LA BUFADORA
Por. – El Mosquito

(Foto Andrés Manuel López Obrador)

ENSENADA BC 14 DE JUNIO DE 2023.- El presidente Andrés Manuel López Obrador, propuso y el consejo nacional de Morena aceptó, que fuesen las encuestas el método para elegir al candidato de la Coalición Morena/PT/Verde para la presidencia de la república.

No sabemos si con el resto de las candidaturas que estarán en disputa el año próximo será igual, pero todo indica que sí.

La cuestión es que, las encuestas, como método único desplaza valores de mayor importancia, tratándose de un partido político que ofrecerá al pueblo de México sus propuestas en forma de personajes, como lo son el perfil político del candidato, su formación, trayectoria, identidad partidista, convicción y, tratándose de la coalición, sentido de pertenencia al modelo de gobierno que, en su primera aparición como partido gobernante, propuso López Obrador. Cualquiera que sea, Morena gobierna por primera vez desde 2018 y eso, tiene una identidad.

El método también discrimina a los consejeros nacionales, estatales, municipales, miembros y simpatizantes que, siendo esta una de las actuaciones más relevantes de los partidos, como es elegir gobernantes, queda a cargo de las encuestas como instrumento.

Hasta antes de este proceso, las encuestas habían sido mecanismos para tomar el pulso, plantear escenarios adversos o ventajosos tratándose de la percepción de partidos y candidatos. Hoy, lo son todo… y sus resultados inapelables según las reglas morenistas “aceptadas” por los seis aspirantes.

La pregunta que podría hacerse, quien tenga cierto gusto por la política y la mercadotecnia, sería si utilizando la encuesta como herramienta, ¿cuál es la diferencia entre un candidato de la oposición con otro de la coalición gobernante, si el método mediante el cual son designados, fuese el mismo? Sin pecar de ingenuos, la respuesta desde el partido gobernante sería la identidad con la 4T o la lealtad a su líder… pero, eso no está en el tablero. Lo único que está, es la encuesta.

La paradoja Ebrard

(Foto Marcelo Ebrard)

Marcelo Ebrard Casaubón, según lo que se observa, no es el candidato del presidente López Obrador. Lo es la aún jefa de gobierno de la Ciudad de México. Adán Augusto, tampoco lo es, de Monreal ni hablamos y los otros dos sólo buscan flashazos.

Las señales que se han enviado desde Palacio Nacional a los medios digitales, algunos impresos e “influencers” de la 4T, es que Marcelo Ebrard no es el hombre del presidente porque: 1. Es el candidato de la oposición; 2. Los oponentes al régimen simpatizan más con él; 3. Si no es electo se irá a Movimiento Ciudadano (MC) o creará una figura independiente; 4. Podría formar una coalición opositora a Morena/PT/Verde; 5. No es la primera vez que se abre; 6. Cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México se desmarcó de López Obrador, entre una serie de descalificaciones que buscan deslegitimarlo ante los seguidores de la 4T.

Sin embargo, la paradoja es que sabiendo que Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, como Adán Augusto López, el secretario de Gobernación, son los leales al presidente, Ebrard puede dividirles el voto. Incluso, los aspirantes del Verde y PT, se asemejan más a las intenciones y el formato impuesto desde Palacio Nacional, que lo que el ex secretario de Relaciones Exteriores.

Si la votación fuese Sheinbaum-Ebrard, como sucede en las segundas vueltas electorales, otra cosa sería.

La magia de la banda presidencial

(Foto Gustavo Díaz Ordaz)

Con un leve repaso a la historia, puede confirmarse que, al menos desde Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), todos los que han sido ungidos candidatos presidenciales, han roto con sus antecesores, justo con quien los designó. 

Así con Luis Echeverría Álvarez que se alejó de Díaz Ordaz; José López Portillo de Luis Echeverría; Miguel de la Madrid Hurtado de López Portillo; Carlos Salinas de Gortari de Miguel de la Madrid; Luis Donaldo Colosio/Ernesto Zedillo de Salinas de Gprtari; y hasta Felipe Calderón Hinojosa de Vicente Fox Quesada. Los que no tuvieron con quien pelearse, fueron Vicente Fox Quesada que ganó al PRI, Enrique Peña Nieto que derrotó al PAN y Andrés Manuel López Obrador que sucedió al PRI.

Es, dicen, el efecto mágico de la banda presidencial. Por eso y sólo por eso, ¿quién asegura que Claudia Sheinbaum Pardo sea diferente? Dicho sea eso, por aquellos que acusan a Marcelo Ebrard de haber salido del huacal en alguna ocasión.

¿Qué tal si Sheinbaum se asume, una vez puesta la banda presidencial, como la autora y líder de un proyecto de gobierno distinto o, al menos, que la obedezca a ella y no a un liderazgo transexenal?

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor