Por: Carlos del Valle del Río 
@delvalledelrio

CIUDAD DE MÉXICO 28 DE AGOSTO DE 2023.- Inicia ya un nuevo ciclo escolar, más de dos millones de estudiantes se preparan para el regreso a clases, lo harán bajo un nuevo modelo educativo que la cuarta transformación llamó La Nueva Escuela Mexicana. Pero ese nombre no es más que un velo para tapar el desastre en que se ha convertido la educación en México.

Hoy la educación naufraga en un mar de ignorancia alimentada por el fanatismo político, a eso se suma un sindicato de maestros que se han conformado con cobrar más y educar menos. Atrás quedaron los días de la lucha sindical, atrás quedaron también, sepultadas con la reforma educativa, los intentos por profesionalizar a los docentes y evaluarlos.

La Secretaría de Educación Pública federal ha sido ocupada por tres titulares en esta administración, uno más gris que el otro, que han contribuido a que la educación pase al terreno de la reyerta política. La polémica en los libros de texto es solo una manifestación, y acaso, una reacción a la negativa de educar para brindar mejores oportunidades a los jóvenes mexicanos.

La última evaluación que se realizó sobre el estado de la educación en nuestro país fue en el 2018 la famosa prueba PISA, pero como la realiza la OCDE, los fantasmas ideológicos del gobierno simplemente la cancelaron. Así que a partir de ahí se ha navegado a ciegas, sin rumbo y sin objetivos claros, salvo el de empantanar todo con un tufo de ideología. Menos educación y más ideología parece ser la consigna.

Y no es para menos el terror que le han tomado desde palacio nacional al tema educativo. Según esa última evaluación de la educación, tan solo el uno por ciento de los estudiantes obtuvo un nivel competitivo en comprensión de lectura y matemáticas básicas, esto contrasta con el trece por ciento de otros países evaluados. Y el 35 por ciento de los jóvenes evaluados no obtuvo un nivel mínimo aceptable en las mismas materias. Así que en lugar de corregir el problema, lo ocultaron con una educación fuera de toda norma internacional y competitiva.

Peor aún, la diferencia entre la calidad educativa privada y pública, según la misma prueba PISA, es de 81 puntos, es decir el abismo de pobreza se abre cada vez más. Ante este escenario, lo normal sería reforzar la educación pública, acrecentar la capacitación de docentes, pero sucedió todo lo contrario, decidieron cancelar las evaluaciones con el argumento de que no se toman en cuenta las condiciones sociales de cada alumno. En lugar de cambiar el entorno social con una mejor educación, prefirieron ignorarlo y dejar de medirlo, esperando que si no lo miden, no existe.

Nada combate mejor la pobreza como una buena educación, no deja de ser una paradoja que en el gobierno de primero los pobres, la educación quedó al último.

Periodista director de International Journalism Service

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