INFRAESTRUCTURA Y DESARROLLO
Por: Alejandro Mungaray Moctezuma 

Según datos de la ONU, la población mundial alcanzó los 8 mil millones de habitantes en 2022 y las tendencias de crecimiento estiman que para 2050 rondará los 10 mil millones de habitantes. En 1950 eran 2 mil 500 millones. 

Este fenómeno de crecimiento poblacional ha producido fuertes dinámicas de concentración socioeconómica en muchas ciudades, donde el Grupo Banco Mundial estima que actualmente habita el 56% de la población, con alrededor de 4 mil 400 millones de personas viviendo en espacios urbanos. 

Es así que las ciudades del mundo se encuentran inmersas en constantes cambios y esfuerzos que son más dinámicos que la propia capacidad de adaptación de sus territorios y de sus redes de infraestructura y de servicios públicos; y México no es la excepción. 

Muchas ciudades ya ocupan todo su territorio disponible y exceden sus propias delimitaciones administrativas, expandiéndose y uniéndose con ciudades contiguas, tomando connotaciones metropolitanas. 

En las periferias que tradicionalmente albergan a la industria y desarrollos residenciales de nivel intermedio y bajo, empiezan a observarse desarrollos de alto nivel que ofrecen como atractivo no estar dentro de la saturación urbana y estar más cerca del ámbito rural. 

A nivel de organización interna, las ciudades exhiben procesos de gentrificación, al reorientar la vocación original de algunas de sus zonas; y de crecimiento vertical, reflejándose en la construcción de edificios que permiten concentrar más personas y actividades en un mismo punto.  

En relación con los servicios públicos, estos fenómenos se reflejan en grandes retos para la administración de los altos volúmenes de residuos que la población genera; y en aumentos de los servicios y consumos energéticos, de agua y de áreas verdes.

En materia de infraestructura es necesario visualizar diversos aspectos. Uno de ellos, es que la infraestructura es perdurable en el tiempo e incluso la filosofía de su diseño se ha centrado históricamente en tratar de ampliar lo más posible su vida útil. Dicha perdurabilidad va definiendo la planeación y procesos de conformación urbana de las ciudades.

Otro aspecto, es que muchas vialidades y redes de abastecimiento de agua potable y drenaje que fueron construidas hace unas décadas, hoy están sobrepasadas en sus capacidades, y no cuentan con espacios disponibles para ampliarse. En suma, que las administraciones locales y estatales no cuentan con los recursos económicos suficientes para intervenirlas. 

Adicionalmente, hay que visualizar que la infraestructura que ya existe requiere mantenimiento. Las vialidades, por ejemplo, hoy se someten a mayor diversidad de tipos y flujos vehiculares, con velocidades operativas y esfuerzos por carga y frenado mucho mayores. Lo que hace que su deterioro sea exponencialmente más rápido y por ende, que los costos por mantenimiento vayan en aumento.

Lo anterior, hace que una gran parte del presupuesto disponible en las administraciones de gobierno tenga que ser invertido en estos rubros y no se pueda destinar a la construcción de nuevas infraestructuras que se requieren o en sistemas estratégicos que permitan mayor eficiencia de las redes existentes. 

Por ello, un gran reto se centra en cómo lograr mejor administrar la infraestructura ya construida, promoviendo una organización operativa más eficiente. Esto, aprovechando los avances y transferencia tecnológica, la vinculación científica y el aprendizaje de casos de éxito que van aconteciendo en otras ciudades de todo el mundo, porque todas en mayor o menor medida, están pasando por problemas un tanto similares. 

En 2015, 193 países firmaron su compromiso con los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible que plantea la Agenda 2030. En ella, en gran medida se establece la hoja de ruta para trabajar en equipo y con filosofía de colaboración para sostener con condiciones de calidad la correlación entre todos los seres humanos, las tendencias de crecimiento y el aprovechamiento de los recursos que nos ofrece la Tierra. 

Lo que es cierto, es que la curva de deterioro en muchas ciudades va en picada, su crecimiento poblacional en aumento y la fórmula de organización actual no funciona. Para revertir estas tendencias, se requieren cambios radicales en la administración y planeación de la infraestructura y del suelo, al igual que reorganizar las estructuras de las instituciones públicas y redefinir la forma de participación en la toma de decisiones de los sectores privados. 

Como sociedad, para seguir percibiendo los beneficios de vivir en ciudades, en armonía colectiva, debemos estar dispuestos a modificar nuestros propios modelos de actividades diarias, que han sido de un modo durante muchos años y que hoy por hoy deben ser diferentes por un bien común.