En los zapatos del otro: lo difícil que es votar para algunos
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En los zapatos del otro: lo difícil que es votar para algunos

MÉXICO, DF - viernes 19 de octubre de 2012 - Abel Muñoz Pedraz.
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Procesos Políticos

Para la columna de hoy retomo lo acontecido los días 15 y 16 de octubre del presente año en los cuales se llevó a cabo en la sede central del IFE el seminario “El modelo del voto de los mexicanos residentes en el extranjero: perspectivas de reforma”, al cual acudieron diputados federales y senadores, académicos mexicanos y extranjeros especializados en el tema, consejeros electorales del IFE y del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), funcionarios electorales pertenecientes al área de organización y registro, líderes migrantes que promueven el voto extraterritorial y parte del equipo de transición de Enrique Peña Nieto.  

El objetivo central de este evento fue introducir el tema del voto de los mexicanos en el exterior en las agendas legislativas de nuestros actuales representantes en el Congreso. Para tal propósito, tanto investigadores del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), como del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIJ-UNAM), han desarrollado recientemente estudios que permiten detectar las principales limitantes que impiden que el votante mexicano en el exterior participe de manera más cuantiosa en las elecciones para elegir Presidente de la República.

Recordemos que en 1996 se eliminó el requisito de territorialidad que la Constitución mexicana establecía para que los mexicanos votaran, abriendo la posibilidad para que nuestros connacionales en el exterior pudieran sufragar. Pero no fue hasta 2005 cuando se reglamentó este tipo de voto, a tan sólo tres meses y medio de iniciar el proceso electoral 2005-2006; proceso que concluiría con la elección de Felipe Calderón.

Los resultados de aquel entonces (33, 131 votos) evidenciaron que México contaba –y cuenta actualmente– con un modelo de votación extraterritorial restrictivo. Sin embargo, también hay que puntualizar que la primera elección de los mexicanos en el exterior generó falsas expectativas entre muchos sectores que seguían de cerca el tema. Incluso, es necesario puntualizar que en 1998 se realizó un cálculo erróneo sobre la población mexicana en el exterior que contaba con credencial de elector, ya que en el informe que la Comisión de Expertos para el Voto de los Mexicanos en el Extranjero presentó al Congreso de la Unión se estimó que existían entre dos y cuatro millones de mexicanos con credencial de elector, es decir, ese cálculo tenía un margen de error de 100 por ciento, sin embargo, a partir de esa estimación se pensó que los mexicanos fuera del país se convertirían en un capital político importante y, para muchos, peligroso.

Ante esta situación, se generó un temor infundado y los legisladores de aquel entonces determinaron que el correo postal certificado sería el mecanismo por el cual los mexicanos en el extranjero mandarían su voto, esto ante la posibilidad de que los migrantes determinaran al ganador de la elección. Para 2012 la votación creció utilizando el mismo modelo, aunque se llevaron a cabo una serie de ajustes en el modelo, entre ellos la absorción del costo del envío postal por parte del IFE y la reducción del gasto ejercido para el proyecto en poco más de 50 millones de pesos. No obstante, apenas se contabilizaron 40, 737 sobres con votos en su interior.

La principal debilidad del actual modelo mexicano es que, si un migrante radicado en cualquier parte del mundo no cuenta con su credencial para votar, y desea ejercer su derecho, tiene que viajar a territorio nacional para tramitarla, tomando en cuenta que la credencial no se otorga al instante, ni de un día para otro, y que muchas veces los migrantes llevan a cabo estancias cortas en el país. A esto le podemos agregar la condición indocumentada que tiene un amplio número de mexicanos en Estados Unidos, cuestión que les impide desplazarse de manera sencilla a través de la frontera o dentro del territorio nacional de residencia, sumado a los costos económicos que implica trasladarse a México.

Otra deficiencia importante con la que cuenta este modelo es que todo aquel mexicano en el exterior que tenga la credencial para votar, y desee ejercer el voto, debe pasar por un trámite altamente tortuoso. Es decir, primero tiene que enviar su solicitud de inscripción al Listado Nominal de los Electores Residentes en el Extranjero (LNERE), luego esperar para recibir la boleta electoral, y por último, enviar la boleta electoral para registrar su preferencia. Es decir, tres envíos postales están presentes en este proceso, sin olvidar que las fechas para cada trámite son muy cortas y el voto se tiene que ejercer en un periodo de tiempo en donde las campañas electorales no han finalizado, lo que muchas veces provoca un “voto a ciegas”. Buscando hacer una analogía con este proceso electoral, podríamos decir que el votar desde el exterior significa, según palabras de consejero electoral Benito Nacif, “comprar boletos para un partido de futbol en donde no se sabe quiénes van a jugar”.

Con todas estas dificultades imagínese usted, por unos segundos, que, estando en México, tuviera que lidiar con todas estas trabas para ejercer su derecho al voto, ¿realmente estaría dispuesto a invertir una cantidad enorme de tiempo para sufragar con la posibilidad de que su paquete postal no llegara a su destino?

Como en todas partes del planeta, existen ciudadanos que hacen del voto una práctica constante, además de que creen en ella y están dispuestos a hacer hasta lo imposible por no faltar el día de la jornada electoral. No hay que irse tan lejos y sólo basta con haber sido testigos y/o haber vivido en carne propia las largas filas de electores que se presentaron en las casillas especiales durante la elección del pasado mes de julio, esas casillas que muchos criticamos porque se limitan las boletas a 750. Con este ejemplo busco señalar que que si las condiciones restrictivas que tiene el voto de los mexicanos en el extranjero existieran en nuestro territorio, es decir, para los que vivimos de este lado, sólo una minoría estaría dispuesta a pasar por este trajín para votar, dado a la escasez de cultura política democrática que tenemos como sociedad.

Los cambios que se sugirieron en el seminario del IFE para afrontar la elección presidencial de 2018 son diversos y priorizan principios garantistas y de inclusión. En primer lugar se requiere que los mexicanos en el exterior se puedan credencializar en su actual país de residencia, por ejemplo, que el IFE se instale de manera temporal en los consulados y embajadas mexicanas que se encuentren en ciudades con alta concentración de mexicanos para que éstos puedan asistir a realizar el trámite.

En segundo lugar, es necesario conservar el registro de la elección anterior y poder partir de una base para echar a andar el proyecto del voto en 2018, ya que actualmente la ley establece su destrucción y con esto se pierde la posibilidad de mantener el contacto con el grupo de mexicanos que votó en la pasada elección, cosa que dificulta la creación de redes entre los migrantes para la promoción del voto y la realización de otras actividades que el IFE considere para mejorar la elección.

En tercer lugar, urge eliminar el requisito del correo postal certificado, ya que esta característica en los correos ha ido desapareciendo alrededor del mundo y hace que los envíos postales se compliquen porque muchas veces no existe algo parecido en el país de residencia, agregando que si se envía por una vía no certificada el paquete no cuenta. Para esto se plantean otras alternativas para ejercer el voto, ya sea por medio de internet, cuestión que el IEDF utilizó con éxito en la pasada elección para Jefe de Gobierno, destacando que ningún partido impugnó los resultados, y/o con la colocación de urnas electrónicas en áreas con alta concentración de mexicanos. Ambas opciones reducirían los costos económicos a largo plazo y son ampliamente confiables, incluso más que el actual requisito del correo certificado.

Por último, pero no por eso menos importante, se destacó la necesidad de que el IFE tenga las atribuciones y facultades de decidir sobre las modalidades que se implementarán en la elección extraterritorial, es decir, considerando la cantidad de mexicanos que hay en diversas parte del mundo y, en función de esto, optar por los mecanismos que llevará a cabo para captar el voto. Por ejemplo, en el condado de Los Angeles convendría instalar urnas electrónicas en la representación consular para que los mexicanos radicados en esa zona puedan asistir a votar si así lo desean, como lo hizo Venezuela en sus pasadas elecciones. En caso de que no quieran asistir, pero sí les interese votar, que también tengan la posibilidad de hacerlo por internet y/o por correo. Por otra parte, habrá países como Andorra o Bangladesh en donde la concentración de mexicanos es baja y la opción más viable para ejercer su voto sea el correo o un servicio de paquetería privada como DHL, ya que el despliegue de otros mecanismos implicaría un costo elevado. 

En conclusión, me parece que no debería estar a discusión el derecho de que los mexicanos en el exterior tengan derecho a votar en las elecciones de su país de origen, esta práctica se lleva a cabo en más de 100 Estados-nacionales, con diferentes modalidades y requisitos, y es algo que cada vez se ha venido aceptando con mayor fuerza en la comunidad internacional.

Es cierto que la democracia mexicana cada vez es más cuestionada por su deficiente calidad, más no así en sus aspectos formales. No obstante, esto no nos exime de quitar el dedo del renglón en aspectos procedimentales, lo cual hace necesario contemplar a un sector de mexicanos que, en teoría y legalmente, deben de contar con los mismos derechos que tiene un mexicano viviendo dentro el país.

La apuesta en este sentido, y pensando en esferas más amplias, tendría que ser la inclusión de grupos que históricamente han sido excluidos de los procesos democráticos, como lo son los enfermos, que por su estado de salud no tienen la posibilidad de ir a la urna a depositar su voto, personas que se encuentran recluidas en la cárcel y que aún no han sido sentenciadas o, incluso, extranjeros que adoptan un nuevo país de residencia y realizan sus actividades en dicho espacio. El mejor ejemplo que la historia nos ofrece para resaltar lo anterior es la posibilidad que la mujer tuvo en 1947 para elegir, por primera vez, a sus autoridades por medio del voto.

Ya es hora de que aceptemos que el ejercicio de la ciudadanía a través del voto va más allá de las fronteras y habrá quienes quieran refrendarla o quienes se abstengan de hacerlo, como también pasa con los mexicanos que residen en el país, sin embargo, lo trascendental de esto es que el derecho político por excelencia, es decir, el voto, en este caso, el voto de los mexicanos en el exterior, sea garantizado en la práctica y no quede en letra muerta.

Abel Muñoz Pedraza es licenciado en Relaciones Internacionales por la UABC, maestro en Estudios Sociales con línea en Procesos Políticos por la UAM. Actualmente estudia el doctorado en Estudios Sociales con línea en Procesos Políticos en la misma institución. Correo electrónico: [email protected]Twitter: @abelmunozpedraz

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