La piedra en el zapato
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La piedra en el zapato

TIJUANA BC - martes 19 de marzo de 2013 - Gilberto LAVENANT.
2037

Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT


Es incómodo caminar, casi imposible, cuando sin saber cómo, una piedra se introduce en alguno de nuestros zapatos. Sobre todo, cuando no obstante la insorportable incomodidad, resulta casi imposible detener la marcha para sacar esa piedra y lanzarla muy lejos. Lo irónico es que, por algún descuido, luego de desalojarla, cae en nuestro calzado una piedra mayor. Duele, bastante.

Algo así le está ocurriendo al Rector de la Universidad Autónoma de Baja California, Felipe Cuamea Velázquez. En el proceso que le llevó a ocupar la rectoría, fue duramente criticado por un grupo de maestros universitarios. En especial por el Lic. Daniel Solorio Ramírez, profesor de la UABC desde 1975, ex-abogado general de la universidad, ex-director de la Facultad de Derecho, ex-candidato a rector.

Evidentemente, para Cuamea el licenciado Solorio Ramírez era una piedra en el zapato. Incómodo, porque combatió paso a paso el proceso de renovación rec toril. La incomodidad no sólo era por lo que Solorio hacía o decía, sino porque además de tener una sólida autoridad moral entre los universitarios y en la sociedad en general, sabe lo que dice, y lo fundamenta, pues nadie puede negar que es un excelente abogado.

Sin embargo, alguien le dijo a Cuamea, que por la vía laboral, era relativamente sencillo sacudirse a Solorio y aliviar la incomodidad que le representaban sus constantes señalamientos. Daniel manejó diversos juicios contra las autoridades universitarias, pero nunca imaginó que un día, aparecería como reclamante de alguna injusticia o arbitrariedad.

Mediante oficio 3640/2012-1, de fecha 13 de marzo del 2012, hace exactamente un año, la Coordinadora de Recursos Humanos de la UABC, Judith Isabel Luna Serrano, le comunicó que su contrato de trabajo había sido rescindido, dizque por haber faltado a laborar durante 10 días y una serie de acusaciones por incumplientos a las normas universitarias.

35 años de laborar en la Máxima Casa de Estudios, en los que, quienes conocen a Daniel lo saben perfectamente, dió de sí mucho más que lo que le implicaba el sueldo que recibía, a punto de llegar a la jubilación, por supuestas faltas, drásticamente lo cesan, no solamente es absurdo, casi inverosímil e injusto.

A la mejor con cualquier otro trabajador universitario, el despido pudo haber estado claramente justificado y ahora sería caso cerrado. Sin embargo, a Solorio no le pueden dar clases de Derecho. Es buen abogado. Sumamente detallista. Difícil de vencer en el litigio.

Obviamente, hizo las reclamaciones correspondientes. Primero ante los órganos internos de la UABC, los que actuaron con parcialidad, al grado de que tuvo que llevar su caso ante los tribunales laborales. A un año de su cese, con meras argucias legaloides de parte de los representantes legales y abogados de la Universidad, ni siquiera ha sido posible celebrar la primera audiencia.

Dicen, los allegados a Cuamea, que fue justificada la acción emprendida contra Solorio, que efectivamente incurrió en faltas. Si esto fuese cierto, para qué darle tantos rodeos. Daniel dice todo lo contrario, que oportunamente estampó su firma en las listas de asistencia a clases, pero que los flamantes abogados de Cuamea tratan de acreditar, con periciales, que su firma fue falsificada. Absurdo por completo.

Durante los últimos días del pasado mes de febrero, el Lic. Oscar Valenzuela Avila, quien fuese Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, además de profesor y funcionario universitario, dirigió una carta abierta al Rector Cuamea Velázquez.

De entrada, justificando su injerencia “en el espinoso asunto, que me duele y procupa”, llamó la atención del Rector, para “contemplar un aspecto que de suyo me parece del mayor interés y no se puede soslayar”. Le dijo que están “ante la presencia de la milenaria antinomia o contradicción entre dos valores o principios que son el Derecho y la Justicia”.

“Hay quienes –dijo- sostienen que el Derecho debe prevalecer sobre la justicia, porque sin la norma jurídica que regula la conducta, no es posible concebir el orden; pero se olvida, lo cual es aceptado por la mayoría de los juristas más reconocidos, que la justicia junto con la seguridad jurídica y el bien común, son los tres fines que persigue el derecho”.

Y le explica : “si se aplica una norma jurídica rigurosamente sin atender el valor de la justicia, estamos pervirtiendo el derecho, porque de nada sirve un orden injusto, porque no es tal, es precisamente lo contrario del derecho, y con una justicia que no ha podido ser asegurada, no tiene razón de ser el derecho porque le falta uno de los elementos esenciales que es la justicia”.

Observa que lo difícil es analizar de parte de quién está el derecho y la justicia.  Hace hincapié en que “Usted, Señor Rector, y sus asesores jurídicos, se apegan fielmente a que el Licenciado Solorio Ramírez violó la normatividad universitaria y la laboral,  para lo cual no han aportado hasta la fecha las pruebas respectivas”.  

Luego señala que Solorio sostiene que violaron sus derechos humanos. Le recuerda que existen convenios internacionales sobre derechos humanos, que tienen plena validez jurídica y que las autoridades, del orden que sea, tienen la obligación de acatarlos.

Le pide a Cuamea que descienda de su sitial de Rector, que no va a perder nada, que dialogue con Solorio, a fin de encontrar solución a este asunto. “Si hace esto –le dice-, el Licenciado Solorio Ramírez no ganará, ni Usted perderá, ganará la Universidad y especialmente la Facultad de Derecho”.

Nadie puede negar que la UABC es una institución respetable. Pero desluce su relevancia con actitudes absurdas, aberrantes, dictatoriales. Valenzuela Avila le dice a Cuamea que Solorio ya aportó su granito de arena a la Universidad, con 37 años de catedrático, y que “ahora le toca a Usted, Señor Rector, aportar el suyo con sabiduría, generosidad y humanismo de un digno Rector, que, estoy seguro, es como Usted quiere ser recordado al terminar su gestión, con respeto y credibilidad”. La respuesta aún sigue pendiente.

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