Ayotzinapa una vez más
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Ayotzinapa una vez más

Tijuana BC - viernes 26 de agosto de 2022 - Marco Antonio Samaniego.
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Por: Marco Antonio Samaniego

TIJUANA BC 26 DE AGOSTO DE 2022.- Los saldos de Ayotzinapa siguen sin ser tener un fin. La desaparición de los 43, estuvo ligada a otras investigaciones que en su momento se realizaban. Cuando menos uno de ellos, era un soldado infiltrado que, necesariamente, lleva a la conclusión de que la autoridad sabía que algo sucedía en la lógica de la zona y por tanto de la escuela.  Pero eso se supo hasta 2019 y en estos días se ha vuelto a mencionar. 

Las irregularidades en la investigación surgieron desde las primeras semanas, sobre todo por las acciones de Tomas Zerón, quien desde entonces fue señalado como alguien que alteró evidencias, construyó testigos, además de amenazar a varios de ellos, sigue cobrando facturas ante un acontecimiento que cimbró al país. Antes de Ayotzinapa, el personaje estaba involucrado en varios escándalos y la compra de sistemas de espionaje a los israelís. Dicho de manera sencilla, se sabía de sus antecedentes y se le ubicó a investigar un tema crucial, del que dependía la confianza en la administración de Peña Nieto. El resultado fue un desastre y las repercusiones siguen. 

Jesús Mullo Karam, hoy en la cárcel, dijo la misma verdad que acaba de repetir Alejandro Encinas. No existe evidencia de que los jóvenes estén vivos. En aquellos meses, los padres buscaban en los cuarteles, acudían a instancias de derechos humanos y se formó un grupo de expertos independientes que creó una afirmación: fue el Estado.  La explicación a tal frase, tiene varios sentidos. Fueron policías municipales, autoridades de mediano nivel y por supuesto grupos delincuenciales, entre ellos los llamados Guerreros Unidos. El problema es que en el momento de las acciones, estos no se distinguieron, porque la autoridad municipal, en realidad era parte de la colusión. Es decir, estaban involucrados y les entregaron, sino a todos, cuando menos a una parte significativa de los estudiantes. 

Por tanto, fue el Estado y la ausencia de Estado. Es decir, unos y otros sin distinguirse porque la línea entre uno y otro se volvió difusa. Es decir, cuando el que debe actual sin conceder, concede, las articulaciones permiten actuar con los excesos que ocho años después siguen dando de qué hablar. Por tanto, fue el Estado porque fue incapaz de cumplir sus funciones. Esto implica que existen otros poderes facticos que son capaces de movilizar, silenciar, acribillar y matar a diestra y siniestra. 

En varias ocasiones, desde esta aportación (en el caso que lo sea) señalé en aquellos años que fue el punto de quiebre del gobierno de Peña Nieto. Nunca volvió a tener cierta popularidad y los números indicaron que la caída era brutal. Habría presidente en el papel   y todo indica que sus allegados pensaron lo mismo porque se destacaron por apropiarse de recursos a diestra y siniestra. Ante un presidente débil y una clara proyección de que no habría sucesión para ellos, tomaron lo que pudieron y algunos como Lozoya, arrasaron con lo que estaba enfrente. No habría otro cargo y había que llevarse en las alforjas lo que estuviera ahí. 

Ese pasado y ese robo, genera que no aparezca una gran indignación por el encarcelamiento de Murillo Karam y su frase de la verdad histórica. Cierto, los priistas lo apoyan, pero son tan poquitos que no son una amenaza. A nadie se le ocurriría hacer protestas o marchas en las calles. Nadie estaría dispuesto a convocar a un evento como aquel de 2006, cuando las calles de la Ciudad de México se atiborraron para defender a López Obrador del intento de desafuero que pretendió realizar el impresentable, hasta hoy, de Vicente Fox. 

¿Qué esperaban de las palabras de Alejandro Encinas? ¿Qué estaban vivos? ¿Que durante ochos años estuvieron encerrados en algún lugar del país? ¿Para qué?  Dicho de manera sencilla, los mataron a los 43, algunos a cien metros, otros a doscientos, al parecer una parte sí estuvo en el basurero de Cocula (salvo lo que se diga nuevo, pero no se ha dicho nada nuevo) y se castiga hoy a los malos investigadores que no supieron conducir la investigación.  Es decir, por haber torturado y violado derechos humanos de los asesinos que estaban coludidos con las autoridades de aquellos momentos. 

Por tanto, el regreso de Ayotzinapa es el recuerdo de este presente en el cual la investigación que previene la criminalidad o la investigación que ofrece resultados sigue siendo el problema del Estado. Por supuesto, yo soy de los que prefieren la prevención del delito que el encarcelamiento de los culpables, pero tomo también la segunda opción. Una tragedia como la de Ayotzinapa, es motivo de memoria social, afecta a todos de una manera u otra y llega a los medios electrónicos para convertirse en un referente. Pero las cifras actuales de criminalidad nos indican algo trágico. El Estado sigue ahí, pero también los miles de crímenes que quedan impunes. Por eso ese pasado de dolor sigue ahí, pero con otros nombres y otras cifras que no dejan de impactar. Son como cientos de Ayotzinapas que nos deben mover a exigir no las promesas de justicia, sino la justicia ante eventos que nos marcan. 

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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