Por: Marco Antonio Samaniego*

TIJUANA BC 24 ABRIL 2020.- El escenario sigue en condiciones de incertidumbre a nivel mundial. Los precios del petróleo, son un indicador que no esperaba nadie en el mundo. Nunca se había visto tal cantidad de embarcaciones que no tienen donde  descargar  los hidrocarburos. Pero  mantener los barcos y la tripulación cuesta, por lo que se ve extraño observar que el precio es de menos 2 o 37 dólares, como estuvo hace unos días.

Los políticos de oposición dicen algo muy cierto. Las medidas  económicas no son  suficientes. No va a ser posible mantener la ¨normalidad¨ bajo los programas que se plantean porque el desempleo y la ruptura de una parte de las cadenas productivas no lo permiten. Lo que callan, es que  en la ¨normalidad¨ tampoco estaban resueltos los problemas económicos de muchos mexicanos. Ni que el  tremendo rezago en el sistema de salud se debe a políticas equivocas que se arrastran, desde, cuando menos, el gobierno de Ernesto Zedillo. Es decir, Fox y Calderón, creían que con el  Seguro Popular era suficiente, pero nunca se pararon para ver si era cierto. Con Peña Nieto, se cansaron de inaugurar hospitales pero no los habilitaron para su funcionamiento. Inauguraron  futuro y se convirtieron  en cajones vacíos.

Al iniciar López Obrador la agarró contra el sector salud. La falta de materiales y equipo fueron denunciadas por los encargados del sistema y el resultado fue que los denunciaron como conservadores, corruptos y más de uno dejó el cargo en medio de sentimientos encontrados. Los afectados por padecimientos como el cáncer, desde hace mucho, se quejaban de la falta de abasto, salían a las calles y denunciaban  que el desastre estaba ahí, ese que hoy se observa con  tristeza.  Eso se volvió normal, eran sólo los familiares de los afectados los que salían a las calles.

Así, pues, la hoy ansiada ¨normalidad¨ nos demostraba que en el pasado y en el presente la salud de los mexicanos estaba al filo del despeñadero. Hoy, dan instrucciones de cómo decidir entre un joven o un viejo al momento de usar el equipo. La idea aterrorizó  y llevó a denuncias y   más contradicciones. Se anuncia que el sistema está en el límite al iniciar la etapa 3, cuando los contagios y las muertes van a crecer exponencialmente las próximas dos semanas.  En las imágenes de los noticieros, aparecen familiares afuera de los hospitales que ya están rebasados y en las redes sociales, aparecen mensajes de condiciones de alarma  en el interior de los mismos.

Baja California,  se destaca tanto por los contagios como por la mortandad. La explicación es obvia en buena medida por la intensa relación que implican los cruces fronterizos. La movilidad es notable a pesar de que muchos en California han limitado sus viajes. Tampoco ha sido una ciudad ejemplo de movilidad limitada, y aún existen mercados sobre ruedas funcionando y  los suficientes autos en las calles como para ubicar que los datos son un reflejo de ello. Después de la zona conurbada de la Ciudad de México, Tijuana ocupa el siguiente lugar en mortandad.

Pero tampoco es suficiente, por ejemplo, en Estados Unidos y sobre todo en Nueva York. Ahí, el descenso en la mortandad, con el avance del confinamiento luego de un mes, mueren aun poco más de 400 personas diarias. Y están bajando. Nosotros como país no hemos llegado a las 1000, lo que es de hacerse notar. Así, mientras en Estados Unidos llegaron a registrarse hasta 2000 en un día, acá, no  tenemos ni cerca esas cifras, aunque se asegura que ellos ya llegaron al famoso ¨pico¨ y que está en descenso.

Los recursos no parecen ser los mismos. La habilitación de camas de hospital por el ejército estadounidense en tres días dio un enorme margen de  acción. Los pronósticos no se cumplieron respecto a los primeros modelos, aunque  son el país con más muertos por COVID-19 en el mundo. De haberse cumplido los modelos (de 100, 000 a 240,000 muertos)  el desastre en Estados Unidos sería una  la tragedia mayor en dicho país. En cualquier caso, ya murió una tercera parte de los que fallecieron en Vietnam y casi los  de la Guerra de Corea.  Es inevitable que llegaran a los 50 000 en estos días.

Pero sí, esas cifras tan espantosas, son las cifras de mexicanos que mueren cada año en las pugnas entre narcotraficantes, entre narcotraficantes y el Estado, y narcotraficantes desde el Estado. Son tanto que ni siquiera son identificados, son lanzados en fosas que duran años en descubrirse y  luego, cuando los familiares se movilizan, son descubiertos cuerpos y cuerpos, sin nombre, sin conocimientos de los parientes, sin explicarse las razones.  En estos casi sesenta días de la primera persona que falleció por COVID-19,  han muerto ya  cerca de tres mil en enfrentamientos  en diferentes poblados y ciudades. Parece que otras pandemias hacen más daño, pero no son mundiales, solo de todos los mexicanos.

Así, pues, regresaremos a la  ¨normalidad¨, para algunos el 1 de junio. Otros no la han dejado nunca y  otros no quieren ver la ¨normalidad¨ porque resulta que no es tan buena ni esperanzadora como se afirma.  Ese México real, desgarrado, ¨normal¨ nos espera el día que salgamos a abrazarnos. Felicidad absoluta.

Por cierto,  uno de los exlideres del PRI, Enrique Ochoa, llama a un dialogo nacional en medio de la crisis. Dijo, de veras, que sería para aportar ideas.  Pero cuando había que tomar acciones, no parece que se realizara ese dialogo. Más bien fue un solipsismo, donde los encumbrados por Peña Nieto inauguraban hospitales que se volvieron cajones vacíos. La ¨normalidad¨ nos espera, pero creo que no es suficiente.

* Marco Antonio Samaniego López.  Doctor en historia por el Colegio de México.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor