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Tijuana BC - sábado 31 de julio de 2021 - Javier Iván Maldonado Preciado.
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POLITEIA

Columnista: Javier Iván Maldonado Preciado

TIJUANA BC 31 DE JULIO DE 2021.- Hago propias ideas del politólogo y compañero de lucha Gibrán Ramírez Reyes, quien en su tesis “Populismo y democracia. Un esclarecimiento conceptual y el caso de Jorge Eliécer Gaitán en Colombia”, diserta acerca de los populismos en diversos contextos del mundo. 

El texto roza el arte, para quienes somos amantes apasionados de la ciencia política, sin embargo, rescato un par de ideas en particular, para propósitos de mi columna.

En primer término, dejar en claro que no existe una dicotomía entre populismo y democracia, en otras palabras, hay populistas demócratas, en el sentido amplio del concepto de democracia (incluso la palabra “democracia” ingresó en el lenguaje de lo políticamente correcto, hasta 1830, por lo que es normal que el concepto de “populismo” transite hacia el mismo escenario).

Y en segundo término, que el populismo es una forma de subjetivación política, fundada en un reclamo a la democracia realmente existente, que, enarbolado en términos morales por uno o más líderes con quienes las bases tienen interacción directa o indirecta, se caracteriza por la afirmación de la representación de una mayoría popular, agraviada en su dignidad por una élite a la que se contrapone y que obstaculiza la realización de la voluntad general; una mayoría popular que, además, está dispuesta a trascender los límites que la institucionalidad vigente ha establecido para dirimir los conflictos.  

En nuestro país, existe un hartazgo generalizado sobre la ineficiencia de las instituciones y sus excluyentes procedimientos administrativos, los cuales obstaculizan el desarrollo e implementación de políticas públicas. A razón de ello, el pueblo y muchos de sus gobernantes están dispuestos a trascender la institucionalidad, en aras de dignificar la vida pública, y de reconstruir el Estado de Bienestar que desmanteló el neoliberalismo rapaz (1982-2018). 

En un México que nos fue heredado con casi 50% de la población en situación de pobreza (por ingreso, de acuerdo al CONEVAL en 2018), no hay tiempo que perder, necesitamos fortalecer los programas sociales y empoderar al pueblo, como ha planteado –y actuado en función de ello- el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

A propósito de ello, aunque le disguste a la famosa “oposición de chocolate”, he procurado ser congruente con esa ideología, por lo menos cuanto he podido o me ha sido permitido. 

La administración pública me ha entregado logros, la mayoría de ellos morales, reflejados en el empoderamiento económico de los ciudadanos, particularmente de los pobres de Tijuana, a través del Programa PRISA, estímulos económicos, becas para estudiantes y apoyos al emprendimiento con enfoque social.

El sistema neoliberal se caracterizó por la cultura del negocio, políticas que, en el pasado, imperaron sobre la administración pública federal, estatal y municipal. 

A pesar de que los municipios reciben la mayor cantidad de demandas ciudadanas y de que solamente administran alrededor del 5% del presupuesto nacional, ni siquiera eso perdonaron los ladrones de “cuello blanco” beneficiados por el neoliberalismo. Se robaban casi todo, solamente respetaron los edificios (porque están muy pesados).

Los seres humanos somos el resultado de nuestras vivencias. Viajando por mis memorias, recuerdo mi infancia con orgullo: crecí en el Pedregal de Santa Julia, una colonia marginada de nuestra ciudad, en una calle que, tras 40 años de su fundación, todavía no conoce el pavimento. 

Por más que lustraba mi calzado antes de salir de casa, jamás logré llegar a la escuela con mis zapatos limpios y sin hambre, así describo lo que viven cientos de miles de tijuanenses día a día, principalmente de la Zona Este de Tijuana, donde se concentraron el 70% de los apoyos entregados durante mi gestión al frente de IMJUV y como Subdirector del DIF.

Las normas técnicas y sus procedimientos se encuentran diseñadas para negarles servicios a los ciudadanos, con la justificación inmoral de que “los recursos son escasos”, y el falso sofisma de que por eso se deben librar infinitos filtros. 

A diferencia de mis antecesores, no conocí ese pretexto, pues una buena gestión y la voluntad del ejecutivo lograron casi duplicar el dinero del Instituto, obteniendo así el presupuesto más grande de su historia (casi 36 millones de pesos), por lejos, el más amplio del país, para cualquier dependencia municipal de la misma índole (juventud). 

“Desde las alturas, las cosas suelen minimizarse”, redacté alguna vez en esta columna; eso incluye las necesidades del pueblo. “Aires de grandeza, de repartidor de cartas”, continuaba aquél texto de 2018, haciendo referencia al ego y soberbia de los gobernantes. 

De ese modo, la clase política local, perteneciente a los “mismos cien de siempre”, se indignó, porque no esperé su visto bueno formal, es decir, el banderazo para entregarles los apoyos sociales a los jóvenes pobres de nuestra ciudad, “autorización” que estaba programada para el año posterior, cuando ya no se pudiera disponer de los recursos en mención, pues tenían vigencia. Así se absurda fue su indignación, pero la soberbia nubla hasta las mentes más ilustres. 

La oposición hubiera preferido que los pobres de Tijuana se quedaran sin dinero en sus bolsillos, en lugar de verlos empoderarse económicamente, aunque, eso sí, esto último sin que los integrantes del cabildo hubieran levantado la mano a favor y obtenido fotografías de alta definición para publicar en sus redes sociales, durante largas sesiones de cabildo. Pero México y Tijuana tienen prisa de bienestar y justicia social.  

Al igual que al Presidente de México en el desafuero de 2005, se me pretendió colocar en el “banquillo de los acusados” y despojarme de mis derechos políticos, sin embargo, llega una etapa de su madurez en la que el hombre ya sabe a qué dedicar su vida y hasta por qué desea morir. A título personal, lo tengo claro desde la adolescencia.  

Motivados por el rencor que caracteriza a la oposición mexicana, buscaron y seguirán buscando por todas las vías una sanción administrativa, aunque ya hayan pasado más de 20 meses de aquél suceso, pero con gusto iría hasta prisión, mientras se me acuse de servirles a los pobres, a los más desfavorecidos. 

Claro está que todo acto de odio, discriminación y represión se encuentra casi siempre fundamentado en una aparente alevosía a las leyes y al “Estado de Derecho”, sin embargo, no habrá Estado de Derecho ni de Bienestar, mientras  los procedimientos sigan siendo más importantes que las personas, particularmente la gente social y económicamente marginada.

Mi filosofía es el obradorismo. Más que una ideología política, es un modo de vivir, fundado en que la felicidad también puede obtenerse haciendo el bien a nuestros semejantes, principalmente a los más desamparados.  

Y si por ser honesto, actuar con responsabilidad social y buscar mejorar la calidad de vida de los pobres, me acusan de populista, que me apunten en la lista. 

Javier Iván Maldonado Preciado es un hombre de ideas y letras libres, egresado de la Licenciatura en Administración Pública y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Baja California. Ha sido funcionario público en múltiples ocasiones,  campeón nacional de investigación política y columnista para diversos portales. 

CONTACTO:

[email protected]
https://www.facebook.com/politeiacolumna

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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