Por: Marco Antonio Samaniego

TIJUANA BC 6 DE MAYO DE 2022.- La inseguridad es creciente. Las cifras de Calderón ya fueron rebasadas y al parecer, en 2023 se llegara a las de Peña Nieto. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, amenaza con el tiempo en convertirse en un peso. Si no hay más vuelos pronto la crítica va a estar ahí. La imagen de un aeropuerto con cinco o seis vuelos diarios no ayuda a la tesis de que la planeación fue la adecuada.  El tren maya es un asunto que empieza a ser factor, porque una obra pesa sobre la otra. Lo mismo que la refinería de Dos Bocas, que se aplaza en tiempos de producción y según cálculos  no va a ser posible refinar petróleo hasta finales del sexenio, si todo sale bien. 

Las discusiones sobre la revocación de mandato y la reforma eléctrica fueron intensas pero pasados los días, es como si nada hubiera pasado. Lo que se autodenomina oposición en México, dice que tuvo una victoria con el tema de la reforma eléctrica, pero no explica en que se benefició a los mexicanos, sólo se argumenta que no pasó y ya. Y los del frente de Morena, acusan de traidores a la patria, pero no explica en qué consiste el daño, salvo mencionar a una empresa española. Son discusiones entre cúpulas en las cuales los rostros son los mismos, los insultos los mismos, pero los efectos de la traición o la defensa de la patria, no surge entre los mexicanos de la calle. Unos y otros hablan por el pueblo en abstracto, pero no se ubican ejemplos de en qué se beneficia o perjudica a la madre de familia que representan en la realidad democrática. 

En estos días dos nuevas iniciativas se van a presentar y ya envalentonados los opositores, con  botox y perfume del más caro, van a oponerse. Nada nuevo. Los argumentos y los insultos y los traidores van a volver a surgir. Pero la señora que tiene que trabajar para mantener a su familia y el señor que sale todos los días a  trabajar para crear riqueza, parte de la cual permite que existan senadores y diputados que votan sin voltear a verlos, no van a recibir explicaciones serias como hasta hoy.   El insulto y la descalificación y los editoriales (tomo lo que me corresponde)  van a llenar páginas de que no pasó porque la democracia   no se vende, o sí se vende, porque Félix Salgado, con sus largos resentimientos y su larga cola que le pisen, pedirá en los próximos días la desaparición del INE, como si eso terminara con la inseguridad, la pobreza o la miseria. 

Pero todo termina en lo mismo. El que decide el final de esta historia se llama López Obrador y el que va a designar el que sigue se llama López Obrador. Las corcholatas y el destapador no se han movido y nadie de la oposición aparece no digamos como contrincante, simplemente en el escenario. En otras épocas colocar las palabras corcholatas y destapador no se hubiera entendido, en este momento, el lector de la prensa sabe a qué se refiere y cuál es el sentido de las palabras. El escenario indica que todo se decide no en Morena, sino en la persona del presidente y que Morena es a final de cuentas un proyecto en formación. Puede llegar a consolidarse o en las  guerras intestinas, presentes ya, convertirse en otra serie de disrupciones que paradójicamente, consoliden un multipartidismo. El efecto ya lo hemos visto desde hace varias décadas, en la que el representado,  deja de existir en el momento en que las decisiones cupulares se convierten en un conjunto de sumas y restas que abandonan la idea de la representación. El dinero a los partidos, ha vuelto el sistema en una tómbola donde todos ponemos pero sólo los que meten la mano ganan. Y hacen las reglas para que sea sólo su mano la que aparezca. 

Por eso negociar la reforma electoral es importante. Que se cambien comas y puntos  y que se eliminen los enormes recursos que provocan el abandono del elector. Que los miembros de los partidos reciban dinero de acuerdo a las plataformas que defiendan por quienes los apoyen  y se haga público cada centavo que ingresa. Decir que se abre la puerta al narcotráfico es decir que no se conoce lo que ha pasado las últimas décadas.  Los partidos pueden abrir puertas, pero las auditorías cerrarlas y  mandar a la cárcel a quienes tengan esos vínculos. Y si tienen esos vínculos, entonces que se vayan de traqueteros y dejen  la cosa pública a quienes crean que el poder y la representación sí son productos históricos que pueden cambiar realidades. 

La reforma electoral es un puente que puede cambiar en un sentido  u otro el futuro de millones de personas. Pero  ir en montón y repetir los mismos discursos que ya escuchamos, de presentarse, entonces no será más que una charada más, que dejara todo pendiente para el próximo presidente  corcholateado, pero que enfrentara un país muy diferente, porque como he escrito, nadie podrá repetir lo que sucede en este momento con la figura de López Obrador. Ese fenómeno ya se dio y no se va a repetir. Y si la reforma electoral es con el ánimo de presentar una oposición unida, se les olvida que esa oposición tiene entre sí, miles y miles de áreas  que los tuvieron enfrentados hasta hace pocos años. Dicho de otra manera, lo único que los une, es López Obrador. Pero nadie de ellos, sobresale más allá de un discurso ante el congreso, porque en la calle, no sé si habrá alguien que los escuche. Ese divorcio, es  producto de la separación entre el representado y el representante. Y sin reforma nos quedamos igual, es decir, pateando el bote, como si el futuro no se construyera en este momento. Por ello, oponerse por oponerse es  juego de niños. Y por ello, decir que va tal como digo, sin negociar ni acordar y terminar diciendo que siguen  los conservadores ahí, es quedarse en el siglo XIX, jugando a las canicas con Lucas Alamán, alguien que por cierto, era más liberal que muchos morenistas de la actualidad. 

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