulsar”.
 
Repensar la lógica democrática debe ser una tarea prioritaria para quienes apreciamos la naturaleza de la libertad. La democracia se corrige con mejor democracia. Por ningún motivo debemos aplazar la necesidad de iniciar la construcción de una nueva cultura cívica orientada a entender la democracia y sus instituciones.
 
Twitter: @mfarahg
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