Por: Juan Manuel Salazar Pimentel
Soy de una generación de mexicanos que crecimos en la época aquella en la que el poder público era ejercido sólo por un partido político.
Época en la que el presidente de la república, todos los gobernadores de los Estados y casi toditos los alcaldes y regidores eran también de ese mismo partido.
En la época de mi generación, también los senadores, todos pertenecían a ese mismo partido, y así pasó por decenios con los diputados federales, hasta que en 1963 se inventaron los diputados “de partido”, que inicialmente fueron sólo veinte, y que eran algo muy distinto a los actuales diputados de representación proporcional.
Pero ese ejercicio monolítico del poder, no sólo deriva en la limitación del acceso de los ciudadanos a su ejercicio, pues para tener un día el privilegio de llegar a ser servidor público en cargos de elección popular, y hasta en los de designación, en México era requisito inexcusable pertenecer al partidazo de la Revolución, afiliado a cualesquiera de sus sectores.
Un efecto así, es naturalmente antidemocrático, y la conformación de las cámaras legislativas en México, así como el mosaico de gobernadores, durante décadas fueron testimonio irrefutable de la ausencia de genuina democracia en nuestro México.
Pero el ejercicio faccioso del poder, es decir, el que se ejerce por y a favor de una facción determinada, no es el único efecto negativo de la antidemocracia que vivimos.
En la escuela primaria nos enseñaron a venerar a muchos hombres de la Historia de México, y a festejar sus actos.
Como todos los estudiantes de mi generación, crecí festejando la Expropiación Petrolera, que cada marzo motivaba solemnes asambleas, con honores a la Bandera y el canto del Himno Nacional. Discursos, poemas y bailables componían el programa de aquella ceremonia en la que cada año recordábamos puntuales la prodigiosa obra de Lázaro Cárdenas, que tuvo el arrojo de enfrentar a las empresas petroleras extranjeras cuando hizo la expropiación.
En mi escuela, mis maestros debían cumplir el mandato del Artículo 3º Constitucional, que ya desde entonces decía que la educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, el amor a la Patria, y que el criterio orientador de la educación, basado en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, contra los fanatismos y los prejuicios, etc.
Actualmente se debate una reforma energética, por la que se pretende modernizar el manejo del petróleo, y en este debate vemos muchas cosas que son interesantes.
En sus promocionales el gobierno nos dice que hasta Cuba ha modernizado ya el manejo de su riqueza petrolera, y que en el mundo sólo México se ha quedado rezagado porque aún conserva su mismo régimen legal que garantiza que sólo el gobierno pueda meterle mano al petróleo.
Curiosamente esto nos lo dice un gobierno surgido del otrora partido único, que fue el mismo que impuso ese estatus y el que como cuchillito de palo nos enseñó a integrar el petróleo al concepto de soberanía nacional.
En su campaña promocional, el gobierno también nos dice que el actual presidente de la República, con su propuesta de reforma, sólo quiere hacer lo mismo que hizo el presidente Cárdenas, cuando nacionalizó el petróleo.
Pero,es el caso que durante muchos años, a todos los que fuimos a la escuela, nos dijeron que Lázaro Cárdenas expropió el petróleo, y aunque eso nunca fue cierto, lo que si es verdad es que con ese mito se formó en la conciencia de muchos ciudadanos de México, creencias erróneas que fomentaron la ignorancia y que han dado paso a la formación de fanatismosque para nada bueno sirvieron y que ahora hay que enfrentar.
Todo régimen de partido único como el que en México padecimos, malogra con su autoritarismo todos los campos de la vida de una nación.
